Manifestación por las pensiones en El Salvador.
(EFE/Rodrigo Sura)
Trabajar hasta que la salud lo impida, vivir en la pobreza y una desconfianza en el sistema. Estas son las consecuencias para los países que no tienen un sistema de pensiones estable
"En los últimos dos años, hemos visto más ancianos buscando entre la basura o pidiendo limosna". La frase es de Joe Taoutel, el director de la ONG Amigos hasta el final en la capital libanesa. Es la manera que tiene que describir la situación de los ancianos en un país azotado por las consecuencias de una guerra civil y ahora por una crisis económica que ha puesto al país al borde del colapso. En un país sin sistema de pensiones, las personas de edad avanzada no reciben ningún tipo de ayuda para sobrevivir y todos los ahorros de sus vidas están bloqueados en los bancos por el "corralito" libanés.
Líbano no es país para viejos, a pesar de que es el país con mayor número de personas ancianas de Oriente Medio. Cerca de 10% de la población tiene más de 65 años y alrededor del 80% no recibe ningún tipo de beneficio del estado ni tiene cobertura médica, según Organización Internacional del Trabajo de las Naciones Unidas. La única solución es continuar trabajando hasta que el cuerpo aguante, sobre todo en el caso del Líbano, donde los ahorros perdieron cerca del 80% de su valor por la crisis económica. "En países con sistemas de jubilación inestables, las personas mayores tienden a necesitar trabajar mucho más tiempo, a menudo en trabajos mal pagados, solo para sobrevivir", explica la economista estadounidense Olivia S. Mitchell, a El Confidencial.
Un país en el que las pensiones son prácticamente inexistentes también afronta consecuencias que, según Mitchell, pueden ser devastadoras por el aumento del envejecimiento de la población y la complejidad para hacer frente a este fenómeno. "Los jóvenes pueden no querer participar en el sistema, porque creen que no se beneficiarán de él cuando sean mayores. Esto puede resultar en una 'espiral de muerte sistémica', donde aumenta la evasión de impuestos, cae la cobertura, se deteriora la confianza en el sistema y los ancianos sufren", alerta.
Estos efectos se replican en los países con un sistema de pensiones público, privado o combinado, pero que no es capaz de afrontar las necesidades de la población. Es el caso de Vietnam, que cuenta con un programa de seguro social, pero del que solo se beneficia el 24% de la población. Los expertos apuntan a la necesidad de renovar este sistema para evitar las peores previsiones, que apuntan a que unos 12 millones de jubilados no tendrán pensión en 2030.
Paralelamente, Corea del Sur, con una fuerza laboral sin límite de edad, vive con la contradicción de ser una de las potencias económicas de la región, pero con el índice de pobreza en personas de más de 65 años más alto de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Más del 43% de esta población tiene que luchar por sobrevivir y los analistas apuestan por un sistema renovado basado en el plan de Occidente. "Los países occidentales están respondiendo al problema de la pobreza entre los ancianos con un sistema universal", explica el profesor Baek Seung-ho, del Departamento de Bienestar Social de la Universidad Católica de Corea.
La pensión por jubilación es un derecho en países como España, donde los mayores de 65 años reciben del Estado cerca del 75% del salario que percibía como trabajador. Este sistema convive con el de muchos países europeos, que apuestan por planes privados de pensiones, que son más fuertes en función de la calidad de la cobertura pública de la jubilación. Las reformas de pensiones en muchos países de la UE han impulsado el sistema privado a través de la contratación de planes en las empresas en las que trabajan o a través de entidades financieras.
Un sistema de pensiones privado puede existir en la teoría, pero disponible solamente para un porcentaje ínfimo de la población. Es el caso de algunos países asiáticos que han implementado este método, pero con altos índices de empleo informal y de pobreza que dificultan poder afrontar un gasto extra para asegurarse la pensión en un futuro. El estudio de Mercer CFA Institute Global Pension Index de 2022 comparó la calidad de los sistemas en más de 100 países del mundo y puso a Tailandia como el lugar con peores condiciones para los pensionistas.
Incluso con un subsidio por parte del Gobierno para las personas mayores y con un seguro social con una amplia cobertura, el país afronta una tasa alta de pobreza para este grupo. "Actualmente, hay ocho programas de pensión separados que cubren diferentes porciones de la población, pero la mayoría de los beneficios se destinan a quienes no son pobres", apunta un informe del Banco Mundial. "No existe un organismo de supervisión de fondos de pensiones y de previsión, ni un regulador consolidado de instituciones financieras", añadió.
Argentina fue otro de los países peor valorados por la alta informalidad en el mercado y la pobre capitalización del sistema que ponen en duda la robustez del sistema. En el caso del país latinoamericano, el sector del trabajo formal ha ido perdiendo capacidad por las rampantes crisis económicas. "Esto hizo que los sistemas jubilatorios fueran perdiendo aportes y contribuciones y, lógicamente, derivo en que cada vez haya más beneficiarios y menos aportantes", apunta el experto en seguridad social argentino, Juan Carlos Juárez. En un sistema inestable y con poca cobertura, las personas de la tercera edad deben hacer frente, además, a los altos índices de inflación y a una subida de los precios que ronda el 70% en algunos productos.
Un mundo cada vez más viejo
En el otro lado de la balanza, Islandia, Países Bajos y Dinamarca ocuparon los tres primeros lugares en el informe de Mercer. David Knox, el autor del documento, enfatizó que hasta los países con mayor puntuación deben ser conscientes de que la necesidad de elevar la edad de jubilación por un envejecimiento cada vez mayor, el aumento de la deuda pública y las bajas tasas de natalidad. "Lo que también estamos descubriendo con el aumento de la educación en muchos países es que las personas ingresan a la fuerza laboral un poco más tarde. No se puede incorporar al mercado laboral más tarde, jubilarse a la misma edad y vivir más tiempo. Algo tiene que ceder".
Este fenómeno es especialmente visible en países que tienen precisamente un sistema de pensiones inestable y un alto índice de pobreza entre las personas ancianas. En Japón, esta comunidad es la más alta de la jerarquía social, pero también la que peor vive. Las personas mayores están resignadas a trabajar "para siempre" y aceptan trabajos mal pagados para poder sobrevivir.
No obstante, el país asiático es el que más rápido envejece del mundo. A partir de 2020, el número de japoneses mayores de 65 años alcanzó un récord de 36 millones, lo que representa el 29% de la población total. Esta cifra es el doble de lo que era hace 25 años y se espera que aumente al 35 por ciento para 2040, según el Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social.
El reto que afronta Japón es el mismo al del resto de países del mundo. "Dado que las personas viven más tiempo en la mayoría de las naciones, será imperativo dedicar recursos adicionales para capacitar y volver a capacitar a los trabajadores mayores para que puedan continuar contribuyendo económicamente para una vida laboral más larga", apunta la economista Olivia S. Mitchell, a este periódico. Además, muchos países están viviendo un descenso de la fuerza laboral y "a menos que esto genere una contracción económica, es importante retrasar la jubilación, invertir en trabajadores e implementar cambios tecnológicos que puedan permitir el empleo continuo de las personas mayores".
Más allá de la calidad de los sistemas de jubilación y de si existen o no, el fenómeno del envejecimiento y sus consecuencias acabarán afectando hasta a los países más desarrollados. Precisamente en estos lugares ahora hay menos trabajos físicamente exigentes y una mayor automatización facilitará que las personas mayores trabajen más tiempo. "Esta pueda ser la clave del futuro, gracias a los nuevos tipos de trabajo, quizás a tiempo parcial, más variados, para satisfacer las necesidades de la población activa que se hace mayor", concluye la economista.