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El fabricante de la Roomba tendrá que hacer duros ajustes después de que se cancele su acuerdo con Amazon. Es la enésima prueba de cómo la industria china amenaza a Occidente
Cada vez que uno de los gigantes de Silicon Valley se prepara para extender un cheque y comprar una nueva empresa, suenan las alertas en medio mundo. En los últimos años, se ha larvado una patente desconfianza por parte de los reguladores de ambos lados del Atlántico hacia las megaoperaciones protagonizadas por las grandes tecnológicas. El temor se justifica en los posibles efectos secundarios que pueden tener estas multinacionales al fagocitar más y más empresas, convirtiéndose en una suerte de agujero negro para la competencia y la innovación. Todo esto ha derivado en que cada movimiento de este tipo sea escrutado concienzudamente y, en muchos casos, se convierta en un culebrón burocrático que parece que nunca va a llegar a su fin.
Esto quedó demostrado recientemente con Microsoft, que tuvo que sudar la gota gorda durante meses para defender la idoneidad de la adquisición de Activision-Blizzard, una transacción histórica que estuvo a punto de irse al traste.
Ante el riesgo de vivir algo parecido, Amazon ha decidido romper el acuerdo que tenía para comprar iRobot, suscrito en verano de 2022 por un valor aproximado de 1.700 millones. Este divorcio deja al fabricante de la Roomba en una situación muy delicada, que ya ha empezado a pasar factura. Para empezar, Collin Angle, fundador de la compañía y una de las grandes eminencias mundiales en inteligencia artificial y robótica, ha dimitido como consejero delegado. Ha firmado un contrato para seguir asesorando a sus sucesores durante unos meses, pero cuando expire se irá.
Llegan los recortes
El CEO no va a ser el único que va a perder el empleo, porque la empresa estadounidense ha anunciado que se van a eliminar casi 350 puestos de trabajo, una tercera parte de su plantilla. Ese sacrificio es la parte más dolorosa de una estricta hoja de ruta que se ha autoimpuesto iRobot para sobrevivir a las vacas flacas que asoman a la vuelta de la esquina.
Unos recortes que, en caso de que la operación hubiese llegado a buen puerto, nunca se ejecutarían. Esa era la principal razón de iRobot para ser parte del imperio fundado por Jeff Bezos: ganar pulmón financiero. La unión les habría dotado de unos recursos a los que solo pueden aspirar dejando de ser una empresa independiente. Entre otras cosas, podrían haber sido mucho más competitivos y reducir precios para competir con la jauría de fabricantes chinos que está devorando el mercado que ellos mismos crearon.
¿Qué razones tenía Amazon para comprar una empresa así? El primer diagnóstico, el más obvio, apuntaba a que lo que buscaba la plataforma de comercio electrónico era aumentar su oferta de dispositivos, que incluye desde altavoces inteligentes hasta tabletas, pasando por sensores de calidad del aire, alarmas o cámaras de vigilancia y videoporteros.
Esto, además de ser bastante lógico, es lo que, como desveló el WSJ hace unos días, parecía preocupar a Bruselas, donde se temía que el gigante del comercio electrónico acabase dando algún tipo de exclusividad o ventaja a su producto frente al de su competencia o que aprovechara su posición para ofrecer mejores condiciones que otros distribuidores. Otro de los hipotéticos riesgos que se dibujaban en el horizonte era que Alexa podía reservar algunas funciones exclusivas para las Roomba y cortar el riego a otras marcas.
Pero el tema de aumentar su portfolio de hardware no es lo único que ganaba la firma de Seattle con la compra. iRobot tiene una importante cartera de desarrolladores y de registros relacionados con la domótica, la inteligencia artificial y la robótica. Y, además, era una manera perfecta de obtener datos de millones de usuarios. Hay un episodio de 2017 que desveló el valor oculto de esta compañía. Un error de traducción en una entrevista de Reuters con el CEO hizo que en un solo día las acciones subieran un 21%.
En el texto en cuestión se recogía una supuesta afirmación de Angle que afirmaba que pretendía vender los mapas que crean las Roomba a compañías tecnológicas. La declaración fue corregida, pero dejó al descubierto que los famosos robots aspiradores eran una manera de que empresas como Amazon se colaran hasta la cocina de nuestros hogares.
Era bastante probable que todos estos intereses acabaran condicionando el veredicto de los reguladores. Aunque en los mentideros especializados apuntaban que podían dar su visto bueno, se daba por descontado que incluirían mucha letra pequeña y muchas restricciones, lo que iba a limitar el margen para poder rentabilizar y explotar la compra.
En estas condiciones, el negocio de iRobot resultaba bastante menos atractivo para Amazon, que ha acabado tirando la toalla. Las Roomba son, a día de hoy, los robots aspiradores más vendidos del mercado, pero cada día van perdiendo más terreno ante el avance de marcas asiáticas como Ecovacs, Roborock o Shark, por mencionar algunas.
Estos signos de desgaste ya se empezaron a sentir la pasada década. Según datos recogidos por Statista, en 2016 tenían un 64% de cuota de mercado. Cuatro años después, este porcentaje había caído hasta un 46%. No hay datos actualizados, pero se puede presuponer que esa cifra sea más pequeña en la actualidad. No en vano, el pasado año los ingresos de la firma se derrumbaron hasta suponer menos de 1.000 millones de dólares, la cifra más baja en varios ejercicios.
Angle, que ha tildado de decepcionante la cancelación del acuerdo, ha puesto en marcha un plan de contingencia para evitar el naufragio de la compañía tras recibir un varapalo de estas dimensiones. Hay más recortes que los despidos. Van a meter la tijera en los departamentos de Marketing y Ventas, donde pretenden ahorrar cerca de 30 millones anuales.
También se apretarán el cinturón en lo que se refiere al desarrollo y la investigación, donde esperan ahorrar varios millones externalizando los trabajos menos críticos, subcontratando estas labores en otras regiones donde sea más económico. Además, se cancelarán todos los proyectos que no tengan que ver estrictamente con lo que sea fregar o aspirar el suelo.
El objetivo de todo esto no es otro que quitarse algo de peso de encima para estar en mejores condiciones de competir contra las factorías asiáticas, que tienen la capacidad de crear productos mucho más baratos gracias, en parte, a tener acceso a una mano de obra mucho más asequible.
iRobot y las previsiones de Musk
La crisis que atraviesa iRobot es un mal que ya se ha vivido en otras industrias y categorías de producto. Pero también es un respaldo a una de las predicciones de Elon Musk que más han dado que hablar en los últimos tiempos.
¿Qué pinta el CEO de Tesla y el dueño de Twitter en todo esto? El magnate de origen sudafricano lanzó una especie de bengala de auxilio ante el nivel que han demostrado fabricantes chinos de automóviles como BYD. "Si no se establecen barreras comerciales, demolerán a la mayoría de las compañías de automóviles en el mundo. Son extremadamente buenos", dijo Musk en una declaración que llamó la atención dado que es considerado uno de los grandes adalides del neoliberalismo.
Como muestra un lunar. El pasado agosto en España, Dacia veía cómo, tras varios meses liderando los rankings de ventas, su Sandero dejaba de ser el coche más vendido. Le quitó el trono un desconocido para el gran público, el MG ZS. Aunque MG es una marca británica con décadas de historia, ahora es propiedad de un grupo chino. Más que un episodio casual, muchos vieron una advertencia en esto. "Están demostrando estar a la altura y tienen músculo para seguir creciendo. Simplemente, hay que pensar que apenas exportan coches de todos los que producen, que la mayoría se quedan en China. Si en algún momento deciden apretar, el impacto puede ser tremendo", explica Juan Francisco Calero, experto en motor a este periódico.
Esto ya se ha visto en otros mercados como pueden ser los móviles o las televisiones. La cuestión es que ninguno de esos productos es tan importante para la economía de la UE como el gremio automotriz. El debate está servido. En otros países, el avance de la industria china ha hecho que algunos gobiernos pongan en marcha planes para proteger sectores críticos para sus economías.
Es el caso de Corea del Sur, que hace unos meses inauguró lo que se podría llamar la geopolítica de las Smart TV. Seúl declaró tecnología nacional crítica este material, cuya principal característica es que está formada por diodos orgánicos que tienen la capacidad de encenderse y apagarse completamente, algo que les permite ofrecer negros puros o mayor contraste.
El país asiático es el mayor productor mundial de este tipo de pantallas, pero sus dirigentes miran con preocupación el avance de firmas chinas como TCL. El OLED solo es un ejemplo, porque Corea ha hecho lo propio con baterías, paneles solares, semiconductores o vacunas. Los beneficios que ha dado a las empresas en cuestión son múltiples, desde una rebaja de los impuestos que pagan los fabricantes, hasta subsidios y financiación pública para la instalación de nuevas plantas de producción.
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