lunes, 7 de junio de 2021

¿Está el Derecho preparado para defendernos cuando la tecnología permita leer la mente?

 

Foto: Archivo.

  • Nace el término "neuroderecho" tras el desarrollo de estas tecnologías
  • Los Gobiernos de todo el mundo comienzan a plantearse la normativa
  • EEUU cuenta con una red de laboratorios centrados en mapear el cerebro


Si existiera un dispositivo tecnológico que pudiera leer la mente, ¿cómo podríamos evitar que terceras personas tuvieran acceso a nuestros pensamientos? ¿Qué leyes regulan la alteración de los recuerdos de una persona? ¿Tienen derechos de autor los sueños que haya podido almacenarse en un implante neuronal?

Estas preguntas, y muchas otras, ya han sido planteadas por abogados e investigadores que trabajan desde hace tiempo en el campo de los neuroderechos, entendidos como aquella regulación que debe ser desarrollada con tal de garantizar un desarrollo legal y ético de estas investigaciones y que se salvaguarden adecuadamente los derechos de las personas en una de sus posesiones biológicas más importantes: el cerebro.

Elon Musk cree que su nuevo chip podría revolucionar el tratamiento de determinadas enfermedades neurológicas

Estos avances tecnológicos ya no pertenecen más al ámbito de la ciencia ficción. Especialmente desde que en un video de Youtube publicado en el año 2019 por Neuralink se podía ver cómo un mono, al que se la había implantado uno de sus chips en el cerebro, era capaz de adelantarse a los movimientos de su oponente en un videojuego sencillo.

En una entrevista reciente, Elon Musk iba más allá y explicaba cómo el desarrollo del chip cerebral diseñado por esta empresa no sólo podría revolucionar el tratamiento de determinadas enfermedades neurológicas, tales como el Alzheimer o la demencia senil, sino que también podría cambiar para siempre la comunicación entre seres vivos.

Musk llegó a afirmar que las personas podrán, en unos cinco o diez años, dejar de hablarse utilizando los idiomas tradicionales tal y como los conocemos, para comunicarse a través de un lenguaje único y universal. Lo podrán hacer gracias a un chip que se implantará en el cerebro. ¿Dónde? En un pequeño orificio que se realizaría en el cráneo, donde se ubicaría dicha tecnología.

Iniciativas como neurorights, impulsada por un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Columbia liderados por Rafael Yuste, ya alertan de los peligros de este tipo de tecnologías con el objetivo de que los gobiernos de todo el mundo comiencen a sentar las bases de una normativa específica que reconozca y proteja estos nuevos derechos, en línea con la Declaración Universal de Derechos humanos de 1948. "Aunque es difícil teorizar sobre la protección de los derechos a los que puede afectar una tecnología que todavía no existe, la tendencia ha sido la de identificar cinco nuevos estándares que, según los expertos, convendría añadir a esta protección universal, como son: el derecho a una identidad personal, la libre elección, la privacidad mental, la igualdad de acceso a la tecnología de aumento de capacidades mentales, y la protección frente a la discriminación algorítmica", explica Francisco Pérez Bes, socio de Derecho digital en Ecix Group y miembro de la Junta Directiva de Enatic, la asociación española de abogados expertos en derecho digital.

España ha reconocido la necesidad de regular este tipo de derechos

Algunos países, como Chile, ya han incluido la protección de los neuroderechos en su normativa, convirtiéndose en el primer país del mundo en reconocer esta nueva realidad.

España, por su parte, también ha reconocido la necesidad de regular este tipo de derechos, incluyendo un artículo específico en su Carta de Derechos Digitales, la cual, aunque es un documento sin fuerza de ley, ha supuesto un avance en la identificación y reconocimiento de una nueva saga de derechos que pueden verse amenazados como consecuencia del veloz desarrollo tecnológico de esta sociedad conectada que hemos construido.

El documento dedica su apartado XXIV a lo que denomina "derechos digitales en el empleo de las neurotecnologías", y que requiere una regulación legal de las condiciones de implantación y empleo en las personas de este tipo de técnicas, con tal de proteger la identidad individual, la confidencialidad y seguridad de los datos relativos a los procesos cerebrales de la persona, o garantizar la autodeterminación individual, soberanía y libertad en la toma de decisiones, entre otras.

Por su parte, los activistas en defensa de los neuroderechos exigen que los legisladores, los investigadores y la sociedad en general, tomen conciencia de la relevancia de este asunto y que comiencen a regular este tipo de situaciones de forma preventiva, antes de que la neurotecnología pueda llegar a convertirse en un serio problema, tal y como ya ocurrió con las redes sociales.

Este movimiento comenzó con el proyecto 'BRAIN', impulsado por la Administración Obama

En Estados Unidos, este movimiento comenzó con el proyecto BRAIN, impulsado por la Administración del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama. Creó una red nacional de laboratorios centrados en la investigación de tecnología con el objetivo de mapear el cerebro humano y que permita conectar dispositivos electrónicos. Ahí se dieron cuenta de que mientras ya existen códigos éticos para el sector médico, no se han desarrollado unas, más que necesarias, guías que apliquen a la neurotecnología.

De entre los experimentos que se llevaron a cabo, destaca uno que si bien tenía por objeto comprender cómo los grupos de neuronas trabajan conjuntamente en el córtex visual del cerebro, pudo observarse cómo los científicos podían llegar a alterar la percepción de las ratas, haciéndoles ver cosas que no estaba ahí y, por consiguiente, manipular su comportamiento.

Otro experimento que demuestra el potencial de esta tecnología es el que llevó a cabo el científico Jack Gallant y su equipo, cuando al objeto de entender mejor el sistema visual humano, diseñaron un sistema para decodificar ciertos tipos de pensamientos, tales como imágenes mentales, para lo cual utilizaron algoritmos y sistemas de resonancia magnética funcional (fMRI). En este caso, los participantes visualizaron una serie de breves películas mudas, mientras se monitorizaba partes de su córtex visual. Esa información era procesada por una inteligencia artificial que había sido entrenada viendo videos de youtube. Aunque las reproducciones obtenidas estaban lejos de ser perfectas, esa tecnología fue capaz de reproducir las principales escenas que los participantes vieron, lo que abrió un nuevo campo a la hora de poder decodificar información de una mente humana.

"Estamos ante una nueva frontera para el derecho a la privacidad, a la intimidad y a libre pensamiento", explica Francisco Pérez Bes

Los defensores de los neuroderechos opinan que es una cuestión de tiempo antes que este tipo de tecnología sea lanzada al mercado para, por ejemplo, grabar sueños, recuerdos o ideas.

"Estamos ante una nueva frontera para el derecho a la privacidad, a la intimidad y a libre pensamiento. Lo que está en nuestra mente es sólo nuestro, y no debería ser accesible por terceros. De nuevo la ética se convierte en un elemento imprescindible para poder seguir desarrollando avances tecnológicos que vayan acorde con nuestra humanidad", concluye Pérez Bes.