Un empleado de seguridad en una planta en Pekín (Thomas Peter / Reuters)
Las factorías exportan ahora material sanitario acabada allí la crisis por la pandemia
Durante años, la fábrica Guangzhou Xingshi Equipments se dedicó a la producción de pañales y toallitas sanitarias. Pero a finales de enero, respondiendo a la llamada del Gobierno chino para hacer frente al coronavirus –petición acompañada de subsidios, préstamos sin interés y reducción de impuestos–, comenzó a fabricar las necesitadas mascarillas. En poco más de un mes han sido capaces de transformar su línea de producción hasta convertirla en una de las más rápidas del mundo: elaboran unas mil unidades por minuto; 1,2 millones al día.
No ha sido la única. A lo largo y ancho del país, decenas de firmas tomaron una decisión similar en plena crisis. Entre ellas se encuentran tecnológicas como Foxconn, la encargada de ensamblar los iPhone de Apple, que se marcó el objetivo de producir dos millones de unidades al día; los fabricantes de teléfonos inteligentes Xiaomi y Oppo; la automotriz General Motors, que a través de su filial conjunta SAIC-GM-Wuling anunció la puesta en marcha de 14 líneas de producción con las que elaborar 1,7 millones de mascarillas diarias, y la marca de coches eléctricos BYD, cuya planta de Shenzhen fabrica cinco millones de unidades diarias y 300.000 botellas de gel desinfectante.
Hasta Xiaomi se apunta
China ha pasado de producir 20 millones de mascarillas diarias a 116 millones
Antes de la aparición del coronavirus en su territorio, China ya fabricaba alrededor de 20 millones de mascarillas al día, la mitad de la producción mundial. La propagación del virus les pilló con muchas factorías cerradas por la vacaciones del Año Nuevo lunar, por lo que tuvieron que hacer grandes compras en el extranjero y aceptar donaciones –la Unión Europea envió 50 toneladas de equipos médicos en enero– al tiempo que trabajaban sin denuedo por reactivar la industria cuanto antes. Gracias a ello, a finales de febrero ya habían aumentado su capacidad hasta los 116 millones de unidades diarias.
Este esfuerzo, propio de una economía de guerra, también se extendió a otros productos sanitarios: desde los elementales trajes protectores o guantes a dispositivos tecnológicos más elaborados para el diagnóstico y tratamiento de los pacientes, como ventiladores pulmonares, pruebas reactivas y escáneres de tomografía computarizada.
Como otros países golpeados por el virus, Pekín ha priorizado toda esta producción en la demanda interna. Pero con el acusado descenso en el número de casos dentro del país –con cero contagios locales desde el jueves– al mismo tiempo que se disparan las infecciones en el extranjero, se espera que el país asiático sea la fuente de la que proveerse de esos bienes ahora tan necesarios. Una muestra más de la dependencia, en ocasiones como ésta vital, que siguen teniendo la mayor parte de las economías sobre el gigante asiático.
Hace una semana, ante la falta de cooperación de sus vecinos, en Italia aterrizó un avión con 30 toneladas de material médico, incluidos mil ventiladores pulmonares, dos millones de mascarillas, 200.000 trajes protectores y un equipo de expertos. A Zaragoza también llegó un cargamento de medio millón de mascarillas cortesía de Jack Ma, el magnate del comercio electrónico chino Alibaba, que ha hecho entregas similares a otros países como Estados Unidos. Y después Pekín se comprometió a mandar a Europa dos millones de mascarillas más y 50.000 tests para detectar el viurs. “Estamos agradecidos por el apoyo de China. Necesitamos apoyo mutuo en estos momentos de necesidad”, tuiteó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
El tablero mundial
China reposiciona su imagen a nivel global
Para los analistas, operaciones como éstas permiten a China mostrarse como un actor generoso y responsable, con lo que mejora su imagen de cara al público –dañada por ser el lugar donde se incubó el dañino virus– y gana influencia internacional en un momento en el que su conflicto con Washington se ha recrudecido.
“Ésta podría ser la primera gran crisis mundial en décadas sin un liderazgo significativo de los Estados Unidos y con un liderazgo significativo chino”, subrayó Rush Doshi, experto en el país asiático del think tank Brookings Institution. A su juicio, la aptitud china es también fruto de su capacidad industrial, algo que Washington ha perdido en parte en los últimos tiempos. “No es que necesitemos emular el modelo económico chino, pero sí administrar mejor la base industrial en sectores clave”, advirtió.
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