Rara vez miramos las etiquetas donde se explican sus riesgos, pero su uso incorrecto puede provocar irritaciones, problemas por inhalaciones o ingestas involuntarias
Eche un vistazo en su armario de los productos de limpieza: lejía, amoniaco, limpiacristales, quitagrasas, para el horno, para la vitrocerámica, para el parqué... Todo un arsenal y una auténtica bomba de relojería. Cada vez miramos más las etiquetas de los alimentos, pero rara vez nos preocupamos por leer la de éstos productos, donde se especifica si son tóxicos, irritantes, inflamables o corrosivosy sus recomendaciones de uso, como que no deben estar en contacto con las manos o ser inhalados. Y al no hacerlo, los riesgos de emplearlos de forma inadecuada son múltiples: dermatitis, alergias, irritaciones en piel y ojos, problemas respiratorios, dolores de cabeza, náuseas, trastornos en la visión e incluso accidentes al manipular productos inflamables o ingestas involuntarias, principalmente en los más pequeños.
Un riesgo para la salud
Muchos de los tóxicos que contienen estos artículos acaban pasando al organismo a través de su inhalación. Según un estudio del Instituto Cooperativo de Investigación en Ciencias Ambientales de Estados Unidos publicado en febrero por la revista 'Science', los productos químicos como los que se utilizan en la limpieza del hogar contaminan el aire al mismo nivel que los vehículos. Otro análisis de la Universidad de Bergen (Noruega) de este año demostró que pueden ser tan dañinos para los pulmones como fumar 20 cigarrillos al día.
Para Juan Gregorio Rodrigo, responsable del Área de Actividades Preventivas de la Mutua MAZ, su impacto se reduciría si ventiláramos bien la habitación mientras se limpia. Según el experto, no sólo no leemos las etiquetas para conocer las instrucciones de uso y las advertencias de peligro mediante fichas toxicológicas sino que en ocasiones hacemos mezclas peligrosas. "Utilizamos lejía para limpiar el baño, pero cuando tenemos suciedad que se resiste, en ocasiones pasamos a atacar con algo más fuerte como el salfumán (agua fuerte). Lo que muchos no saben es que esta sustancia mezclada con lejía o amoníaco provoca una reacción química que suelta gases tóxicos que pueden provocar desmayos e incluso paradas cardiorrespiratorias", explica Rodrigo.
Otro de los riesgos es la intoxicación, uno de los accidentes domésticos más comunes, principalmente en los niños. Si hay pequeños en casa, es necesario guardarlos en un lugar seguro. Y ese sitio no es debajo del fregadero, un lugar habitual para estos llamativos botes de colores, ya que ahí están a su alcance. También es recomendable almacenarlos en un lugar diferente al de los alimentos y mantenerlos en sus envases originales, así como no quitarles las etiquetas. Y si se cambian de recipiente, etiquetarlos siempre y no utilizar una botella que pertenezca a algún producto alimentario para evitar equivocaciones. Esto es lo que ocurrió en un bar de Benicarló (Castellón) en 2015, cuando a un hombre se le sirvió por error una copa de detergente en vez de una de vino blanco, provocando su fallecimiento como consecuencia de las quemaduras internas que sufrió.
Los ácidos que contienen también pueden provocar daños en la piel de las manos si no las protegemos con guantes de goma (a los que se les pueden añadir unos de algodón debajo si se tiene la piel muy sensible). "Los productos de limpieza son una de las causas más frecuentes de eccema irritativo de manos en amas de casa y profesionales de la limpieza", ya que estos productos destruyen la capa de grasa de la piel que actúa como protección, provocando enrojecimiento, descamación y escozor, explica Paloma Cornejo, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología y directora de la clínica homónima, que aconseja utilizar instrumentos con mango mejor que paños, en la medida de lo posible. También hay que tener especial cuidado con las salpicaduras en los ojos y en el caso de contacto accidental, lavárnoslos con abundante agua.
En ocasiones como ésta, menos es más. "Sería lógico pensar que cuanto más detergente usemos más limpia quedará la ropa, pero se trata de lo contrario. El exceso hace que las prendas salgan más sucias", afirma la Asociación de Empresas de Confección y Moda de Madrid Asecom. Lo mismo sucede con los demás productos, ya que se tiene la sensación de que cuanta más espuma salga más limpio quedará, pero se trata de un error común. Para evitar un derroche innecesario de producto, los expertos recomiendan seguir siempre las indicaciones del fabricante.
Otro error común es pensar que un producto que es más caro (en ocasiones incluso el doble ) es de mejor calidad. "Esto no siempre es así. Hay productos de marca blanca que son mejores que el equivalente de marca de fabricante. Éstos tienen un precio mayor porque gastan dinero en publicidad, pagan por su ubicación en el supermercado (altura, carteles destacados...), o buscan un mayor margen de beneficio", afirma Rubén Sánchez, portavoz de Facua.
Los más nocivos
La OCU elaboró una lista de los cinco artículos más agresivos que se deben evitar ya que pueden sustituirse por otros menos fuertes:
- Los limpiadores para el váter suelen contener ácidos potentes.
- Los limpiahornos tienen sosa cáustica y son corrosivos para eliminar los restos. "Limpiar el horno después de usarlo y antes de que se enfríe evita la suciedad incrustada que obliga a recurrir a limpiadores más agresivos".
- Lo mismo sucede con los desatascadores químicos. «Puedes comenzar por recurrir a alguno de los sistemas mecánicos (la tradicional ventosa, el aire comprimido o el alambre desatascador)".
- Los desinfectantes y antibacterias "crean un ambiente de asepsia poco realista y contribuyen a la creación de resistencias bacterianas". Para la OCU, bastaría con detergente, suficiente para arrastrar los microorganismos.
- Por último, los ambientadores, que "contienen disolventes que son potencialmente nocivos para la salud, pues pueden provocar o empeorar el asma, las migrañas... sobre todo en sujetos sensibles".
"Productos de limpieza hay mil, pero vamos comprando y acumulando y la mayoría no los utilizamos ni sabemos para qué sirven, lo que aumenta el riesgo. Con cinco productos muy básicos sería suficiente", explica Rodrigo. Motivado por la publicidad, tenemos la creencia de que oler a químicos (como la lejía) es oler a limpio. Pero existen alternativas naturales más económicas que podemos utilizar con el mismo fin, como el jabón de siempre, el vinagre (que es desengrasante y bactericida), el agua oxigenada (efecto blanqueador), el limón (quitamanchas) o el bicarbonato (quitamanchas y bactericida).
Si no nos convence, siempre podemos optar por comprar detergentes ecológicos. BioBel, de Jabones Beltrán, es la primera marca española de jabones y detergentes con certificado ecológico. "Nuestros productos están elaborados con ingredientes de origen vegetal y aceites esenciales para perfumarlos", explica Mara Beltrán, Directora Comercial de la marca. Muchos de sus clientes acudieron a ellos por problemas en la piel. "Con una sola vez que utilizaban productos sin químicos ya notaban el cambio. El problema de los detergentes de lavadora es que siempre quedan residuos en la ropa y al estar en contacto directo con la piel provoca dermatitis a quienes tienen la piel sensible, principalmente por los suavizantes, que son los productos contaminantes por excelencia". Pero los químicos no sólo comprometen nuestra salud, sino también la del medio ambiente. La mayoría de los tóxicos que contienen se descomponen gracias al tratamiento de aguas en las depuradoras, pero algunos no se eliminan por completo. "Cuanto más vegetales sean los ingredientes, más rápido se biodegradan", explica Beltrán.
En definitiva, es más ecológico y saludable limpiar frecuentemente con productos suaves para evitar los más agresivos. De esta forma no sólo reduciremos la contaminación sino que evitaremos dañar las superficies de la casa. Y manchar lo menos posible, porque no es más limpio quien más limpia sino quien menos ensucia.
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