Empleados de Nippon Steel &Sumitomo Metal en Tokio (Kim Kyung-Hoon / Reuters)
El Gobierno mantiene una cruzada para limitar el tiempo de trabajo y mejorar la productividad
Es una de las imágenes más icónicas de Tokio. Cada mañana, hordas de oficinistas trajeados se apelotonan en el transporte urbano, a empujones si hace falta, para llegar a su lugar de trabajo, el centro sobre el que gravitan sus vidas (incluso por encima de amigos o familia).
En sus puestos, los nipones destacan por su disciplina, orden y respeto a la jerarquía. También por su entrega desmedida, hasta el punto de que son el país que menos duerme del mundo –45 minutos menos que la media internacional–, de los que más horas extra hacen y donde sólo cogen de media nueve días de vacaciones pagadas al año, la mitad de lo que les corresponde.
El mercado laboral
‘Karoshi’, la muerte por exceso de trabajo: supuso 190 muertes el año pasado
Pero este afán por dejarse la piel por la empresa es llevado en ocasiones al extremo, hasta el punto de que a algunos les cuesta, literalmente, la vida. No se trata de casos aislados, sino de un mal tan frecuente que hasta tienen una palabra específica para definirlo: karoshi (“muerte por exceso de trabajo”). Entre sus víctimas se cuentan aquellas personas a las que la sucesión de largas jornadas laborales, sin descanso, les imponen tal carga física y mental que terminan falleciendo súbitamente (ataque al corazón, derrame cerebral, etcétera) o suicidándose.
Tratado como un accidente laboral más, si un juez determina que se trata de un caso de karoshi, la familia del finado tiene derecho a ser recompensada por el Estado y por la empresa, con casos en los que se ha llegado a pagar hasta 1,4 millones de euros. Según datos del Ministerio de Trabajo, 190 personas sufrieron esta suerte en el 2017, guarismo similar al de años pasados, aunque algunos especialistas creen que la cifra real es mayor.
Costumbres
No hay que irse de la oficina antes que el jefe, aunque la productividad no mejore
No es un problema fácil de atajar. La cultura laboral del país, similar a la de otros estados asiáticos, establece que los empleados no pueden dejar sus puestos antes de que lo haga el jefe, quien a su vez mete más horas de las que debería para demostrar su dedicación a la empresa. Como resultado, hay días en los que los trabajadores pueden pasarse hasta 10 o 12 horas en la oficina, sin que ello mejore la productividad, la más baja de las economías del G-7.
Según una encuesta gubernamental del 2016, alrededor de una cuarta parte de las empresas preguntadas requieren a su personal trabajar más de 80 horas extra al mes –una cantidad que marca, según el Ejecutivo tokiota, el listón del riesgo mortal–, y hay casos que superan sobradamente las 100.
Ante esta situación, el Gobierno de Shinzo Abe ha ido tomando algunas medidas. Hace unos meses, se aprobó una ley que limita las horas extraordinarias a menos de 100 horas al mes y menos de 720 al año y prevé sanciones para aquellas empresas que violen los límites.
El plan también busca mejorar la productividad en las horas de oficina y que puedan regresar antes a casa, algo con lo que esperan facilitar la incorporación de la mujer al mercado laboral. “La ley ha sido promulgada para permitir que las personas tengan diferentes estilos de trabajo, incluso cuando crían niños o cuidan de personas mayores”, aseguró el premier.
Imprescindible
El karaoke, aquí festivo, forma parte del trabajo en forma de ‘afterwork’ con los jefes
En el 2017, también se pusieron en marcha –sin demasiado éxito– los llamados premium friday , una campaña que pretende que los empleados se tomen libre la tarde del último viernes de cada mes (para, de paso, aumentar el consumo).
Por su parte, algunas oficinas gubernamentales locales como la de Toshima han optado por apagar las luces a las 7 de la tarde para indicar que ya es hora de acabar la jornada. “Queremos que las personas sean más eficientes y productivas para que todos puedan proteger y disfrutar de su tiempo libre. Queremos cambiar el entorno laboral”, aseguró el director de la oficina, Hitoshi Ueno.
Para el español Alfonso Martín, de Union Liquors, el Gobierno está tratando de “fomentar la productividad en el tiempo de trabajo, rentabilizar tus ocho horas y no quedarte luego porque sí”. Y señala que las nuevas políticas permiten elegir incluso a la hora de ir a tomar algo con los compañeros (y el jefe) al salir de la oficina, una norma no escrita de muchas empresas. “Ahora hay más libertad, el que no quiere ir no va, y punto”, añade.
Medida excepcional
Los diez días de vacaciones por el nuevo emperador, mal vistos
Pero aunque poco a poco van calando nuevos modelos, se necesita de más tiempo para modificar una cultura laboral tan arraigada. Basta ver lo sucedido con los diez días de vacaciones decretados a escala nacional con motivo de la entronización del nuevo emperador Naruhito hace tres semanas. Según diferentes estudios, la mitad de la población aseguró no desear tener tantos días de asueto. Si un diario la calificaba como “la idea más ridícula del siglo”, en las redes sociales no salía mejor parada, y se la criticaba por “producir agobio con tanto tiempo muerto”.
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