martes, 17 de marzo de 2020

La crisis: del mundo financiero a la economía real

crisis recesion deuda

La economía podría sufrir una recesión global por segunda vez en 50 años.


Crespo: "Hay solo dos comparaciones posibles: la de 1987 y la de 1929"


El trasvase de dinero a los bonos más seguros, de EEUU o Alemania, y las ventas de los de los países periféricos de la eurozona, como España o Italia, son muestra de la incertidumbre imperante y al ir acompañada de una preferencia por los plazos largos frente a los cortos adelantan, además, una recesión, siguiendo la lógica del empresario o el consumidor que pospone sus decisiones.
El mercado está descontando ya una recesión de la eurozona en 2020 y, como poco, una desaceleración profunda del crecimiento económico global, "hasta quedarse en el 0%", según calcula en su escenario base el equipo de analistas de Citi, en consonancia con otros bancos de inversión y organismo internacionales, "si el impacto en el turismo de la expansión del coronavirus no es mayor de lo que pensamos y se produce la segunda contracción de la actividad a nivel mundial de los últimos 50 años, tras la de 2009", según puntualizan desde la entidad. La acumulación de shocks releva la gravedad de su dimensión si se observa que en este periodo, con la excepción de la crisis que provocó la caída de Lehman Brothers en 2008, el crecimiento global solo se situó por debajo del 1% en 1982.
Más allá de este tipo de estimaciones, apenas hay datos todavía de la economía real que cuantifiquen el daño de la pandemia con origen en China que ha paralizado a los países desarrollados y emergentes, primero generando un shock de oferta al frenarse la producción y entorpecerse las cadenas de suministro, y después al transformarse en uno de demanda, en el que empresas y consumidores están aplazando sus decisiones de inversión, de compra o de endeudamiento. Sin embargo, en el mundo financiero se acumulan las evidencias. Los desplomes de las bolsas no indican necesariamente una caída de las economías en recesión, aunque lo hayan anticipado en numerosas ocasiones, no ocurrió, por ejemplo, en el crash de 1987. Como entonces, se ha vivido "una pérdida de altura cuasi súbita, que ni siquiera tiene comparación con la crisis de 2007-2009: para acumular una pérdida como ésta de casi el 27%, el S&P 500 necesitó entonces que pasaran 12 meses", observa Juan Ignacio Crespo, asesor del fondo Multiciclos Global de Renta 4, quien afirma que, por lo tanto, "quedan, pues, solo dos comparaciones posibles: la de 1987 y la del crack de 1929; y ya no hay que descartar nada".

"Las ventas de estos días tienen una componente irracional muy fuerte, como siempre que estas cosas suceden, pero también apuntan un algo de racionales: el temor a la inacción de los gobiernos, no solo en el ámbito fiscal sino en el de contención de la epidemia; por no hablar claro de decisiones insuficientes como la del viernes del BCE", continúa el economista. De donde sí se pueden extraer más conclusiones aplicables a la economía real es del mercado de deuda. El trasvase de dinero de las bolsas a los bonos soberanos más seguros, como son los de EEUU o Alemania, y las ventas de los de los países periféricos de la eurozona, como España o Italia, podrían ser muestra solo de la incertidumbre imperante y de una mayor aversión al riesgo, pero que vaya acompañada de una preferencia por los plazos largos frente los cortos pone el escenario de recesión en un estadio muy tangible.
La inversión de la famosa curva de tipos de EEUU (el diferencial entre el interés que se exige al bono con vencimiento a 2 años y el del 10 años) y los mínimos históricos que están marcando las rentabilidades de los bonos de referencia de vencimientos más extensos, como está ocurriendo con el 30 años de la primera potencia del mundo o con el de Alemania, explican precisamente que el dinero y los inversores esperan que los tipos de interés vayan a permanecer bajos, o muy bajos, durante bastante tiempo, lo que implica un contexto recesivo o de exiguo crecimiento, siguiendo la misma lógica del empresario o del consumidor que pospone sus decisiones económicas expansivas ante un escenario de contracción de la actividad.
Los inversores esperan que los tipos vayan a permanecer bajos, lo que implica un contexto recesivo
Con otra consecuencia directa para los países más frágiles y con menor margen fiscal, como son España o Italia, a los que automáticamente se les endurecen las condiciones de financiación en el peor momento, en el que deben incrementar el gasto y aumentar el déficit para contrarrestar los shocks provocados por el coronavirus, al dispararse sus primas de riesgo. Solo en los últimos dos días, a España se le ha incrementado el coste de financiación de la deuda de referencia (el bono a 10 años), en el mercado secundario, más de 30 puntos básicos, al pasar el interés que se le exige del 0,26% al 0,6%, y a Italia, 60 enteros, disparándose su diferencial con Alemania a 250 puntos.
Por esta razón, que el BCE de Christine Lagarde asegurara este jueves que no está para perseguir las primas de riesgo, es lo que muchos expertos más lamentan de la batería de estímulos monetarios que anunció la institución, muy enfocados a apoyar al sector financiero. "La liquidez no es el problema, los bancos están llenos de liquidez", arguye Esty Dwek, jefa de estrategia de Natixis IM, quien considera que "las medidas fiscales son absolutamente necesarias porque los datos económicos de marzo serán pobres y el impacto continuará en abril".
"El mensaje más representativo se centró en la llamada a la acción de las autoridades fiscales como mecanismo primordial para mitigar el impacto económico de la pandemia", reconocen en Monex Europe. De la economía real habrá noticias, quizá catastróficas, a partir de la publicación de indicadores adelantados y de sentimiento como la encuesta Zew sobre las expectativas de Alemania, el 17 de marzo, y, sobre todo, de la cascada de índices PMI industriales y de servicios de este mes de EEUU y de la eurozona, el 24 de marzo.

Madrid.
 

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