Emmanuel Macron, Theresa May y Angela Merkel en Bruselas la semana pasada.
A MEDIDA QUE AUMENTA LA PRESIÓN SOBRE LA UE, LA HOSTILIDAD DE LA CASA BLANCA PODRÍA REFORZAR MÁS LA UNIÓN DEL BLOQUE EUROPEO
La UE está infectada por una "lepra populista"; su destino pende de un hilo; las grietas en la organización se están extendiendo. Estos no son los desvaríos de un partidario crédulo del Brexit, sino las opiniones de, respectivamente, el presidente de Francia, la canciller de Alemania y el presidente de la Comisión Europea.
Emmanuel Macron, Angela Merkel y Jean-Claude Juncker hicieron estas declaraciones antes de la cumbre de la UE de la semana pasada. Tras el acuerdo alcanzado sobre la inmigración, los tres líderes señalaron que se habían conseguido ciertos progresos. Pero las presiones internas sobre la UE están aumentando. Dado que políticos populistas y nacionalistas están en el poder en Italia, Polonia, Hungría, Austria y Eslovenia, cada vez es más difícil llegar a un consenso. Sin duda, habrá más disputas sobre la inmigración, la reforma de la eurozona y el presupuesto de la UE.
Las presiones externas también están aumentando. La hostilidad de Donald Trump hacia la UE es más clara cada día. La semana pasada, el presidente de Estados Unidos dijo en Twitter que la UE estaba "preparada para aprovecharse de EEUU", una notable desviación de la actitud de apoyo tradicional de Estados Unidos al bloque. Dentro de dos semanas Trump celebrará su primera cumbre con otro líder que tiene una animadversión considerable contra la UE:
el ruso Vladimir Putin. Los líderes políticos europeos tienen motivos para temer lo peor de esta reunión.
Si Trump cumple su amenaza de imponer grandes aranceles a los automóviles europeos, las presiones sobre los líderes de la UE aumentarán. Sin embargo, por extraño que parezca, el gobierno de Trump puede estar haciendo un favor al bloque. Justo en el momento en que las tensiones internas entre los 28 estados miembros están aumentando, Estados Unidos les está recordando lo importante que es que adopten una actitud de defensa colectiva de los intereses europeos.
Los líderes europeos son muy conscientes de que la estrategia de Estados Unidos frente a la UE (así como la de China y Rusia) probablemente tenga el objetivo de "dividir y gobernar". Con 28 gobiernos nacionales (que pronto serán 27) y una estructura de gobierno pesada, la UE es un objetivo tentador para tales tácticas. Pero a pesar de todas sus diferencias, los líderes del bloque son conscientes de lo importante que es a nivel estratégico que se mantengan unidos en materia de comercio, especialmente ante la posibilidad de una guerra comercial global.
Los países pequeños están a merced de la presión estadounidense sobre el comercio. Pero la economía de la UE en conjunto es más grande que la de Estados Unidos. La magnitud del mercado interno europeo ofrece a sus miembros cierta forma de protección frente a la intimidación de Washington, así como la posibilidad de tomar represalias importantes. De hecho, en Bruselas se están preparando otras medidas de represalia en caso de que Estados Unidos continúe con sus amenazas a la industria automovilística europea.
Un hecho que refleja que la UE es consciente del valor estratégico y económico de su mercado interno es la posición fuerte y unificada que ha asumido en las negociaciones sobre el Brexit. Los intentos británicos de "elegir" algunos de los beneficios que les aporta el mercado interno han sido firmemente rechazados. En un momento en que hay división de opiniones en muchos otros asuntos, la UE de los 27 parece estar saboreando su unidad y su poder en las negociaciones sobre el Brexit.
Es muy importante que la UE se muestre fuerte, porque las grietas que se han cerrado en la cumbre de Bruselas la semana pasada se abrirán pronto de nuevo. El plan para crear centros de control para los solicitantes de asilo dentro y fuera de la UE conlleva grandes obstáculos prácticos, políticos y legales y no dice en qué países estarán los centros y dónde se reasentará a los migrantes (a los que puedan quedarse y a los que no). El paquete de reformas de la eurozona también parece escaso. Y se avecina una batalla aún mayor, ya que el bloque está empezando a negociar el próximo presupuesto.
La marea populista podría aumentar más, porque partidos nacionalistas como los demócratas suecos y la Alternativa para Alemania siguen avanzando en las encuestas. Las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, un territorio ideal para el voto de protesta, podrían cambiar drásticamente la situación en Bruselas. En ese caso, la estrategia federalista tradicional de pedir un fortalecimiento de los poderes del Parlamento podría ser muy contraproducente. Los bárbaros estarían dentro de las puertas.
Como han insinuado Merkel y Macron, es posible que estas presiones crecientes, internas y externas, provoquen que la UE se desintegre. Si la UE no puede conseguir que su acuerdo migratorio funcione, los países recurrirán cada vez más a acciones unilaterales, sobre todo a restaurar los controles fronterizos para detener los flujos internos de migrantes. Eso pondría en peligro la preciada zona Schengen de libre movimiento de personas sin pasaportes. Y no hacer reformas profundas en la eurozona también podría contribuir a la ruptura del euro.
Pero los riesgos que conlleva la ruptura de la moneda única probablemente sigan constituyendo una fuerte restricción para el radicalismo de los populistas. La UE tiene una notable capacidad para que personas ajenas a su causa se conviertan en miembros del club. Un ejemplo es la transformación de Alexis Tsipras, el primer ministro de Grecia, que en tres años ha pasado de ser un socialista agitador a un federalista europeo que habla con suavidad y reduce impuestos.
Es muy posible que la generación actual de populistas sufra transformaciones similares a medida que se dé cuenta del valor que tiene pertenecer a la UE y los riesgos que conlleva dividir el club. De ser así, la UE podría librarse de su problemático ataque de lepra y frustrar a los críticos una vez más.
POR GIDEON RACHMAN
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