Donald Trump visita una planta de producción de la vacuna Novavax. (Reuters)
La variante delta y el estancamiento de la vacunación en EEUU han obligado a algunos líderes republicanos a animar a sus seguidores a vacunarse, sin olvidar a Trump
La republicana Sarah Huckabee-Sanders tenía una importante confesión que hacer: "Hace unos meses, decidí aprovecharme de la Operación Máxima Velocidad del presidente Trump y vacunarme". Y todo, explicó Huckabee-Sanders en la columna publicada en un diario local de Arkansas, pese a la "desinformación" que provenía de los políticos y a la "arrogancia" del doctor Fauci y de los medios de comunicación. Inmunizarse con la "vacuna de Trump", concluyó, fue una decisión personal, fruto de la reflexión y del hecho de que el propio Trump y su familia se habían vacunado.
Uno puede ver a 10.000 kilómetros el sesgo político de la columna de Sanders, que fue portavoz de Donald Trump y es candidata a gobernadora de Arkansas, un puesto que ocupó su padre durante 11 años. Pero, en realidad, se trata de una operación sutil para convencer a esa masa de compatriotas que desconfían o directamente niegan los beneficios de la vacuna del covid. Una parte de la población, como prueban distintas encuestas, marcadamente republicana.
En la propia Arkansas, un bastión rural y conservador, solo se ha vacunado un 36% de los ciudadanos, aproximadamente la mitad que en Vermont, en Massachusetts o en la ciudad de Nueva York. De ahí que Huckabee-Sanders empiece su artículo tocando las cuerdas más sensibles del corazón trumpista: el espúreo 'establishment', Fauci y su complejo de Dios, la prensa adicta al Partido Demócrata, la decisión personal, sin que Papá Estado interfiera, etc. Una vez allanado el terreno de los sentimientos, Huckabee da el golpe: la vacuna es segura, ¡vacúnense!
La realidad cada vez más palpable, como refleja el hecho de que los casos de covid se han cuadruplicado desde junio y lo han hecho casi exclusivamente entre los no inmunizados, es que los escépticos de la vacuna estarían alargando la pandemia. Una actitud que parece estar sacando a algunos líderes republicanos de sus juegos de equilibrio entre la necesidad de vacunar a la población y ese respeto sagrado a la libertad individual que evocan, por ejemplo, en el debate de las armas, y que se trasluce en esa resistencia a que el Estado te pinche un fármaco nuevo en el brazo.
Convencer o no a tus votantes
Moviéndose en este territorio de grises, los conservadores alegan que el Estado es altanero y que todos esos portavoces médicos hablan desde un pedestal y que así no se comunican las cosas. "No quieren ser adoctrinados", dijo en ABC News el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, en referencia a los reacios. "Estas personas no responden cuando se les ordena hacer estas cosas, es una respuesta de tipo libertario", declaró. "Tienes que presentarles la lógica de esto".
Pero no todos los líderes republicanos están convencidos o dispuestos a persuadir a sus votantes. La reticencia está tan presente en la calle como en el Congreso. Aproximadamente la mitad de los parlamentarios republicanos, conscientes quizá de que, como todo lo demás en EEUU, se trata de un asunto politizado, siguen sin decir abiertamente si han recibido o no la vacuna. Entre sus votantes, la proporción de quienes confían en ponerse el pinchazo también ronda el 54%.
"No creo que sea el maldito asunto de nadie si estoy o no vacunado"
Los reacios alegan que cada cual es responsable de tomar su decisión y que los políticos no son quiénes para andar predicando. "No creo que sea el maldito asunto de nadie si estoy o no vacunado", dijo a la CNN el representante Chip Roy, de Texas. "Esto es ridículo, lo que estamos haciendo. El pueblo estadounidense es completamente capaz de tomar una decisión informada sobre si quiere o no la vacuna".
Otros, como Steve Scalise, el número dos republicano en la Cámara de Representantes, han dado el salto, se han vacunado y han publicado la foto de rigor. El estado del que proviene Scalise, Luisiana, tiene una de las menores proporciones de vacunados de EEUU y una de las incidencias más altas de nuevos contagios. Mientras tanto, las ciudades demócratas y algunas empresas están pasando a la ofensiva. Se han dado cuenta de que las cervezas con chupito, las entradas para la ópera o los vales de 100 dólares no son suficiente para convencer a quienes dudan o no se quieren vacunar, así que están empezando a ponerse serios.
El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, ha anunciado que a partir del 13 de septiembre todos los empleados municipales tienen que estar vacunados o hacerse un test PCR semanal. Una de las razones que han animado a De Blasio es que algunos de los órganos de la ciudad muestran bajas ratios de vacunación. En el Departamento de Policía, solo se ha inmunizado el 43% del personal, por debajo del 70% de la media neoyorquina. En el Departamento de Correcciones, un 42%. La Administración neoyorquina suma 340.000 funcionarios.
California hará lo propio con los funcionarios estatales y, a nivel federal, el Departamento de Asuntos Veteranos también exigirá a sus empleados una prueba de vacunación (sin la opción de la PCR semanal). Como apunta Axios, más de 50 asociaciones médicas piden que la vacuna sea obligatoria para los trabajadores sanitarios, un asunto espinoso que ha generado una demanda (luego desestimada) en el estado de Texas. El ritmo de inmunización ha pasado de los cuatro millones de pinchazos diarios en abril a estar algo por encima del medio millón diario.
Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la contagiosa variante delta es responsable del 83% de los nuevos casos de covid en EEUU. Infecciones que están volviendo a llenar los hospitales de Utah y de algunos condados de Florida, el estado que reúne una quinta parte de los casos. Los hospitales confirman que casi la totalidad de los contagios se da entre los no vacunados.
La situación está generando palpables niveles de frustración y enfado entre quienes sí se pusieron la vacuna, como indican las viñetas de los periódicos, las columnas airadas o los habituales debates que se escuchan en un bar o entre amigos. El hecho de que no se alcance la añorada inmunidad de grupo también tiene consecuencias para los vacunados: aunque las posibilidades de enfermar sean mucho menores, todavía existen y todos los días se informa de casos, algunos de ellos fatales.
Pese a la evidente nueva ola, los números aciagos continúan lejos de los máximos marcados el pasado invierno: un día de febrero se llegaron a registrar más de 5.000 muertes por covid. La media de la última semana es de 275. Lo mismo sucede con los contagios. En enero, se llegaron a dar casi 250.000 al día; esta semana, varían entre 30.000 y 60.000. El antiguo director del CDC Tom Frieden alerta sin embargo de que si las cosas continúan así, podríamos volver a ese rango de 200.000 al día.
El CDC, después de relajar las restricciones esta primavera, ha vuelto a recomendar que se lleve la mascarilla en lugares concurridos y el Gobierno de Joe Biden, pese a las presiones personales de la canciller alemana, Angela Merkel, ha anunciado que mantendrá la prohibición de viajar desde el espacio Schengen hasta nueva orden. Un chasco para la industria de transporte y turística, y para los europeos que tenían previsto viajar a Estados Unidos por razones personales o profesionales.
Por
Argemino Barro. Nueva York
02/08/2021 - 05:00
¿Cómo inmunizar a los escépticos en EEUU? Con "la vacuna de Trump" (elconfidencial.com)
www.elconfidencial.com/mundo/2021-08-02/vacuna-eeuu-partido-republicano-trump_3205252/