Galen Crout
La leyenda del Sakura es milenaria procedente de Japón, deja un hermoso mensaje sobre el amor y sobre cómo superar los límites.
Una bonita leyenda japonesa se basa en la flor de Sakura y en la mujer más importante de la historia y la literatura en Japón: Shizuka Gozen.
Shizuke fue el gran amor en vida de Yoshitsune, hermano del emperador Yoritomo, y quiso seguirlo después de que ese fuera condenado al exilio por enfrentarse a su hermano. Shizuke bailó una danza ante las principales familias nobles, y confesó su amor por Yoshitsune, lo cual enfureció tanto a Yoritomo que planeó matarla.
Pero la mujer del emperador, conmovida, salvó a Shizuka, que emprendió un largo camino para encontrar a su amado. En el pueblo de Miasa Oshio enfermó y murió. Tenía 31 años y llevaba consigo una rama de árbol Sakura que hizo brotar de la tierra un árbol que aún se mantiene majestuoso en ese pueblo de la prefectura de Nagano.
La leyenda de Sakura inició en el antiguo Japón. Los señores feudales libraban batallas en las que morían muchos guerreros, llenando a todo el país de tristeza.
Sin embargo, había un hermoso bosque que la guerra no había podido alcanzar. Estaba lleno de árboles frondosos.
En ese bosque había, sin embargo, un árbol que nunca florecía. Estaba lleno de vida pero en sus ramas nunca aparecían las flores.
A este particular árbol, los animales no se le acercaban por miedo. La hierba tampoco crecía a su alrededor. Según la leyenda, un hada de los bosques se conmovió al ver a aquel árbol que parecía viejo.
Una noche el hada apareció junto al árbol y con nobles palabras le hizo saber que quería verlo frondoso. Le hizo una propuesta. Ella, con su poder, haría un hechizo que duraría 20 años. Durante ese tiempo, el árbol podría sentir lo que siente el corazón humano.
Gracias al hechizo podría convertirse tanto en planta como en ser humano, indistintamente, cuando así lo deseara. Sin embargo, si al cabo de los 20 años no lograba recuperar su vitalidad y brillo, moriría inmediatamente.
El árbol probó quedarse un largo tiempo como hombre, para ver si las emociones humanas le ayudaban en su propósito de florecer. Sin embargo, a pesar de buscar a su alrededor, solo veía odio y guerra. Entonces, prefería ser árbol.
El tiempo pasó, el árbol seguía como siempre y no encontraba entre los humanos nada que lo librara de su estado. Sin embargo, una tarde que se convirtió en humano, caminó hasta un arroyo cristalino y allí vio a una hermosa joven. Era Sakura. Impresionado por su belleza, se acercó a ella.
Sakura fue muy amable con él. Para corresponderle, él le ayudó a cargar el agua hasta su casa, que quedaba cerca. Conversaron con tristeza del estado de guerra en el que se encontraba el Japón y con ilusión de sus sueños.
Cuando Sakura le preguntó su nombre, al árbol solo se le ocurrió decirle “Yohiro”, que significa “esperanza”. Se hicieron muy amigos. Todos los días se encontraban para conversar, para cantar y para leer poemas y libros de maravillosas historias.
Un día Yohiro le confesó su amor a Sakura. También le confesó quién era en realidad: un árbol atormentado, que ya pronto iba a morir porque no había logrado florecer. Sakura quedó muy impresionada y guardó silencio. El plazo de los 20 años estaba por cumplirse. Yohiro, que volvió a tomar la forma de árbol, se sentía más triste cada vez.
Una tarde, Sakura llegó a su lado. Lo abrazó y le dijo que ella lo amaba también. Entonces, el hada apareció de nuevo y le pidió a Sakura que eligiera si quería seguir siendo humana, o fundirse con Yohiro en forma de árbol.
Ella miró a su alrededor y recordó los campos desolados por la guerra. Eligió fundirse para siempre con Yohiro. Se convirtieron en uno solo. El árbol entonces, floreció.
La palabra Sakura significaba “Flor de cerezo”, pero el árbol no lo sabía. Desde entonces, el amor de ambos perfuma los campos del Japón.