'La gran ola de Kaganawa'. (Dominio público)
Katshushika Hokusai dibujó este grabado sobre la madera que pertenece al período del shogunato Tokugawa. ¿Qué relación tiene con el presente y por qué nos atrae tanto?
En épocas convulsas de grandes cambios políticos y sociales es cuando más prolífica es la actividad artística, la cual bulle como un mar ingente de signos y símbolos que plasman en diferentes formatos las esperanzas, los anhelos y los profundos temores del tiempo concreto en el que está enmarcada. Como no podemos aventurarnos a leer el futuro, que paradójicamente está haciéndose a cada instante, cabe recuperar una de las obras artísticas de genios que rompieron con lo establecido y a su vez sirvieron de trampolín para asomarse a lo que estaba por venir. Y, de alguna forma, si atendemos a los motivos que la impulsaron y a la historia de las personas a las que se dirigía, también podemos encontrar coincidencias o como mínimo alegorías de nuestro propio tiempo, cada vez más emborronado por la prisa cotidiana y la fatiga pandémica.
Nos referimos a obras inmortales como 'La gran ola de Kanagawa', sin duda una de las estampas más representativas del arte pictórico japonés, creada en 1830 por Katsushaki Hokusai como parte de su serie 'Treinta y seis vistas de monte Fuji'. Perteneciente al género de grabados del 'ukiyo-e', los cuales comenzaron a hacerse muy populares en Japón desde el siglo XVII hasta el XX, se caracterizaron por estar realizados en madera mediante xilografías, lo que hacía muy fácil su reproducción y distribución. No es nada raro encontrar en cualquier zona turística de capitales europeas, en verjas de restaurantes de ambientación nipona o en portadas de libros sobre arte moderno a esta escena que retrata un sublime y sobrecogedor tsunami erigiéndose sobre el monte Fuji y ante unos atemorizados marineros. Como otras tantas obras famosas, forma parte del inconsciente colectivo y de la cultura popular, pues sus vivos colores transmiten un corolario de sensaciones visuales que la hacen irresistible e inolvidable.
Gracias a la técnica de impresión xilográfica, llegó a imprimirse más de 800 veces en su época
Más allá de los aspectos pictóricos, merece la pena atender a la historia tanto de su creador como de la época en la que se comenzó a popularizar, pues nos dan pistas de los muchos significados que encierra. En primer lugar, está enmarcada en el tercer y último shogunato, una forma de gobierno militar que imperó en el país asiático desde el siglo XVII hasta bien entrado el siglo XIX, cuando llega la Restauración Meji que impulsó una transformación radical en el país.
Después de siglos de guerra civil, el clan de los Tokugawa unificó a Japón estableciendo un orden estamental muy estricto y aislando al país del resto del mundo. El cristianismo, la gran religión que se extendía por todos los confines de la Tierra en el contexto de la colonización, resultaba una amenaza para las tradiciones niponas. Por ello, y bajo el temor de una posible invasión extranjera, los señores feudales impusieron un orden social de lo más rígido: en la cúspide de la pirámide se encontraba el Emperador, seguido de los nombres y los 'shoguns'. Por otro lado, el pueblo quedó dividido entre los samuráis, los granjeros, los artesanos y los mercaderes. Estos últimos contaban con menos derechos que los anteriores, de tal forma que ninguna clase social podía interferir ni compartir espacios ni tiempos, existiendo un código de conducta muy férreo para cada una de ellas.
"Pinturas del mundo flotante"
La época de Hokusai, autor de la famosa ola, coincide también con el período de industrialización del país, que trajo consigo el mayor trasvase de población de las zonas rurales a la capital, Edo, que más tarde pasaría a ser Tokio. "Hacia la mitad del siglo XVIII llegó a ser la ciudad más grande del mundo, con una población de un millón de personas", asegura James Payne, editor del canal de YouTube 'Great Art Explained' en un interesante documental dedicado al grabado. "A medida que la economía fue creciendo, los mercaderes, ese grupo social por debajo de todos, se empoderaron, y poco a poco pudieron acceder a derechos como a ser educados, viajar por el país, leer libros o disfrutar del arte".
A los 60 años, Hokusai sufrió el impacto de un rayo que le obligó a tener que volver a aprender a pintar. "Todo lo que he hecho antes de los 70 no ha merecido la pena", dejó escrito
Así es como surge el 'ukiyo-e', lo que se puede traducir como "pinturas del mundo flotante", una corriente artística que apelaba al mundo "fugaz, efímero o transitorio". Al principio, los temas que aparecían en los grabados realizados a tinta china trataban de escenas urbanas de Edo, y siglos más tarde comienza a desarrollarse entre los ambientes más populares y los burdeles de la capital, en los que se daban cita escritores, bohemios y poetas. Al pasar su forma de producción de la tinta china a la xilografía, estampada en placas de madera, se hace más fácil su reproducción y distribución, por lo que comienzan a producirse en serie y a venderse por miles. De hecho, 'La gran ola de Kanagawa' se calcula que llegó a imprimirse unas ochocientas veces.
También cabe destacar dentro de este movimiento artístico a los 'shunga', un subgénero erótico de grabados que escenificaban los encuentros sexuales entre prostitutas y clientes de los burdeles de Edo. Uno de los creadores más famosos es Shotei Hokuju, discípulo de Hokusai que empleó los saberes de su maestro con las técnicas coloridas occidentales a medida que Japón continuaba su apertura internacional. Estas imágenes de sexo explícito son sin duda las más representativas de este movimiento, que avanzó desde la pintura de estilo costumbrista y romántica a una irrefrenable exaltación de los placeres carnales, haciendo honor al sobrenombre de 'ukiyo-e'.
¿Un pintor romántico en el lejano Japón?
Hokusai, sin embargo, se aleja de los motivos costumbristas y empieza a enfocarse en el género de los paisajes, lo que le emparenta con sus contemporáneos europeos. No está claro si la progresiva apertura de Japón hacia el mundo exterior (sobre todo con Holanda, casi el único país europeo con el que comerciaban los nobles y burgueses de Edo) propició que el artista se viera influenciado por nombres como Caspar David Friedrich o Théodore Géricault. Lo que sí que está claro es que comparten época histórica y, de alguna forma, esa obsesión por colocar al hombre en el centro de un paisaje natural generalmente abrumador e inhóspito, pues el espíritu romántico suele emerger cuando el ser humano siente una relación de apego hacia un lugar, en este caso, el más directo, aquel en el que nació y creció, como vienen a ser los campos al pie del monte Fuji, la montaña sagrada de su pueblo, el símbolo espiritual más representativo de Japón.
'Treinta y seis vistas del monte Fuji' recoge, como decíamos, escenas de la vida cotidiana en las faldas de este enclave místico para la comunidad nipona, y de entre todas ellas la que más ha perdurado a lo largo del tiempo y que más hondo ha calado es la de 'La gran ola de Kanagawa'. Antes de entrar a descifrar sus múltiples significados, cabe mencionar que fue pintada por Hokusai cuando este ya era muy anciano. Desgraciadamente, su talento y éxito como artista pictórico no estaba acompasado por el éxito en su vida privada.
Como tantos otros románticos, se tuvo que enfrentar a un sinfín de penas, como por ejemplo la temprana muerte de todas sus mujeres y de dos de sus hijos. Además, para colmo, le impactó un rayo cuando contaba 50 años, seguido de un infarto, lo que le dejó inmóvil e incapaz de pintar. El pintor se reiría de aquellos que en nuestros tiempos invocan a 'Doña Resiliencia', pues su fuerza de voluntad le encomió a tener que volver a aprender a pintar, dejando claro en sus escritos de que cuanto más mayor se hacía mejor se las apañaba en el arte pictórico. "Todo lo que he hecho antes de los 70 años no ha merecido la pena", escribió en una ocasión. Así, se dispuso a realizar su gran obra, la cual sería recordada y extendida por todo el mundo hasta el día de hoy.
La ola: pasado, presente y futuro
Una vez entendido el contexto, habría que preguntarse por el significado de la obra. Como cualquier otra, queda abierta a la interpretación personal y subjetiva. Lo que sí que podemos intuir es que Hokusai trataba de representar de alguna manera, más allá de la grandeza natural, el miedo de los japoneses a la influencia extranjera, pues después de tantos años aislados el tsunami que traía consigo la apertura internacional al comercio y a la cultura estaba a punto de implosionar contra sus costas, que antaño también les habían protegido de cualquier intento de invasión.
"Es una imagen que refleja cómo el mar, el elemento que les protegió y aisló del resto del mundo durante siglos, podía llegar a ser su perdición"
Pero, sobre todo, refleja la inquietud que en esos días podía sentir el pueblo llano ante los cambios políticos y sociales que estaban por ocurrir. "Es una imagen de Japón que refleja cómo el mar, aquel elemento natural que les protegió y aisló del resto del mundo durante siglos, podía llegar a ser su perdición", asevera Payne en el documental. "Pero en realidad es la imagen de Japón enfrentándose a un futuro incierto". A la vuelta de la esquina estaba la llegada de la Restauración Meiji, la cual acabó con el feudalismo despótico de los 'shogun' y atrajo el ansiado avance cultural e histórico propulsado por la apertura al comercio internacional. En 1853, una flota americana al mando del Comodoro Perry atracó en la bahía de Tokio exigiendo al país que se abriera al comercio en nombre de Estados Unidos, Gran Bretaña y otras potencias occidentales.
A diferencia de otras transformaciones políticas y sociales bruscas como la Revolución Francesa, la Restauración (y de ahí mismo el nombre) fue instigada por las clases altas para industrializar en tiempo récord al país y responder a las exigencias comerciales de los foráneos, así como para proteger su soberanía nacional. Este fue uno de los pretextos para militarizarse con mucha contundencia y que a su vez hizo florecer un marcado espíritu imperialista que muchos años más tarde le haría jugar un papel decisivo en contiendas internacionales como la Segunda Guerra Mundial.
De algún modo, esa ola que vuelve a emerger dos siglos después en las 'stories' de Instagram más estéticas junto a retratos repletos de filtros no es más que la perfecta representación de la inquietud humana ante el cambio histórico cuya irrupción es inevitable. Todo lo que nos mantenía seguros y protegidos se vuelve contra nosotros, creando un inmenso tsunami que amenaza con llevarse todo por delante. 'La gran ola de Kanagawa' remite a aquella frase tan manida que asegura que "todo lo sólido se desvanece en el aire", pues como comprobamos hace un año, aunque pensemos que tenemos el control de todo lo que ocurre y nos sintamos amos y señores del pedazo de tierra que habitamos, en una décima de segundo todo lo que parecía fijo, constante y permanente se desintegra, dejándonos desnudos y abatidos al pie de la costa bajo el monte Fuji, ese monumento natural cuyas cumbres, por mucho que pasen los siglos y a diferencia de nosotros, seguirán siempre blancas en cada amanecer.
Por
Enrique Zamorano
08/08/2021 - 05:00
'La gran ola de Kaganawa': historia de un icono con presente y futuro (elconfidencial.com)
www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2021-08-08/kaganawa-ola-arte-japon-historia-icono_3215091/