martes, 8 de junio de 2021

El crepúsculo del paraíso fiscal




Skyline de la ciudad de Panamá, país considerado paraíso fiscal Carlos Lemos / EFE


El pacto global sobre el impuesto de sociedades arruinará un lucrativo modelo de negocio


Como suele ocurrir en los asuntos multilaterales, Estados Unidos tenía la llave. Cuando Janet Yellen, su secretaria del Tesoro, anunció a principios de este año que había llegado el momento de poner fin a la "competencia a la baja" en materia de impuesto de sociedades, sus declaraciones sobrealimentaron las conversaciones sobre un acuerdo global para revisar los impuestos que pagan las empresas multinacionales y el lugar en que lo hacen.

Las conversaciones se han centrado en dos cambios principales: la reasignación de los derechos fiscales a los países donde se desarrolla la actividad económica en vez de hacerlo donde las empresas deciden registrar sus beneficios; y el establecimiento de un tipo impositivo mínimo a nivel mundial, que probablemente se sitúe en torno al 15%. Los ministros de Economía del grupo de países ricos del G-7 aprobaron la medida en una reunión celebrada los días 4 y 5 de junio.

aerial view of Coral Bay, St.John, US Virgin Islands, looking out over Coral Bay, Hurricane Hole and the British Virgin Islands

Países como Islas Vírgenes perderán ingresos por la tributación de grandes multinacionales 

 Getty

El G-20 podría llegar a un acuerdo en julio, lo que animaría a los otros 120 países y territorios que participan en las conversaciones a seguir la misma senda. El 26 de mayo, el ministro de Finanzas alemán predijo una "revolución" en las normas fiscales mundiales "en cuestión de unas pocas semanas".

Todas las revoluciones tienen ganadores y perdedores. En este caso, los vencedores más claros serán las grandes economías en las que las multinacionales realizan muchas ventas pero registran relativamente pocos beneficios imponibles gracias a una planificación fiscal que desvía los ingresos a jurisdicciones de baja tributación. Este desajuste ha aumentado junto con el ascenso de gigantes digitales como Apple y Google, cuyos activos son en gran medida intangibles.

Ganadores y perdedores 

Noticia positiva para los países pobres mientras que los paraísos fiscales dejarán de obtener beneficios por la tributación de las multinacionales

Los países pobres en los que las empresas mundiales tienen fábricas y otras operaciones también se beneficiarán, aunque no tanto como creen que deberían. Los perdedores más obvios serán los paraísos que, desde hace más de medio siglo, han ido obteniendo cada vez más beneficios a medida que la globalización hacía que el capital se fuera desembarazando de trabas, ofreciendo lo que ellos veían como una competencia fiscal muy necesaria y muchos otros veían como una economía de empobrecimiento del vecino.

Un estudio realizado en 2018 concluyó que alrededor del 40% de los beneficios en el extranjero de las multinacionales se trasladan de modo artificial a países de baja tributación. Un funcionario muy implicado en las actuales conversaciones cree que el acuerdo que está tomando forma podría "acabar casi por completo con los paraísos".

Cuantiosos beneficios

En 2018, los servicios corporativos y financieros representaron más del 60% de los ingresos públicos de las islas Vírgenes Británicas

Sin embargo, los paraísos tienen diferentes formas y tamaños; abarcan desde los paraísos caribeños libres de cualquier impuesto hasta los centros de Europa y Asia donde sólo se pagan menos impuestos. Algunos tienen más que temer que otros.

Paraíso perdido

Las cosas se presentan sombrías para los territorios con palmeras y sin impuestos como las Bermudas, las islas Vírgenes Británicas y las islas Caimán. Aunque no obtienen ningún ingreso en concepto de impuestos de sociedades, han llegado a depender en diferentes grados de los honorarios de las filiales de las grandes compañías y de un sector artesanal de contables, abogados y otros proveedores de servicios empresariales que han surgido localmente para atenderlas.

Esos ingresos son meras migajas en comparación con los impuestos que se ahorran las empresas, pero suponen mucho para unas economías tan pequeñas. En 2018, los servicios corporativos y financieros representaron más del 60% de los ingresos públicos de las islas Vírgenes Británicas.

El tipo de acuerdo que impulsa el gobierno de Biden (que aplicaría el tipo mínimo global país por país, en lugar de hacerlo en conjunto) hará saltar por los aires el modelo de negocio de esos paraísos. Esos países se suben por las paredes, pero no pueden hacer nada.

Un diplomático dice que están en proceso de ser "neutralizados" y que son "irrelevantes" para las conversaciones. "Nadie quiere saber nada de ellos". Algunos, al menos, tienen otras fuentes de ingresos: Caimán es un gran domicilio para los fondos de cobertura; Bermudas, para las aseguradoras.

Modelo de negocio

El modelo impuesto por Biden provocará que los paraísos fiscales no obtengan ningún beneficio por el impuesto de sociedades

Las economías mejor conectadas, tradicionalmente amables con los asesores fiscales corporativos, son menos fáciles de descartar. Varios países de la Unión Europea han atraído la inversión con un bajo tipo impositivo a las ganancias corporativas, como han hecho Irlanda y Chipre (ambos recaudan el 12,5%); o, como Luxemburgo y los Países Bajos, con normas que los convierten en canales atractivos en las estructuras fiscales que ayudan a las compañías a evitar los impuestos en otros países.

En 2019, un estudio del FMI descubrió que ese tipo de inversión "fantasma" había impulsado el volumen de inversión extranjera directa de Luxemburgo hasta los 4 billones de dólares, una improbable décima parte del total mundial. También Hong Kong y Singapur se han beneficiado actuando como depósitos de impuestos corporativos.

Tras un acuerdo negociado por la OCDE en 2015, en los últimos años se han cerrado algunas de las lagunas más grandes que alimentan esos flujos. Entre ellas, se encuentra el "doble irlandés", que canaliza los beneficios a filiales registradas en Irlanda pero con domicilio fiscal en Bermudas o las islas Caimán, sistema que puede haber ahorrado a Google decenas de miles de millones de dólares a lo largo de una década.

Sin embargo, todavía hay mucho que perder. Irlanda está especialmente nerviosa, porque ha acabado dependiendo de su tipo del 12,5% para atraer inversiones extranjeras, muchas de las cuales implican personas, oficinas y fábricas reales. El impuesto de sociedades representa ahora un porcentaje récord del 20% de la recaudación total del país.

Unión Europea

Irlanda, Chipre, Luxemburgo y Países Bajos se convierten en un atractivo para evitar impuestos en otros países

Los irlandeses han presionado a Estados Unidos, fuente de gran parte de sus inversiones, en contra una reasignación radical de los derechos fiscales y un impuesto mínimo superior al 12,5%. El ministro de Economía irlandés, Paschal Donohoe, ha argumentado que los países más pequeños deberían poder utilizar la política fiscal para compensar las ventajas de escala, ubicación y recursos de las que gozan los grandes.

Sin embargo, incluso un tipo mínimo del 12,5%, o apenas por encima de él, podría salirle caro a Irlanda, si se tienen en cuenta las exenciones fiscales. Muchas grandes empresas que se benefician de su régimen fiscal pagan un tipo efectivo de un solo dígito. La "caja de patentes" de ese país, un régimen para los beneficios de la innovación, cobra sólo el 6,25%.

Irlanda

Irlanda presiona a EE.UU. para que fije un impuesto mínimo superior al 12,5%

Una empresa que pague eso podría cansarse enseguida de los encantos irlandeses si tiene que enfrentarse a un recargo de seis puntos porcentuales. El gobierno irlandés ha calculado una pérdida anual de 2.000 millones de euros en los ingresos fiscales debido al supuesto acuerdo global; esa cantidad supone un 2,4% de los ingresos públicos y es equivalente, en términos de PIB, a una pérdida en Estados Unidos de casi 140.000 millones de dólares.

Irlanda tiene algunos amigos en la Unión Europea. Hungría, con un tipo del 9%, es un clamoroso campeón de la competencia fiscal. También Chipre y Malta simpatizan con ella, aunque "están contentos de estar a la sombra de Irlanda", afirma otro funcionario. Fuera de la Unión Europea, Singapur y Suiza han señalado que consideran el 15% demasiado alto. El centro asiático estaría más contento con un 10%.

Unión Europea

El gobierno irlandés busca socios en la UE, ya que ha calculado una pérdida anual de 2.000 millones de euros en los ingresos fiscales

Por su parte, Luxemburgo y los Países Bajos han sufrido una sufrido una caída en el camino de Damasco. El Gran Ducado, criticado después de que en 2014 una filtración sacara a la luz acuerdos fiscales muy ventajosos con decenas de multinacionales, ha aprobado reformas que reducen las oportunidades de arbitraje fiscal y aumentan la transparencia de las resoluciones fiscales.

Dice que aceptará cualquier acuerdo que iguale las condiciones de juego. El gobierno neerlandés, irritado por las críticas de la opinión pública sobre su tolerancia frente a las artimañas fiscales, también ha tratado de cerrar los vacíos legales. "No seremos nosotros quienes pongan trabas al acuerdo", dice Hans Vijlbrief, secretario de Estado de Finanzas neerlandés. "Mi objetivo es que no se nos vuelva a mencionar en la lista de paraísos fiscales".

A view of Citi, The Convetion Center and PWC and Jeanie Johnston Tall Ship in Dublin. On Monday, March 20, 2017, in Dublin, Ireland. (Photo by Artur Widak/NurPhoto via Getty Images)

Irlanda se convierte ahora en un país atractivo por su baja fiscalidad

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Eso coloca en un aprieto a Irlanda y otros descontentos de la Unión Europea. En teoría, podrían ejercer el veto, ya que las decisiones fiscales del bloque requieren unanimidad. Sin embargo, es algo que parece muy poco probable, dado el apoyo al cambio por parte de los grandes miembros de la Unión y Estados Unidos, por no hablar de la terrible decisión política que supondría bloquear un acuerdo que la opinión pública considera necesario para obligar a las grandes empresas a pagar su parte justa.

Además, Estados Unidos y otros países podrían imponer impuestos mínimos a sus propias empresas incluso sin un acuerdo global; de hecho, Estados Unidos ya tiene una versión para los ingresos intangibles, aunque fijada en sólo el 10,5%. Salvo una ruptura inesperada de las conversaciones, la revolución está cerca. Y, con ella, puede que llegue a su fin una época dorada de los paraísos fiscales del mundo.

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De The Economist, traducido para La Vanguardia, publicado bajo licencia. El artículo original, en inglés, puede consultarse en www.economist.com.

Traducción: Juan Gabriel López Guix