viernes, 13 de marzo de 2020

Cómo 'desprogramarse' a uno mismo puede resolver lo que le hace sufrir

sufrir


No somos robots biológicos, ni marionetas en manos del cerebro. Así se cambia el 'código informático' que nos hace comportarnos como no queremos


En los últimos tiempos, la neurociencia está desvelando secretos apasionantes del cerebro, pero también está difundiendo algunas ideas que causan confusión. Por ejemplo, Eric Kandel, premio Nobel de Medicina, ha llegado a afirmar que "el cerebro construye nuestra experiencia sensorial, nuestros pensamientos y emociones, y controla nuestras acciones". Es fácil interpretar este tipo de afirmaciones de manera que releguemos al ser humano a una especie de robot biológico, un ser incapaz de cambiarse a sí mismo. La lógica dice lo contrario, y la capacidad de aprender demuestra que no es así.

No somos robots biológicos

Es cierto que las asociaciones que se hacen en la vida cotidiana, a partir de experiencias previas, hacen surgir reacciones automáticas como los hábitos, que unas veces ayudan y otras se convierten en fuentes de conflicto que hay que resolver. Esas reacciones automáticas tienen una correspondencia fisiológica cerebral, sí, pero es un error grave creer que el cerebro por sí mismo produce esos hábitos. Es como si estudiamos los músculos de las manos en acción y llegamos a la conclusión de que las manos deciden qué agarrar y qué no.
A veces parece que uno no tiene control sobre el pensamiento ni sobre las emociones, quizá de ahí venga la confusión, pero, en realidad, muchos estudios científicos están demostrando que la estructura, e incluso el tamaño de partes del cerebro, cambian según el uso que se hace de él. Por otro lado, es el propio ser humano quien "programa" y "desprograma" su cerebro. La mayoría de las veces lo hace inconscientemente, y siempre en función del aprendizaje que va adquiriendo a lo largo de la vida. Es dicho aprendizaje, en su más amplio sentido, el que condiciona la propia estructura y el funcionamiento del cerebro.
Lo curioso es que, además, el proceso por el que se aprenden cosas nuevas nos permite encaminarnos hacia la felicidad, puesto que sirve para acabar con los efectos de cualquier circunstancia que nos hace sufrir. No hay que caer en el error de culpar al cerebro de nuestras desgracias y desatinos, sobre todo porque es fácil que esa manera de entender la función del órgano conduzca a la pasividad. Tampoco hay que creer que la solución a los problemas de la vida es disciplinarse y autoexigirse. Para ser feliz hay que resolver las causas del sufrimiento, y se puede hacer comprendiendo cosas nuevas que "desprogramen" las anteriores.

¿Cómo se 'desprograma' el sufrimiento?

La forma efectiva de que una persona consiga cambiar su funcionamiento (por ejemplo, un hábito perjudicial) es que su "computadora biológica" adquiera nuevos "algoritmos". El automatismo de pensamiento o emoción se produce por una combinación de ideas, de creencias arraigadas, y el sufrimiento es el resultado de las creencias o conceptos erróneos. Hay que revisar dichas creencias, los conceptos, las ideas, y descubrir qué hay de falso en ellos. Por ejemplo, si alguien suele reaccionar con ira, debe entender que esa ira se sustenta en algunos miedos que, a su vez, dependen de ideas erróneas.
Para borrar las ideas erróneas hay que llegar al "código fuente". Esto se consigue reflexionando sobre las causas de los pensamientos disruptivos y afrontando la parte emocional adecuadamente, es decir, sintiendo, no pensando. Si se quiere dejar de generar ira (se muestre al exterior o no), inicialmente se deben sentir las sensaciones que esta produce en el cuerpo, descubrir dónde se sienten, cómo son, cuánto duran si no interviene el pensamiento… Hay que explorarlas conscientemente con el objetivo de no reprimirlas ni dejarse arrastrar por ellas, sino perderles el miedo. Este ejercicio sirve para romper el automatismo, en este caso de la ira.
Pero, ¿cómo llegar hasta esas reacciones automáticas que generan el sufrimiento? Para tener una mente serena, inteligente y tendente al bienestar, hay que aprender a identificar y resolver los temores. Si alguien se enfada cuando no le escuchan, por ejemplo, puede ser por miedo al menosprecio. La idea errónea que puede subyacer a esta situación que le hace sufrir es que si no le escuchan es porque no le valoran, y pensar así le acarrea consecuencias negativas. Es importante comprender que las consecuencias negativas van a ocurrir si se tiene ese miedo, por eso resolver esos temores debería convertirse en un objetivo prioritario.
La herramienta clave para llevar a buen término este proceso de "desprogramación" es la atención. No se pueden modificar las reacciones automatizadas utilizando solo el material que ya está almacenado en la memoria. Siguiendo el símil informático, el contenido que está dando error en el programa no puede eliminarse a sí mismo. Lo que hace falta es acceder a la comprensión de algo nuevo, aportar nuevos datos que borren dicho error. Y eso solo puede ocurrir si uno presta atención a la realidad sin prejuicios, sin ideas ni conclusiones previas.
La forma de hacerlo es enfocar la atención, con curiosidad, sin esfuerzo, a cómo se actúa, a lo que se piensa o a lo que se siente… en un lugar tranquilo, o en casa viendo la televisión o en la calle durante la vida cotidiana... El objetivo no debe ser controlar ni cambiar nada, sino darse cuenta de cosas nuevas que antes pasaban desapercibidas, de uno mismo y de los demás.
María Ibáñez Goicoechea y Jesús Jiménez Cascallana son comunicadores especialistas en psicología, escritores, conferenciantes y autores de la página web introspeccion.com. También han escrito el libro 'Aprende a resolver lo que te hace sufrir'.

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