Fernando VII confiscaría el cuadro años después, y en 1815 la Inquisición secuestró la obra por «obscena» y levantó una causa contra Goya para saber las circunstancias de su gestación
Una leyenda urbana prácticamente irrompible sostiene que Goya usó a la Duquesa de Alba, protectora y amiga suya, quién sabe cuánto de íntima, como modelo para sus famosas majas, la vestida y la desnuda. Sin embargo, en 1945, el entonces Duque de Alba, Luis Martínez de Irujo, ordenó exhumar los restos de su famosa antepasada para terminar de una vez con el mito. Tres doctores en medicina concluyeron que la aristócrata no podía ser la modelo porque sufría una grave deformación de la columna vertebral (escoliosis) hacia el lado derecho, que le provocaba una notable elevación del hombro del mismo flanco. Además, para cuando se pintó la obra, atacada recientemente por un grupo ecologista, la aristócrata estaba ya muy enferma y envejecida, a sus 40 años.
Hoy, la teoría más aceptada es que el verdadero cuerpo retratado no fue otro que el de Pepita Tudó en base a que la primera noticia documental que se tiene de estas telas las sitúa en la casa de Manuel Godoy, en 1800. Esta mujer andaluza de padre militar inició una relación extramatrimonial con Godoy, secretario principal de Carlos IV. La discreción no se contaba entre las virtudes de esta mujer, cuya aventura con el Príncipe de la Paz perduró durante su matrimonio y colocó a ambas mujeres, esposa y amante, al mismo nivel público. El escritor Gaspar Melchor de Jovellanos, con ocasión de una comida que le ofreció Godoy en el palacio de Grimaldi por haber sido nombrado ministro de Gracia y Justicia, cargo que le duró cosa de un año, anotó la honda impresión que le supuso ver sentadas a la mesa a las dos mujeres, y al galán, en medio, como si de un sultán se tratara:
«A su lado derecho, la princesa; a su izquierda, Pepita Tudó. Este espectáculo acaba en mi desconcierto. Mi alma no pudo sufrirlo. Ni comí, ni hablé, ni pude sosegar mi espíritu. Huí de allí».
El Generalísimo se casó con la Condesa de Chinchón, la hija del infante Luis de Borbón, de modo que estrechó todavía más vínculos con la Familia Real. Godoy se sintió de esta forma un miembro de pleno derecho de los Borbones y empezó actuar con ademanes principescos, entre otros caprichos vistiendo con medias rojas, derecho reservado a la realeza, a los criados de su corte madrileña. Ella, sin embargo, se negó a participar de la estridencia de su marido. La Condesa de Chinchón se fue a vivir lejos de Godoy en 1808. Nunca quiso llamarse Princesa de la Paz, siempre Condesa de Chinchón. Y no quiso saber más de la hija que tuvo con Godoy, Carlota, apadrinada por los Reyes, que sí acompañaría a su padre en su éxodo por Europa.
Pepita falleció en su vivienda en septiembre de 1869, a los 90 años de edad, víctima de las quemaduras producidas por un brasero
La relación extramatrimonial pasó primero a ser oficiosa y, más tarde, oficial. Pepita y Godoy celebraron el 22 de julio de 1797 una boda secreta en la capilla de El Pardo y acompañaron a los Reyes Carlos y María Luisa a su exilio italiano en calidad de casados de pleno derecho. En 1832, Pepita convenció a su marido para trasladarse a París, donde Godoy se convirtió en anfitrión de los muchos español fugados de las fauces de Fernando VII. La esposa de Godoy adquirió propiedades, joyas valoradas en más de cuatro millones de francos y grandes deudas. En 1834, la Tudó regresó a Madrid por su cuenta. Falleció en su vivienda en septiembre de 1869, a los 90 años de edad, víctima de las quemaduras producidas por un brasero.
El secreto de una obra «obscena»
Todo lo relacionado con las Majas de Francisco de Goya, la vestida y la desnuda, que originalmente recibían el nombre de «gitanas» resulta un misterio. El primer dato que se tiene de su existencia es que Manuel Godoy fue su primer propietario. En la descripción de los bienes del palacio de Godoy realizado por el grabador Pedro González de Sepúlveda en 1800 se incluye: «Una [Venus] desnuda de Goya pero sin dibujo ni gracia en el colorido». La obra no era visible para las visitas. Entre el mito y la realidad, se dice que a través de un mecanismo moderno el cuadro de la Maja vestida podía ser intercambiado por el de Maja desnudo, que permanecía oculto salvo en ocasiones especiales.
En 1813, el inventario de los bienes incautados a Godoy aludía a «las Venus que pintó para el Príncipe de la Paz» y el francés Frédéric Quilliet las describió como «Gitanas». Fue más adelante cuando se empezó a especular con que se trataba de la Duquesa de Alba o, como defendió el pintor Pedro de Madrazo, que su modelo era Pepita Tudó. Fernando VII confiscaría el cuadro años después, y en 1815 la Inquisición secuestró la obra por «obscena» y levantó una causa contra Goya para saber las circunstancias de su gestación. Tampoco entonces se resolvió uno de los mayores enigmas de la historia del arte.
Lo más curioso del asunto es que el pintor de Fuendetodos obtuvo la absolución del tribunal a merced del cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga, su gran protector entonces y quien le iba a encargar obras maestras como 'La carga de los mamelucos' o 'El tres de mayo de 1808', al que, sin embargo, su parentesco no le convidaba a meterse en esas zarzas. Su hermana era la esposa de Godoy, quien detestaba el harén que su marido había montado.
El vago testimonio del pintor apuntó a que se trataba de una «gitanilla», amante de un monje «agonizante», que se ofreció a posar para las obras y cuyo asombroso parecido con la amante de Godoy hizo aconsejable su emplazamiento en una «cámara reservada». Mucha casualidad sería ese parecido siendo el propio Godoy quien encargó la obra…
