Charles Michel, junto con Volodimir Zelenski y Ursula Von der Leyen, en Kiev.
(EFE)
La UE ha vivido cambios importantes en estos dos años de guerra. Ucrania ha hecho de la UE un poder más dinámico, pero también ha dejado a la vista su doble rasero
El 24 de febrero de 2022 la Unión Europea vivió una transmutación. Todo lo discutido hasta entonces, todos los planes y visiones de futuro de los Veintisiete, quedaron a un lado. La invasión rusa de Ucrania devolvió a la Unión al "modo crisis" y obligó en muy poco tiempo a que el club comprendiera que se encontraba ante algo totalmente inédito. Comenzó un rápido proceso de adaptación, de un poder blando a una especie de poder en transición, todavía no duro, pero sí desde luego esforzándose por competir en un nuevo mundo. En meses se adoptaron paquetes de sanciones y se cruzaron líneas rojas, como por ejemplo financiando el envío de armamento letal a Ucrania.
En cierto modo la Unión Europea empezaba a balbucear lo que Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, había identificado en 2019 como el "lenguaje del poder". Se ha hablado mucho de cómo la guerra ha afectado a la Unión, con millones de refugiados ucranianos llegando a los socios europeos o con una crisis energética agravada por la invasión, con efectos en Alemania y su industria. Pero para la UE hay tres consecuencias claras de la guerra: en el debate de la ampliación, en la visión de la Unión de la cuestión de la defensa, y, por último, en la visión de Europa como una región privilegiada e hipócrita.
Ampliación
El debate de la ampliación estaba en coma inducido. Nadie o prácticamente nadie hablaba de la ampliación de la UE. Sí, estaban los Balcanes Occidentales, pero nadie hablaba de fechas ni genera expectativas de que pudieran ingresar pronto por unas razones o por otras. Por ejemplo, Serbia nunca podrá entrar hasta que no resuelva el problema de Kosovo y mientras Alekansdr Vucic no se comprometa realmente con reformas democráticas, Macedonia del Norte, que durante décadas ha mantenido un pulso con Grecia, ahora tiene que afrontar a una Bulgaria que ha vetado la apertura de negociaciones durante años, Bosnia tiene el problema de que es Bosnia y la única pregunta no es si entra o no en la Unión Europea sino si hay posibilidades de supervivencia para el país o no.
Sin embargo, a los pocos días del inicio de la guerra, con una Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, totalmente volcada con Kiev, Volodimir Zelenski, presidente ucraniano, rodeado de sacos de tierra, envió la solicitud para que el país ingresara en la Unión Europea. Admitir a un país en guerra está totalmente fuera de todas las posibilidades para los Veintisiete, pero Von der Leyen impulsó la idea de que la UE está contrayendo una deuda con Kiev y que hay que dar perspectivas de entrada. Los países del este, los más cercanos a Ucrania y también sus principales aliados dentro del club, impulsaron esta idea.
En cuestión de un año y pocos meses, la ampliación pasó de ser un tema tabú, casi imposible de plantear, a convertirse en algo aparentemente inevitable. Algunos, como Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, se atrevieron incluso a poner fecha, hablando del 2030 como un objetivo. Ucrania ha sido la que ha relanzado este debate, pero todo el mundo sabe que no será la primera en entrar. Es un país en guerra sin un horizonte claro de paz, con problemas de corrupción enorme y un tamaño gigantesco que cambiará todos los equilibrios internos de la Unión Europea. Primero llegarán los Balcanes Occidentales, o al menos algunos de ellos, que llevan décadas esperando a las puertas de la Unión.
No todo el mundo está cómodo con esta nueva tendencia. Como explicaba recientemente Pablo Rupérez Pascanuela, un diplomático veterano de Bruselas, en un artículo para Política Exterior, existen "ampliófobos" y "ampliófilos", y hay muchos factores a tener en cuenta que afectan a la posición de cada uno de los Estados miembros respecto al candidato: el reparto de fondos, la situación del Estado de derecho en el país tercero, e incluso cuestiones históricas, como ocurre con Bulgaria y Macedonia del Norte. Lo que está claro es que los "ampliófobos" han tenido que dar unos cuantos pasos hacia atrás, hacer menos vehementes sus intervenciones y jugar más largo.
Así, muchos de estos países han pasado a exigir una reforma institucional de la UE antes de ninguna ampliación, tanto en sus normas de funcionamiento (las mayorías necesarias) como en cuanto a reparto de fondos europeos. La explicación es que las actuales reglas de funcionamiento del Consejo son una herencia de una comunidad mucho más pequeña. Y es cierto. Con 27 socios se complica el funcionamiento porque sigue habiendo muchos campos donde existe unanimidad. Pero los "ampliófilos" sospechan que se trata de un excusa de los "ampliófobos" para frenar una posible ampliación, considerando que el impacto que sobre el funcionamiento de la UE pudiera tener el ingreso de Macedonia del Norte o de Montenegro sería mínimo respecto al actual esquema.
Los "ampliófilos" creen que es una manera de bloquear el debate, porque saben que la reforma institucional será una auténtica caja de Pandora, un debate muy complejo que probablemente provocará bloqueos y retrasos. Ante la imposibilidad política de decir "no" a una ampliación que ya se considera como inevitable, algunos Estados miembros utilizan la reforma institucional como una obstrucción, aunque son muchos los que creen genuinamente que es totalmente necesaria, y la idea de que debe reducirse al mínimo la capacidad de veto de los Estados miembros es compartida por muchas capitales. En todo caso, la ampliación, y todas sus derivadas, han vuelto a la mesa de debate europeo a raíz de la guerra.
Armas
El segundo gran cambio que ha provocado el conflicto ha sido que la Unión Europea ha comenzado a hablar de forma más clara sobre la necesidad de una "Europa de la Defensa", una idea que no se relaciona tanto con el concepto tradicional y por el momento imposible de aplicar de un ejército europeo, sino de una mayor implicación de la UE en cuestiones militares y un aumento de la coordinación entre capitales.
El Tratado de Lisboa ya recoge la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea, y en 2003 Bélgica, Luxemburgo, Grecia y Francia propusieron la Agencia Europea de Defensa (EDA). Pero el paso de gigante se ha dado en los últimos dos años. No es tanto un cambio radical en cómo la Unión opera, pero sí el fin de algunos tabús. Así, el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (EPF, por sus siglas en inglés) se ha utilizado para financiar el envío de armamento a Ucrania y actualmente existe un debate entre los Estados miembros para que este fondo no financie únicamente el envío de armas ya existentes al campo de batalla, sino también para que financie la producción y adquisición de armamento.
Francia es la principal impulsora de esta visión militar de Europa. Thierry Breton, comisario de Mercado Interior e Industria, ha defendido la necesidad de crear un fondo de 100.000 millones de euros para la industria de la defensa y Emmanuel Macron, presidente francés, intenta que se discuta a nivel europeo la posibilidad de emitir eurobonos (deuda común de la Unión) para financiar la inversión militar de la UE. Los eurobonos se utilizaron por primera vez de manera masiva para el Fondo de Recuperación creado para hacer frente a los efectos económicos de la pandemia.
Johannes Hahn, comisario de Presupuestos, aseguraba en febrero de 2023 que no se utilizaría el presupuesto común europeo (el Marco Financiero Plurianual, en argot comunitario) para financiar la producción, adquisición y envío de armas a Kiev. El EPF, con el que ya se han enviado armas por valor de cientos de millones de euros a Ucrania, está fuera del MFP. La razón de Hahn es que el Tratado lo impide. Y, sin embargo, en mayo de ese mismo año, la Comisión Europea anunciaba 500 millones de euros del presupuesto común para impulsar la producción de la industria militar. Un ejemplo de lo rápido que han evolucionado las posiciones europeas en este debate.
No es una cuestión únicamente de dinero. El Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), dirigido por Borrell, también ha aumentado los esfuerzos para evitar duplicidades y solapamientos en la producción militar en la UE. Ahora, mientras la Unión se encamina a unas nuevas elecciones europeas que se celebrarán del 6 al 9 de junio de 2024, varias de las familias políticas, como el Partido Popular Europeo (PPE), hablan de la necesidad de que la próxima Comisión cuente con un comisario de Defensa, y Von der Leyen ve esa posibilidad con buenos ojos, aunque el Tratado de la Unión Europea (TUE) ya prevé que esas competencias estén en manos del Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad.
Hipocresía
La Unión Europea empezó desde el mismo 24 de febrero de 2022 a intentar que todo el mundo se alineara con Ucrania. Había claramente un agresor y un agredido. Y, sin embargo, su mensaje no calaba. No lo hacía entre los aliados naturales de Rusia, como China, pero tampoco en otros lugares, como en países africanos o en América Latina, o en lo que se ha popularizado como el "Sur Global". La Unión empezó un esfuerzo diplomático titánico centrado en trasladar un mensaje claro: el respeto al derecho internacional no es optativo.
Ante ese mensaje, los europeos tenían que aguantar el chaparrón de algunos socios que recordaban que no siempre la UE ha sido tan clara. El fantasma de la invasión de Irak en 2003 está siempre presente. La acusación más habitual contra el club comunitario es el de tener un "doble rasero". Para convencer a sus socios de que era necesario alinearse con Ucrania los europeos empezaron a admitir que en el pasado habían tenido esa doble vara de medir, pero que la agresión a Kiev había hecho que abrieran los ojos. Era un punto de inflexión, un cambio para siempre.
Distintas fuentes discrepan sobre cómo de efectivo estaba siendo ese mensaje, pero sí coinciden en que era al menos una idea sólida y en la que se insistía. Algunos creen, incluso, que sí se estaba consiguiendo convencer y mover algo a algunos socios. Pero entonces llegó el 7 de octubre, los brutales atentados terroristas de Hamás, y la respuesta israelí. Von der Leyen, que había formado parte de ese esfuerzo por convencer al mundo de que Europa había dejado atrás el doble rasero, se volcó con el Gobierno de Benjamín Netanyahu, incluso cuando ya había muchas voces pidiendo a Israel que respondiera a Hamás respetando el derecho internacional. Von der Leyen tardó muchos días en incluir esas dos palabras, "derecho internacional", en sus mensajes respecto a la situación en Gaza.
"En el primer test que tenemos (del compromiso de la UE con el derecho internacional), el resultado es escandaloso", se lamentaba hace meses una alta fuente europea. La actuación europea en la cuestión de Gaza, con muchos Estados miembros evitando que se pida un "alto al fuego humanitario" y con mucha división en el seno de la Unión, ha hecho saltar por los aires el mensaje construido desde febrero de 2022 y para los críticos ha confirmado la hipocresía de Europa. Las fuentes consultadas subrayan que el daño es especialmente importante en el mundo árabe.
Un nuevo ciclo
A partir del 9 de junio Europa entra en un nuevo ciclo. Los comicios europeos darán forma a un nuevo Parlamento Europeo que estará conformado, en parte, sobre el molde de la guerra. La nueva Comisión Europea se diseñará sabiendo que el conflicto de Ucrania lo acaba impregnando todo. Cuando Von der Leyen llegó al poder en 2019 hablando de una "Europa geopolítica" lo hacía en un plano figurado. Ahora todo se reduce a la práctica, al terreno real, y el Ejecutivo comunitario que salga del actual ciclo electoral estará a los mandos hasta el 2029.
Todos los debates que han abierto la guerra de Ucrania, la Europa de la defensa, la capacidad de hacerse cargo de la seguridad en el continente, la agenda de la ampliación y la reforma institucional que ampliar la UE requeriría, el lugar de la Unión en el mundo y el discurso que el bloque tiene con el resto de socios para evitar ser vista como hipócrita, estarán en el centro de la agenda política del próximo lustro.