La playa escondida, en las Islas Marietas (México). FERRANTRAITE GETTY IMAGES
Una playa interior en una isla deshabitada, una catedral excavada en sal, árboles del color del arcoíris o una mezquita levantada en barro. Prodigios de la naturaleza y del hombre esperando a ser visitados
En su mayoría, estos son destinos desconocidos y al margen del turismo. Maravillas prácticamente secretas, algunas naturales y otras creadas por el hombre, que resultan asombrosas. Desde bosques de colores brillantes hasta cráteres por los que se asoma el infierno, cuevas con cristales gigantes que recuerdan a la guarida de Supermán, catedrales monumentales excavadas en sal o mezquitas grandiosas hechas en barro. Estos son 19 lugares extraordinarios, especialmente recomendados para espíritus curiosos, que merece la pena apuntar en la lista de deseos viajeros para descubrirlos cuando podamos viajar.
Las montañas de colores de Zhangye (China)
Una serie de franjas de diversos colores, que van del rojo intenso al verde pálido, cubren una extensión montañosa de 500 kilómetros cuadrados en la provincia china de Gansu, donde más de 20 millones de años de sucesivos movimientos geológicos han presionado la arenisca creando estas impresionantes capas de color. Con el paso de los siglos, el terreno ha ido erosionándose formando pilares, al tiempo que las temperaturas extremas del desierto han reventado la roca, generando grietas y despeñaderos. Este tipo de paisaje marciano recibe el nombre de danxia, y se puede encontrar en otros puntos de China, como en el parque Binggou Danxia, con enormes columnas de roca y precipicios, pero sin la sorprendente gama de colores del geoparque.
El parque está surcado por pistas senderistas y rutas para vehículos que llevan a diferentes miradores, ubicados en puntos elevados sobre las caprichosas formaciones rocosas. La más imponente es la llamada Montaña de los Siete Colores, que se puede contemplar desde el cuarto punto de observación del parque, el de mayores dimensiones. Las colinas adquieren brillos escarlata y dorados durante el amanecer y el ocaso, así que para hacer fotos vale la pena madrugar. Cuando llueve, las colinas se encienden aún más con los colores del arcoíris, de modo que conviene programar la visita entre mayo y septiembre.
Los eucaliptos de arcoíris de Maui (Hawái, EE UU)
La carretera que lleva a la pequeña población de Hana, en el Estado estadounidense de Hawái, es una de las rutas más increíbles del planeta, con un montón de atracciones, sonidos y colores a medida que el camino baja zigzagueante hasta el aletargado pueblo, ubicado en pleno bosque lluvioso de la isla de Maui, una de los ocho que conforman el archipiélago. Quizá lo más extraordinario del recorrido sea el bosque pintado de eucaliptos: árboles que parecen arcoíris congelados y que ante nuestros ojos se presentan como un capricho de la naturaleza. Estos ejemplares lucen colores rojos, púrpuras y verdes muy intensos gracias al proceso de pelado de corteza que se realiza en diferentes épocas del año. Sin embargo, la verdadera belleza de este fenómeno es que la muda de su piel nunca se detiene y las manchas cambian constantemente de color creando una arboleda de caleidoscopios vivientes. El bosquecillo de eucaliptos de arco iris está justo a la altura de la milla 7 en la Hana Highway de Maui. También hay otro grupo de árboles de similares caracterísitcas en el cercano Keʼanae Arboretum, un jardín botánico de dos hectáreas y media de extensión al sureste de la misma isla.
Puerta al infierno en Darvaza (Turkmenistán)
No es fácil llegar al cráter de Darvaza, situado en un enorme desierto en la exrepública soviética de Turkmenistán, uno de los países más aislados del mundo. Pero cuando se ve a lo lejos, uno sabe que ha llegado. Parece la entrada al inframundo, con las paredes de roca candente y el fango en ebullición que crean un calor tan abrasador que obliga a protegerse el rostro. También hay que tener cuidado de dónde se pisa: no hay barrera de seguridad que impida caer dentro de este gigantesco horno en pleno desierto.
Cuenta la historia que en 1971 un grupo de ingenieros soviéticos buscaban petróleo en el desolado desierto de Karakum cuando su plataforma, situada sobre una bolsa de gas, se hundió. Temiendo que el metano pudiera ser peligroso, le prendieron fuego, convencidos de que se consumiría en un par de días. 40 años más tarde, sigue ardiendo. El cráter, que tiene aproximadamente el tamaño de un campo de fútbol y unos 30 metros de profundidad, ha sido apodado como la Puerta del Infierno. La ferocidad de las llamas y la vastedad del desierto que lo rodea lo convierten en un lugar espeluznante. Cuando oscurece, el ruido de la combustión se oye más fuerte y el cielo se ilumina con la luz procedente del cráter.
El órgano marino de San Francisco (California, EE UU)
Todo el mundo contempla la bahía de San Francisco cuando visita la ciudad, pero ¿cuánta gente la escucha? El órgano de olas (Wave Organ) es una obra de arte visual y auditiva. Situado en un pequeño embarcadero de Marina District, el lugar regala además bonitas vistas del Golden Gate, la isla de Alcatraz, Fort Mason y el otro lado de la bahía.
La idea fue del artista Peter Richards cuando escuchó una grabación de sonidos procedentes de un órgano de viento en un muelle de Sídney, Australia. Con la colaboración del museo de la ciencia de San Francisco, el Exploratorium, Richards construyó la pieza conn ayuda del escultor George Gonzales. La peculiaridad de los sonidos se aprecia mejor en pleamar, cuando el oleaje entra y sale del órgano de 25 tubos fijado al hormigón en varios niveles.
El emplazamiento por sí mismo es precioso: un conjunto de diferentes niveles de mármol y granito reciclados de un cementerio demolido. Los tubos emiten sonidos bajos muy sutiles, de modo que conviene darse un tiempo para respirar profundamente, calmar la mente y disfrutar de la música que emite el mar. El órgano de olas está cerca del club naútico St Francis Yacht Club.
Una playa escondida en las Islas Marietas (México)
Las playas secretas de las islas Marietas, archipiélago deshabitado en la costa caribeña de México, son una atracción codiciada, pero la playa escondida es la guinda del pastel. Una joya paisajística y uno de los rincones más espectaculares de México, al que se le conoce también como la playa del amor. Desde el mar, se puede accecer a este arenal nadando con la marea hasta alcanzar una estrecha hendidura entre la superficie del mar y la isla árida que hay encima. Un túnel natural entre las rocas que nos llevará hasta una playa interior envuelta entre paredes de piedra, como si hubieran construído un anfiteatro alrededor. Ante la masiva afluencia de turistas durante los últimos años, las autoridades han impuesto un cupo máximo de cien visitantes diarios.
Los arqueólogos y vulcanólogos han sugerido teorías sobre la forma de la isla basadas en las pruebas del culto a una deidad ancestral y en modernos ensayos armamentísticos; hoy es una anomalía que capturan sus visitantes y comparten en Instagram. Un corto trayecto en barca comunica las islas Marietas con la Riviera Nayarit, cerca del aeropuerto de Puerto Vallarta, una localidad del Estado de Jalisco asomada al Pacifico.
La gran mezquita de barro en Djenné (Malí)
Incluso durante el atiborrado mercado del lunes, con las calles y plazas de Djenné repletas de malienses y mercancías coloridas, cuesta apartar la vista de la Grande Mosquée. Elegante pero amenazadora, se levanta como un puercoespín de barro con vigas de madera a modo de púas. Lo cierto es que la Grande Mosquée, construida en 1907 y aún hoy la estructura de ladrillo de barro más grande del mundo, es un recreación fiel de otra anterior que se levantó en la misma ubicación en 1280, tras la conversión al islam de Koi Konboro –el 26º rey de Djenné–. La primera mezquita aguantó 600 años como símbolo de la importancia y riqueza culturales de la isla, pero a principios del siglo XX fue destruida por la yihad del rey guerrero islámico fundamentalista, Cheikhou Amadou.
La actual mezquita, muy parecida a la original, requiere un mantenimiento anual para asegurar su longevidad: al final de la estación lluviosa anual, 4.000 voluntarios locales ayudan a los prodigiosos mamposteros de etnia boso a completar la tarea. Las complejas espinas de madera sobresalen de la estructura precisamente por esta razón: permiten el acceso a los artesanos en sus laboriosas tareas de enlucido. Los no musulmanes no pueden entrar en la mezquita, pero las vistas desde el Petit Marché y los tejados de las casas aledañas son maravillosas. La ciudad de Djenné se sitúa en el delta interior del río Níger, cerca de la confluencia de los ríos Bani y Níger, en la parte central de la actual Malí, a 35 kilómetros al oeste de la carretera entre Mopti y Bamako. Si no hay problemas de seguridad, se tarda 8 horas en coche desde Bamako, la capital de Malí.
Una cueva de cristales en Chihuahua (México)
Para adentrarse 300 metros hacia el centro de la Tierra hay que ir a la cueva de Naica, repleta de cristales translúcidos y colosales, en Chihuahua, en el Estado mexicano del mismo nombre. El ser humano se muestra insignificante ante estos pilares relucientes –los hay de hasta cuatro metros de grosor– que se entrecruzan como si de las escaleras de Maurits Cornelis Escher se trataran. También hay astas en forma de obelisco que flanquean las paredes. Algunos visitantes aseguran recuerda a una catedral; otros, a la guarida glacial de criptonita de Superman, pero todos coinciden en que es uno de los lugares más asombrosos del planeta. Para adentrarse aquí se necesita un casco, una careta antigás, una bombona de oxígeno y un traje equipado con bolsas de hielo para soportar temperaturas de 50 ºC y una humedad alta. Pero incluso con la protección adecuada, solo se puede visitar durante 20 minutos como máximo. Y es que la cueva estuvo cerrada al público poco después de su descubrimiento en el año 2000, cuando un minero se coló en su interior y murió abrasado.
Se calcula que algunos cristales tienen 500.000 años de antigüedad, y probablemente sean las muestras de selenita más grandes descubiertas hasta la fecha. La selenita es un mineral blanco que se raya con facilidad. Una compañía minera drenó el agua que inundaba las cuevas. Si se volvieran a llenar de agua las cámaras, los cristales empezarían a crecer de nuevo y el ser humano posiblemente no podría verlos ni investigarlos nunca más. Cerrada al público desde 2010, la cueva abre únicamente para fines científicos.
El museo submarino de Roatán (Honduras)
¿Cansados de la anticuada y tediosa rutina de visitar museos? ¿Hartos de las audioguías, las colas y las aglomeraciones? Entonces es que ha llegado el momento de ponerse un bañador y unas aletas y dirigirse a este museo submarino. Esta peculiar exposición está frente a la costa de Roatán, una de las bucólicas islas de la bahía de Honduras, y se aparta de la convencionalidad para embarcar al visitante en una aventura total: equipa a sus visitantes con gafas y tubo y los conduce hasta las cristalinas aguas caribeñas donde aguardan tesoros únicos: estatuas mayas, artefactos paya, piraguas garifuna, anclas viejas y hasta un galeón español.
Antes de llegar al punto de inmersión y de iniciar la búsqueda del tesoro, los guías informan sobre la colonización de esta parte de las Américas y la consiguiente lucha por la independencia. Sin embargo, la experiencia no se reduce a conocer la historia. Estas islas están entre los lugares más privilegiados del mundo para observar arrecifes coralinos y fauna muy diversa entre sus instalaciones. Los coloridos peces nadan entre los artefactos hundidos mientras la estrella de mar y la gamba de línea blanca recorren el lecho arenoso del océano. Los corales salpican el paisaje marino y los cangrejos se esconden y asoman desde sus escondites secretos. El museo está en el oeste de la isla de Roatán, al que llega la carretera principal y hay varias agencias que coordinan los circuitos.
Pequeños dragones en Postojna (Eslovenia)
Cuando en el siglo XVII se descubrieron estos tritones espectrales en las cuevas de Postojna (Eslovenia), se creyó que eran crías de dragón. Pero la verdad sobre el olm (Proteus anguinus, en su nombre científico) es casi igual de interesante: este anfibio espectral y albino solo habita en los 24 kilómetros de cuevas de Postojna y puede sobrevivir hasta 10 años sin comer. Es ciego y corre a toda velocidad por los ríos subterráneos valiéndose de su capacidad para percibir los débiles campos eléctricos.
Las cuevas y sus viscosos residentes llevan mucho tiempo recibiendo visitantes. Hace más de 140 años que un trenecito recorre la gruta: la emperatriz Isabel de Austria también lo hizo, pero los asientos aterciopelados que utilizó ya no se conservan. Hoy, las paredes están llenas de estalactitas y los pilares calizos se elevan cual altar de catedral barroca. Aunque El Brillante, una reluciente estalagmita de cinco metros de altura, sea muy fotografiada, son los olms los que le roban el protagonismo. Los biólogos confían en la contribución que estos escurridizos bichos, parecidos a la salamandras, harán a la ciencia; sus cualidades regenerativas podrían ser clave para curar el cáncer o desacelerar el envejecimiento en los seres humanos. Todavía las crías de dragón no han desvelado sus secretos, pero recientemente (en 2016) se ha podido ver cómo las crías de olm salían del cascarón y crecían. Postojna está a una hora en autobús de Liubliana, la capital eslovena.
Quien haya fantaseado alguna vez con revolcarse en una enorme cuba de lodo rodeado de una multitud, debería colocar este volcán de lodo de Colombia entre sus prioridades viajeras. A 50 kilómetros al noreste de Cartagena en la costa caribeña, se trata de una protuberancia natural de 15 metros de altura con forma de cráter cuyo interior no atesora lava, sino un lodo cremoso, templado y rico en minerales donde se puede tomar un baño con propiedades terapéuticas. Según dice la tradición, un sacerdote, pensando que el volcán era la personificación del diablo, convirtió el fuego y la ceniza en un baño de lodo curativo.
Un banco mundial de semillas en el Ártico (Svalbard, Noruega)
Ante la perspectiva de que la humanidad tenga que empezar de nuevo después de un desastre global, es conveniente saber que existe un Banco Mundial de Semillas en Noruega. La misión de este fondo, situado en el archipiélago de Svalbard, al norte, es almacenar suficientes semillas para garantizar la mayor diversidad genética a nivel mundial.
En todo el planeta hay unos 1.700 bastiones agrícolas que guardan existencias propias. Diversas variedades de cultivos, resistentes a las plagas o sequías, están almacenadas discretamente. Su frágil contenido se podría estropear por culpa de cortes del suministro eléctrico o por desastres ocasionados por el hombre, por eso las cámaras acorazadas del Banco Mundial de Semillas son inexpugnables: 860.000 muestras de 4.000 especies, envasadas en vainas selladas de plástico en un remoto enclave del Ártico, a medio camino entre el norte de Noruega y el Polo Norte. Recuerda a un refugio de James Bond: si fallara el suministro eléctrico, la cámara que raras veces se abre quedará sellada. El permafrost –capa de suelo permanentemente congelado– conservará las existencias en frío. Y las normas de seguridad estipulan que las semillas almacenadas solo pueden ser extraídas por el país que las ha ingresado, garantizando así que ningún Estado pueda sacar provecho de la crisis agrícola de otro.
1000 lingas en Kbal Spean (Camboya)
El lecho rocoso del río de los 1000 Lingas, en las colinas Kulen de Camboya, está cubierto de símbolos de la fertilidad tallados en la piedra. Se trata de un tramo de 150 metros del río Stung Kbal Spean, a unos 45 kilómetros del famoso complejo Angkor Wat, lleno de símbolos fálicos, junto a tallas del dios Visnú, de Hanuman –con cabeza de mono– y de otras muchas deidades hindúes. El lugar es tan imponente como las tallas, con cascadas que caen sobre escenas míticas: en una, Visnú está reclinado, con Lakshmi a sus pies; en otra aparece Brahma sentado sobre una flor de loto. Para llegar hay que abrirse paso por la jungla, en ocasiones trepando por entre las raíces y las ramas. Se cree que los eremitas empezaron a tallar imágenes sagradas en el lecho del río durante el siglo XI, aunque algunos historiadores sostienen que los primeros lingas aparecieron 200 años antes.
El lugar fue redescubierto en 1969 por el etnólogo Jean Boulbet, que llegó aquí guiado por un ermitaño del lugar. La guerra civil camboyana (1967-1975) impidió el acceso a este yacimiento arqueológico hasta la década de 1990. Con la frondosa vegetación y el agua que las cubre, es fácil perderse algunas de las tallas más interesantes, así que conviene ir con un guía y mejor entre julio y diciembre, cuando el agua fluye sobre las rocas.
Las abuelas buceadoras de Jeju (Corea del Sur)
A las submarinistas de la isla de Jeju, frente a la costa sur de Corea, se las conoce como las sirenas coreanas. Desde el siglo XVIII las haenyeo se han sumergido a profundidades increíbles para pescar pulpos, orejas de mar (moluscos muy estimados por su carne) y erizos, transmitiendo sus habilidades de madre a hija. Antes les bastaba para mantener a toda la familia. Hoy en día la tradición se está perdiendo, pero aún quedan muchas sirenas, algunas de ellas octogenarias. Muchas haenyeo empiezan de niñas, recogiendo algas en aguas poco profundas para ir progresando hasta inmersiones más ambiciosas, y midiendo su capacidad por la profundidad que son capaces de alcanzar. Los años de experiencia les permiten aguantar la respiración hasta varios minutos. Para muchas es como una adicción: no se trata solo de la emoción de la inmersión y de conseguir sus presas con sus propias manos, sino también de la independencia económica que les proporciona. Las submarinistas haenyeo tambien se han convertido en tristes testigos del efecto de la contaminación, que va vaciando progresivamente el lecho marino de orejas de mar.
En el lugar se dice que los hombres no son capaces de resistir el frío del agua, y que sería escandaloso que hombres y mujeres se sumergieran juntos. Aunque muchas jóvenes de la isla han optado por irse a trabajar a la ciudad, el Gobierno coreano sigue subvencionando a las sirenas de Jeju, financiando los equipos y la asistencia sanitaria.
Una catedral de 250.000 toneladas de sal (Zipaquirá, Colombia)
De las tres catedrales de sal del mundo, la de Colombia puede parecer a priori muy turística. Pero al descender 180 metros hasta esta extraterrenal casa de oración hecha con 250 000 toneladas de sal, uno se lleva otra idea. El impresionante santuario, situado en la localidad de Zipaquirá e iluminado de forma espectacular, es una maravilla. Deambular por sus 14 capillas –cada una representa una estación del Vía Crucis de Jesucristo– es un asombroso recorrido a través del simbolismo religioso. Pero lo más impresionante es la nave central (la mayor iglesia subterránea del mundo), donde una cruz colosal e iluminada irradia un resplandor inolvidable. Los autobuses salen de Bogotá rumbo a Zipaquirá.
Ataúdes colgantes en Luzón (Sagada, Filipinas)
Los ataúdes colgantes de Sagada, en Filipinas, sitúan a sus muertos en un limbo entre el cielo y la Tierra. En este imponente cementerio al aire libre en las montañas del norte de Luzón, los ataúdes se cuelgan de escarpados riscos. Siguiendo la tradición de los indígenas igorot, los muertos más importantes ocupan los niveles superiores, más cerca de los espíritus de sus ancestros. La tradición resulta práctica: así los difuntos quedan fuera del alcance de carroñeros y de las inundaciones. En los últimos siglos, este rito funerario también era un medio disuasorio para evitar que las tribus rivales decidieran saquear las tumbas y llevarse la cabeza de sus enemigos. La cultura igorot afronta la muerte con tranquilidad. Algunos incluso preparan sus propios ataúdes, ayudados por sus parientes si las fuerzas no les acompañan. Tras la muerte, los restos de la persona se ahúman, se amortajan y se llevan a los despeñaderos. Por el camino, parientes y acompañantes se acercan a tocar el cuerpo amortajado. Los ataúdes son estrechos, y los cuerpos se colocan en posición fetal, a modo de reflejo del nacimiento.
En la Sagada moderna, solo los ancianos mantienen esta tradición. Pero aunque la práctica no se mantenga, es probable que los ataúdes colgantes sigan poblando estos húmedos valles durante siglos. Están en el valle de Echo, a 30 minutos de excursión desde la Iglesia de Sta. María de Sagada.
Las torres del silencio de Yazd (Irán)
Han pasado varias generaciones desde el último entierro celebrado en las Torres del Silencio de Yazd, en el centro de Irán, pero los buitres siguen planeando en lo alto aobre ellas, impulsados por las corrientes térmicas. Con el paso del tiempo, las tradiciones del zoroastrismo –una de las religiones más antiguas– han ido desapareciendo, pero en las colinas de Yazd aún se conservan rastros de una de sus costumbres mas enigmáticas. Las dakhmas, misteriosas torres de piedra que se elevan sobre la llanura y que en su día época bullían de actividad, con los carroñeros por el cielo azul dispuestos a dar buena cuenta de los difuntos.
La historia de Yazd es la historia de una civilización desaparecida. Miles de hombres, mujeres y niños anónimos pasaron al otro mundo en las dakhmas de Yazd, mientras los imperios islámicos arrasaban la comunidad zoroastriana, que actualmente solo compone el 0,03% de la población iraní. Hoy en día solo quedan las casas bajas de piedra donde se celebraban los baños rituales de los difuntos, los círculos concéntricos donde se disponían sus cuerpos y los osarios centrales. La visita, combinada con la del templo del fuego de Atashkadeh, en el centro de Yazd –donde arde una llama sagrada al menos desde el año 470– supone una sugerente visión de una cultura que ya era antigua cuando el cristianismo y el islam irrumpieron.
Las enigmáticas líneas de Nazca (Perú)
Desde las avionetas que despegan del diminuto aeropuerto peruano de Nazca, lo primero que se aprecia son las inmediaciones verdosas de esta polvorienta localidad peruana, los montes desnudos y el desierto enorme. Y al sobrevolar este podremos distinguir unas líneas rectas trazadas sobre el suelo pedregoso que convergen y se cruzan antes de desaparecer en el horizonte. Más tarde aparecen trazos reconocibles de animales, como un mono con un rabo enroscado, un colibrí, una araña monstruosa, un ave o un lagarto. Sus extremidades son proporcionadas y las líneas son rectas puras.
Las preguntas son inmediatas. ¿Quién dibujó estos animales enormes? ¿Quién trazó esas líneas rectas en la superficie del desierto? ¿Cómo? ¿Por qué? Las líneas de Nazca atrajeron por primera vez la atención pública en la década de 1930, cuando los pilotos comerciales empezaron a volar a Perú. Estas líneas rectas kilométricas, formas geométricas y figuras de animales dispersas a lo largo de 500 kilómetros de la reseca meseta de Nazca han planteado un rompecabezas, tanto para arqueólogos como para teóricos de la conspiración. Al parecer fue la antigua civilización de los nazca, que prosperó en esta región entre los años 200 y 600, la que trazó los jeroglíficos quitando la tierra y las piedras de color cobrizo que dejaban al descubierto la arena más clara que hay debajo, en trazos de 30 centímetros de anchura. Como no hay lluvias, ni viento, ni erosión, los dibujos han permanecido intactos durante casi 2.000 años. No obstante, sigue siendo un misterio cómo se las arreglaron para crear semejantes líneas rectas y unos animales tan proporcionados, y con qué fin las hicieron.
Hay muchas teorías al respecto, unas más descabelladas que otras: que las líneas rectas son antiguas pistas de aterrizaje de naves extraterrestres, o que los animales integran un gigantesco calendario astronómico. Teorías más recientes apuntan a que las imágenes de animales representaban fases astrológicas o animales totémicos (espíritus) de diferentes clanes nazcas. Y con respecto a las líneas y trapezoides, probablemente se utilizaron en rituales para suplicar agua a los dioses en una de las partes más áridas de Perú. Las líneas de Nazca, que se aprecian mejor desde el aire, se pueden ver también desde un mirador a 20 kilómetros de la localidad peruana.
Estrómboli, faro de fuego del Mediterráneo (Sicilia, Italia)
La hiperactiva isla de Estrómboli, en el arco volcánico entre el Vesubio y el Etna de Sicilia, ha atrapado la imaginación de los hombres durante milenios. Los antiguos marinos llamaban a este cono perfecto que se asoma por el este de las islas Eolias el faro del Mediterráneo, por sus constantes erupciones. A Estrómboli llegan excursionistas de todo el mundo para ascender por la ladera para llegar a la cumbre, avanzando por yermas extensiones de ceniza. Se tarda unas dos horas en llegar a la extraterrenal cumbre del volcán: cráteres humeantes sobre un cielo crepuscular rojizo, con el sol poniente reflejado en el mar. Desde esta posición privilegiada, se puede contemplar el humo que sisea sin cesar, con puntuales e imprevistos chorros de fuego vertical, explosiones estruendosas y piedras incandescentes correteando cuesta abajo del cráter.
Las erupciones pueden pasar a convertirse en nubes de humo gris, con motas rojas a intensas fuentes de luz roja anaranjada, todas irrepetibles y preciosas. El descenso depara también vistas increibles. Y otra visión sorprendente es contemplar las erupciones desde el mar o subir al Sciara del Fuoco, la desolada extensión gris bajo de los cráteres del Estrómboli donde se pueden ver las rocas de lava fundida descendiendo por las laderas y sumergiéndose en el Mediterráneo, 900 metros más abajo. Para llegar a Estrómboli se puede coger el hidroplano diario desde Milazzo (Sicilia) o el ferri que sale dos veces por semana desde Nápoles.
Los algodones de Pamukkale-Hierápolis (Turquía)
No son ningún secreto, pero sí uno de los lugares más sorprendentes del planeta. Se trata de los famosos travertinos de Pamukkale (que significa castillo de algodón), balsas de carbonato cálcico en forma de nenúfares gigantes llenas de límpidas aguas turquesa. Los visitantes, descalzos, pueden subir por ellas hasta el Pamukkale Termal, en lo alto de la meseta, donde se puede disfrutar de un relajante (y caro) baño termal.
Por debajo, los restos de antiguas columnas atestiguan la existencia de unos baños termales en este lugar desde tiempos grecorromanos. Tan impresionantes son los travertinos que tienden a eclipsar las ruinas de la antigua Hierápolis, diseminadas sobre la ladera. Sin embargo, estas ruinas son una digna competencia para Éfeso, yacimiento más conocido. El enorme teatro muestra la riqueza y la importancia de la antigua ciudad que ocupó esta meseta. Desde sus gradas, da la impresión de que los actores vayan a salir a escena en cualquier momento. Muy cerca de aquí crucificaron al apóstol san Felipe cabeza abajo, siniestro evento que recuerda un martyrium octagonal al que suelen acudir los peregrinos. La calle Frontinus, que aún conserva sus losas, lleva hasta una serie de letrinas construidas para acomodar múltiples traseros. Una puerta en ruinas da paso a una necrópolis con dos kilómetros de tumbas donde no se oye más que el ulular de los búhos. Se puede pasar la noche en Pamukkale y subir por uno de los tres caminos que recorren los travertinos.
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