jueves, 19 de agosto de 2021

¿Qué será de nosotros si no nos tocamos?


Foto: iStock.


Es posible aprender a vivir siendo ciegos, sordos, no teniendo sentido del gusto, ni siquiera del olfato, pero es prácticamente imposible vivir sin una función muy de la piel: el tacto




Recientemente había un chiste en el 'New Yorker' en el que dos personas se abrazaban, y uno de ellos decía: "Mira la hora. Llevamos 4 horas abrazándonos". La realidad es que las vacunas están permitiendo que poco a poco nos toquemos más. Realmente necesitamos hacer uso de este a veces olvidado sentido.

Todos los sentidos tienen un órgano responsable. En el caso del tacto, ese órgano es la piel y se extiende por todo el cuerpo. En la dermis, su capa intermedia, disponemos de más de 5 millones de estructuras denominadas receptores, que en realidad son terminaciones nerviosas especializadas en aportar esa información tan valiosa. No están repartidos de manera uniforme por la superficie del cuerpo, sino que hay regiones con una mayor densidad y por tanto con mayor sensibilidad. Las zonas con más concentración son la punta de los dedos, responsables de que las caricias y cosquillas sean un placer compartido, y la lengua, que permite que el disfrute de comer jamón nos haga sentirnos mejor.

A través del tacto sentimos placer, dolor, presión y temperatura. Las personas ciegas, especialmente las que lo son desde nacimiento, son capaces de detectar estímulos imperceptibles para los demás. Cada vez que los estimulamos, estos receptores envían señales eléctricas o químicas a las neuronas, que a su vez transmiten el mensaje al cerebro.

Pero el funcionamiento de estos receptores puede alterarse y producir distintas patologías sensitivas en la piel. Este mal funcionamiento de los mismos se puede manifestar en forma de hiperestesia, sensibilidad excesiva en la que molesta incluso el roce de la ropa que ocurre en determinadas enfermedades mentales, después de haber padecido un herpes y en intoxicaciones por drogas; hipoestesia o falta de sensibilidad, que puede verse en determinadas enfermedades neurológicas, diabetes y en algunos cánceres, y parestesia, sensaciones como hormigueos o acorchamiento de la piel, por causas múltiples como un herpes zoster, alteraciones psiquiátricas, infecciones o diabetes. Estos síntomas pueden provocar irritabilidad e inseguridad, al no permitirnos percibir el mundo que nos rodea tal y como es en realidad.


Foto: iStock.


"A ese le han abrazado poco de pequeño". Esta frase que decía mi padre cuando veía a una persona con mal carácter encierra mucha verdad. Inmediatamente después del nacimiento, en la mayoría de los mamíferos se produce un contacto entre los labios del recién nacido y el pezón de la madre, áreas con numerosas terminaciones nerviosas, lo cual desencadena en ambos una cascada de procesos fisiológicos y psicológicos beneficiosos. La experiencia táctil temprana y este constante contacto "piel con piel", que continúa en la mayor parte de los mamíferos durante semanas no solo a través de la lactancia, sino por una cercanía física natural, ha demostrado tener múltiples efectos beneficiosos en el recién nacido, especialmente en el desarrollo de la función cognitiva saludable.

En un estudio realizado por Harry Harlow que se ha convertido en un clásico, a unos monos recién nacidos los separaron de sus madres y pusieron en su lugar dos "muñecos": uno suave y cálido y otro frío y duro. Los monos tenían la capacidad de obtener leche del muñeco frío y duro. Pues bien, estos recién nacidos solo estaban con el muñeco frío y duro para beber e inmediatamente después se recostaban y abrazaban al muñeco suave y cálido que les producía sensaciones táctiles más placenteras, aunque no les alimentara.

También hay estudios en humanos que demuestran que fomentar el contacto a través de masajes y otros medios hace que el estrés del bebé disminuya, consiguiendo que duerman mejor y tengan un mejor desarrollo psicomotriz. Así, la neonatología moderna hoy defiende potenciar el contacto físico entre el recién nacido y la madre a través de la lactancia natural y otros medios de comunicación en los que intervenga la piel.

La importancia del tacto va más allá de la infancia. El contacto físico en la edad adulta también es vital. En nuestra cultura, la mediterránea, la cercanía es esencial: nos gusta abrazarnos, tocarnos, besarnos, a pesar de que con la pandemia no podamos hacerlo con tanta libertad. Y en una consulta médica, especialmente en dermatología, es fundamental: las patologías de la piel pueden hacer que nos sintamos rechazados o alimentar el temor a serlo. El profesor Iglesias, brillante dermatólogo con el que me formé, siempre insistió en que la mejor manera de comunicar al paciente que su patología cutánea no nos provoca rechazo era palpando y tocando su piel. Y no hay algoritmo ni inteligencia artificial capaces de transmitir el confort y la empatía de un médico cercano a un paciente angustiado por su enfermedad.

En resumen, la piel contiene millones de receptores en la dermis a través de los cuales sentimos placer, dolor, calor o presión y no podemos vivir sin esa información. Además, el contacto piel con piel provoca una serie de cambios fisiológicos y emocionales muy beneficiosos para nuestro bienestar, especialmente en edades tempranas de la vida. Esperemos que el fin de la pandemia nos permita tocarnos como nos merecemos.

Haz que la calidad de tu piel sea una prioridad. Somos nuestra piel.............................



Por
Dr. Ricardo Ruiz Rodríguez
18/08/2021 - 05:00
¿Qué será de nosotros si no nos tocamos? (elconfidencial.com)
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