Imagina por ejemplo que se estropea tu frigorífico y puedes imprimir la pieza de repuesto que necesitas. Supondrá un cambio en el modelo de distribución, como ocurrió con el de la música.
Llevamos meses leyendo noticias sobre las maravillas y posibilidades de la impresión en 3D. Este sistema se vaticina como la clave para el futuro de la investigación en todos sus campos, de la industria manufacturera, de la armamentística… Rara es la semana en la que no conocemos una nueva utilidad de las impresoras en tres dimensiones.
Sin embargo, a pesar del aumento constante de las expectativas, su uso no se ha generalizado aun todo lo que cabría esperar. El motivo, según ha dicho Duann Scott en Quartz, son las patentes, que de momento restringen el uso de una tecnología conocida como sinterización láser selectiva (selective laser sintering o SLS). Esta técnica está considerada la base de la nueva generación de impresoras 3D, ya que consigue una precisión y definición mayor y permite trabajar con varios materiales distintos.
La SLS fue desarrollado en los años 80 por el Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Texas, y consiste en utilizar un láser de alta potencia para fundir pequeñas partículas de plástico, metal cerámica o cristal, dándoles la forma deseada a partir de un diseño tridimensional.
Los fabricantes, que conocen las ventajas de este sistema, esperan con paciencia a que llegue febrero de 2014, momento en el que expiran las patentes de los sistemas de impresión en 3D basados en la SLS. Al caducar las patentes, bajarán los precios y aumentará la cantidad y la calidad de la oferta, haciendo mucho más accesible los dispositivos.
Es lo mismo que ocurrió en el año 2009, cuando vencieron las patentes para la anterior generación de impresoras 3D, basadas en el modelado por deposición fundida (FDM). Gracias al abaratamiento de la tecnología, surgieron las primeras empresas dedicadas a comercializar estas impresoras, dando lugar a un incipiente uso por parte de particulares, emprendedores y pequeñas empresas. En unos años, los dispositivos con tecnología FDM han pasado de costar miles de dólares a costar solo unos cientos.
El precio, un obstáculo para los particulares
Los expertos prevén que dentro de uno o dos años estemos viviendo de nuevo este fenómeno, aplicado a la SLS. Lorenzo Chavalet, fundador de Marcha Technology, una compañía española que se dedica a la fabricación y venta de impresoras en 3D, ha comentado con Teknautas que están a la espera del vencimiento de las patentes el año que viene. “Digamos que ya lo estamos cocinando. Esperamos que se reduzcan los precios porque habrá menos trabas para la fabricación”, ha dicho.
Según Chavalet, el precio de estos dispositivos hoy en día –el modelo que fabrica Marcha Technology cuesta 1.990 euros- hace que su adquisición no esté al alcance de muchos particulares. Ahora mismo, los compradores son sobre todo pequeñas empresas con talleres de diseño de prototipos. La opción para los demás es enviar los diseños a empresas y otras organizaciones que se encargan de imprimirlos. Es a lo que se dedica RepRapBCN, un proyecto de la Universidad Politécnica de Catalunya que, además, organiza seminarios y cursos de formación para estudiantes de ingeniería sobre las distintas tecnologías para imprimir en 3D.
Chavalet comenta que estas técnicas están encontrando un hueco importante en el sector sanitario. “Los materiales con los que fabricamos son rechazados por el cuerpo, de forma que de momento no podemos hacer prótesis, por ejemplo. Pero sí podemos hacer modelos de huesos y articulaciones: con una imagen en 3D de un hueso roto podemos hacer una réplica, de forma que si el cirujano tiene que operar y poner un tornillo, puede estudiarla antes de hacer la intervención y saber qué se va a encontrar”, ha señalado, mencionando también las aplicaciones educativas de estos sistemas, utilizados para mejorar la comprensión de los estudiantes sobre temas como ingeniería mecánica: “si tú les explicas algo sobre mecánica de los engranajes, por ejemplo, y luego se lo muestras en la práctica, les ayudas a aprender mejor”.
Una impresora 3D en cada casa
El empresario prevé que con el fin de las patentes y el abaratamiento de los costes –que podría bajar el precio de sus dispositivos hasta por debajo de 1.000 euros, señala-, la expansión de las impresoras 3D se convierta en algo imparable, y espera que dentro de unos años podamos encontrar una en cada casa, igual que ahora es raro el hogar que no cuenta con una impresora de papel.
“Está clarísimo que será así. El precio actual de estos dispositivos los mantiene fuera del alcance de muchos particulares, pero esto va a cambiar pronto, y las posibilidades son muchas. Imagina, por ejemplo, que se estropea tu frigorífico y que puedes descargar los planos de la pieza de repuesto que te falta e imprimirla. Supondrá un cambio en los modos de distribución similar al que hemos visto en el modelo de la música”, ha dicho Chavalet a Teknautas.
Puede que hasta ahora, el objeto fabricado en 3D a nivel casero más conocido haya sido la polémica Liberator, un arma creada por un estudiante estadounidense. Pero lo cierto es que las posibilidades que ya conocemos son muy variadas: Chavalet apunta a la fabricación personalizada de juguetes, la empresa Kor Ecologic anunció en mayo de este año el primer coche montado con piezas impresas en 3D, y varias empresas en todo el mundo ya han comenzado a vender réplicas de fetos. Dentro de solo unos meses, estas ideas estarán acompañadas por miles más, gracias a la democratización -quizá esta vez masiva- de la impresión tridimensional.
Rocío P. Benavente 31/07/2013 (06:00)
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