En 1997 personas sanas enfermaron en Hong Kong por comer pollo. Surgió la letal gripe aviar H5N1. (ArtistGNDphotography / Getty)
Las enfermedades transmitidas de animales a humanos se triplican desde hace más de medio siglo
La carne avícola ha pasado de 9 a 122 millones de toneladas en el mundo entre los años 60 y hoy; los huevos de 15 a 87 millones; la cantidad de pollos, de poco menos de 4.000 a 20.000 millones. Pero las granjas de pollos tambiénpueden ser “armas de destrucción masiva”, según dice el veterinario David Waltner-Toews, y todo porque las nuevas y “emergentes” pandemias, esta vez en la boca del también veterinario y epidemiólogo Luis Martín Otero, hoy casi siempre tienen su origen en los animales.
¿Exageran?
Pasen y lean.
La H5N1, más conocida como la gripe aviar, y antes la enfermedad de las vacas locas, no habrían hecho más y más que avisar de ello en los años 1990. Los números hablan por sí solos: “Más del 65% de los agentes que infectan a los humanos, proceden de los animales. Y este porcentaje ha aumentado en los últimos 30 años”, explica a La Vanguardia Pedro Arcos, epidemiólogo, director de la unidad sobre Emergencias y Desastres de la Universidad de Oviedo y expresidente de Médicos Sin Fronteras en España (MSF).
Los datos la confirman.
Desde mediados del siglo XX, lo que los científicos llaman las enfermedades zoonóticas, que saltan de especie a especie y entre ellas a los humanos, no han dejado de crecer, hasta multiplicarse por tres, con el consiguiente “riesgo de epidemia o pandemia, especialmente si estas son nuevas o si han saltado recientemente de un animal al hombre y si se transmiten por vía aérea”, continúa Arcos. Se citaba en un artículo en la revista Nature en el 2008 y se reafirma en el último decenio, sobre todo, por la crisis sanitaria más actual y global, la de la Covid-19.
Y es que del coronavirus 19 aún se desconoce de la mano de qué animal dio el salto al primer afectado por esta enfermedad en China. ¿Fue el pangolín? ¿O el murciélago? ¿Quizá otro? Fuera cual fuera, este virus ya se une a los otros nombres ilustres de la zoonosis; aquellos que no sólo nos suenan, sino que se temen.
Ahí está la retahíla de enfermedades entre las que destacan el ébola, la fiebre amarilla o la rabia. Incluso con una menor capacidad epidemiológica la triquinosis, la salmonella, la tuberculosis, la brucelosis o la toxoplasmosis, por ejemplo. Pero hay más. Hay virus, bacterias, hongos, parásitos e incluso simples fragmentos de proteína como los priones. Todas tienen un origen animal. Y todas tienen a los humanos como sus dianas. El 75% de las enfermedades emergentes –y entre ellas se añade al VIH–, tienen origen animal según el Colegio de Veterinarios español.
El miedo, sin embargo, está en tu plato.
La primera alarma se disparó con la carne de bovino en la década de 1990. La enfermedad de las vacas locas se podía transmitir al comer vacuno. Hasta el momento ha habido alrededor de 200 personas afectadas. Y miles de reses han sido sacrificadas.
El peligro de una epidemia global sonó, también, a finales de esa década, en 1997, cuando personas sanas empezaron a enfermar en Hong Kong por consumir carne de pollo. Fue un shock para los virólogos: un virus que antes sólo infectaba a pájaros, el H5N1, había dado el salto a los humanos tras adaptarse para infectar a los pollos. Ha tenido entre un y dos centenares de víctimas, sobre todo en Asia. La H5N1, frente a la actual Covid-19, sin embargo tiene un ratio de mortalidad muy alto, de casi el 50% de los contagiados.
¿Y quién no come pollo en el mundo?
Es básico en dietas mayoritariamente vegetarianas como la india, Latinoamérica, Extremo Oriente y en la comida más saludable, así como industrial, de los países occidentales. Es la razón por la que la carne de abasto, la de los animales que se tratan de una manera industrial para su posterior consumo humano, no ha dejado de crecer y crecer a nivel global. Y España no es una excepción.
Manuela Castillo, profesora titular de economía agrícola de la Universidad de Córdoba, nos muestra la escala: “En general las explotaciones agrarias crecen en dimensión en el tiempo a través de un proceso clásico de reestructuración: titulares que abandonan la producción (mayores sin relevo generacional y explotaciones pequeñas), liberando tierra hacia otras explotaciones. En la ganadería intensiva, en cambio, como la tierra no es una restricción al crecimiento empresarial, ha habido aumento que especialmente se ha dado en las granjas porcinas”, señala.
He aquí el peligro: “Cuando se producen animales en masa de forma industrial, aunque el proceso se haga de forma rigurosa desde el punto de vista higiénico-sanitario, hay un riesgo aumentado de zoonosis, simplemente por un fenómeno de agregación. Podríamos decir que las granjas pequeñas tienen brotes, las granjas grandes epidemias, y, en los procesos de producción en masa, hay más riesgo de pandemias por agentes zoonóticos”, señala Arcos.
Aragón, por ejemplo, sacrificó este mes de julio a casi 100.000 visones de una granja. El 87% de los analizados dieron positivo por la Covid-19. También siete trabajadores. Aún no está claro el orden del contagio, de animales a humanos o viceversa.
Pero hay más. Y el aviso vuelve a sonar.
Mundo global, problema global
Otro de los temores son las consecuencias del mundo global: la producción a gran escala de alimentos implica un mayor riesgo, porque como repiten los expertos, el alimento producido a gran escala normalmente tiene una distribución también global o casi global que puede requerir una cadena de frío y el control de la distribución, conservación y venta en lugares muy diversos y con un grupo de consumidores potencialmente expuestos muy grande y disperso.
“A mayor tamaño del proceso, mayores riesgos”, relata Arcos. Y Martín Otero, coordinador de la Red Española de Laboratorios de Alerta Biológica del ministerio de Ciencia y Tecnología en el Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (Visavet) de la Universidad Complutense de Madrid, añade: “El control veterinario está para evitarlo y controlarlo, pero espacios como los huevos aviares, con el calor y por su cantidad de proteínas, son un caldo de cultivo de virus... Es un problema de salubridad y de manipulación. Aunque aquí la industria está muy controlada. Otra cosa es meternos en hábitats que nos son ajenos, con enfermedades restringidas en espacios, hasta ahora, no accesibles. Vamos a sitios que no nos corresponden”, concluye.
Las granjas más pequeñas tienen brotes y las grandes epidemias; en las que producen en masa hay riesgo de pandemias por agentes zoonóticos
Precisamente porque el mundo global parece difícil de parar, la Organización Mundial de la Salud junto junto a la FAO y la Organización Internacional de Salud Animal han organizado un sistema internacional de vigilancia epidemiológica de zoonosis. Y, a la contra, se han dado iniciativas como el OneHealth, para controlar la salud animal en pos de la salud de los humanos porque ambas son “una sola salud”.
Con todo, son varios los consorcios internacionales que, desde hace años, trabajaban en prepararse para la llamada enfermedad X, la siguiente en producir una pandemia. La Covid-19 es ahora esta enfermedad, pero, por los antecedentes de otros coronavirus, hace tiempo que se prevé que haya más.
Se teme el uso de la zoonosis en el bioterrorismo
Luis Martín Otero, coordinador de la Red Española de Laboratorios de Alerta Biológica en el Visavet de la Universidad Complutense, relata “el problema”: “Hay enfermedades animales que no saltan a los humanos, como la peste porcina africana, y otras muchas que sí. Pero en el bioterrorismo el 95% de las enfermedades son zoonosis. Su manipulación afecta a la ganadería, a la economía y, luego, pasa al ser humano. Una jugada perfecta”, señala.
Hasta el momento, al menos que se sepa, no se ha producido ningún ataque del tipo de zoonosis importante, salvo el de ántrax en EE.UU. en el 2001, se sospecha que de la mano de un científico luego suicidado del centro de alta seguridad biotecnológica de Fort Detrick. Es decir, es una cosa al menos hasta ahora residual. Pero que añade un temor de futuro.
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