sábado, 29 de agosto de 2020

Los diez únicos países del mundo a los que no ha llegado el coronavirus

 Los diez únicos países del mundo a los que no ha llegado el coronavirus

El virus no ha llegado a estas remotas y paradisíacas islas de de la Polinesia, pero sus consecuencias económicas sí lo han hecho



El paraíso terrenal, según el diccionario, es “un lugar de felicidad completa donde van las almas justas”, “un lugar agradable en el que se es feliz”, “un lugar que reune todas las características ideales para un grupo de personas”. El mundo en que vivimos podría también decirse que es un lugar al que no ha llegado la Covid-19, y donde por tanto no se impone el uso de la mascarilla bajo amenaza de multa, y los niños pueden ir tranquilamente al colegio, y abrazar a sus abuelos, y ningún amigo se queda descolgado de una cena porque solo están permitidas reuniones de diez personas.

De acuerdo con esta definición contemporánea, en el mundo quedan solo diez paraísos: las islas Pa­laos, Micronesia, Nauru, Kiribati, las islas Marshall, Tonga, Samoa,TuvaluVanuatu y las islas Salomón. Son los únicos países a los que aún no ha llegado el virus, gracias a su ubicación remota en medio del Pacífico y a que desde marzo tienen las fronteras cerradas a cal y canto.

Para combatir la crisis y adelgazar la deuda nacional, Vanuatu vende la nacionalidad por cien mil euros

Cuando hace cinco meses el seminarista inglés Sam Rylands se quedó atrapado en Honiara, la capital de las islas Salomón, pensó que era una desgracia y rogó al Gobierno británico que lo repatriara. Estaba convencido de que si el coronavirus encontraba el modo de colarse, sería un desastre por la falta de camas de cuidados intensivos en los pocos hospitales que hay. Pero ha pasado la primavera, y casi el verano, y la Covid-19 sigue sin hacer acto de presencia. Poniendo las cosas en perspectiva, hay muchos sitios peores en los que el cura podía haber pasado esta temporada. Como por ejemplo su casa de Bristol.

Pero nada es perfecto, ni siquiera el paraíso, terrenal o de cualquier otro tipo. Si países mucho más potentes como Nueva Zelanda (con una mínima incidencia de la enfermedad) se plantean cuánto tiempo pueden sobrevivir cerrados a cal y canto, y si vale la pena, lo mismo ocurre en la Polinesia. Se trata en muchos casos de naciones que viven del turismo, y cuyas economías se han resentido mucho. El PIB de Vanuatu ha caído un 9.8% desde marzo; el de las islas Palaos, un 9.5%; el de las islas Salomón, un 6%; el de las Marshall, un 5.5%, y el de Samoa, un 5%. Los hoteles han cerrado, y sus trabajadores se dedican a hacer reparaciones y tareas de mantenimiento, pero hasta las cosas que hay que arreglar se acaban.

Vivir en una burbuja es complicado, aunque te libre de la plaga, y los dirigentes de estos paraísos del Pacífico se plantean como posible salvación de cara al otoño la creación de corredores aéreos con Australia y Nueva Zelanda para que lleguen turistas de Oceanía con sus divisas. Pero esa solución parece lejana, porque los gobiernos de Auckland y Canberra experimentarán primero la fórmula entre ellos dos, antes de abrirse a los vecinos.

Las islas Marshall, repartidas en una enorme extensión de cuatro mil kilómetros, dependen de la pesca además del turismo, y todos los barcos procedentes de países infectados (es decir, casi todos los del planeta) tienen prohibido atracar en sus puertos, y hasta los que transportan combustible, contenedores y bienes de primera necesidad han de pasar una cuarentena en aguas internacionales antes de recibir el visto bueno para entrar.

Las autoridades de Vanuatu han recurrido a la imaginación para solventar los problemas económicos derivados del doble golpe de la pandemia y del ciclón Harold , que causó muchos daños en abril, y venden la nacionalidad del país por cien mil euros. La iniciativa ha tenido tanto éxito que 650 personas han adquirido del pasaporte desde principios de año, superando todas las previsiones y permitiendo pagar buena parte de la deuda acumulada. Cuatro de los beneficiarios, de nacionalidad china, fueron detenidos a instancias de la Interpol por estar involucrados en una trama de falsificación de moneda. Es lo que tiene vender entradas al paraíso...

Los españoles no necesitarían pagar un buen pellizco por el pasaporte de Vanuatu, capital Port Vila (que suena a catalán), de no haber vendido en 1899 a Alemania por 25 millones de pesetas sus últimos reductos coloniales en la Polinesia, donde había puesto el pie en los siglos XV y XVI, pero no los utilizaron nunca excepto para enviar misioneros. Hay quien sostiene que los atolones de Guedes y Pescadores, Coroa y el islote Matador (parte de Micronesia) son técnicamente España porque no se hace mención de ellos en el tratado Hispano-Germano. Algunos están hundidos o deshabitados, pero hasta allí se sabe que Messi se quiere ir del Barça. En el paraíso no hay secretos.