sábado, 11 de abril de 2020

Teletrabajo, teleducación… teletodo: ¿resistirá internet nuestra hiperconexión?

Teletrabajo, teleducación… teletodo: ¿resistirá internet nuestra hiperconexión?

Ubicación de los principales 'data center' o servidores en Europa (Pablo González)


Netflix y YouTube han decidido bajar su calidad, Zuckerberg teme por sus servidores


Son tiempos de teletrabajo. Se impone la teleducación. Los conciertos son vía las redes sociales. Y el streaming sustituye a los hoy cerrados cines. ¿Pero aguantará Internet?
Con la pandemia de la Covid-19, el mundo se vuelca en la red, que suma y suma contenidos y usuarios. El primer aviso, sin embargo, lo dio Mark Zuckerberg, que decidió aumentar la capacidad de los servidores de WhatsApp por el riesgo de colapso en medio de la crisis del coronavirus –ahora que las videollamadas y llamadas de voz crecen entre millones de personas confinadas. Antes llegaron Netflix y YouTube, que bajaron la calidad de sus vídeos para soportar un consumo no previsto.

Estamos recluidos, pero hiperconectados. Y es así que llegan las dudas. ¿La actual red soportaría a continentes enteros metidos en casa, confinados sin poder salir a la calle, y dependientes del acceso a un Internet que es a su vez dependiente de cables muy físicos con capacidades finitas? ¿Y en España?
Joan Francesc Fondevila, director del Centro de Estudios sobre el Cable y profesor en varias de las universidades catalanas, responde, sin titubeos, a La Vanguardia: “En los países desarrollados, la red está suficientemente replicada. Existe una cantidad elevada de back up como para resistir un aumento sensible de su uso. De hecho, hasta la crisis a raíz del coronavirus, en el sector se reconocía una infrautilización de las redes. Ello se percibía en una capacidad sobrada de las redes transoceánicas”, afirma.

Fondevila se refiere a las infraestructuras de fibra óptica, esenciales para contar con el servicio adecuado de acceso a Internet, sea cual sea el contexto. Al igual que las redes móviles. Pero en ambos casos son las que son, las ya construidas hasta ahora. Y ahora, cuando el consumo por lo menos se ha duplicado, cuando no triplicado o cuadruplicado según qué día y según en qué momento –como repiten todos los operadores desde la dominante Movistar, pasando por Orange, Vodafone, el grupo MasMovil o el grupo Euskaltel–, es cuando vuelve la duda: ¿tiene la capacidad suficiente?
Los expertos consultados recuerdan que España ya es el tercer país de Europa en conexiones de fibra, lo que supone el 65% de las conexiones de banda ancha fija. Que las redes móviles 4G ofrecen cobertura a hasta el 99% de la población. Y que, por eso, se habla de la robustez de la red. También por las tareas que, día a a día, desarrollan los operadores en tiempos de emergencia sanitaria: el mantenimiento, la monitorización constante y la creciente solución de incidencias por el actual mayor número de reuniones online, clases online, contacto con la familia y amigos online, entretenimiento o gaming online y un largo etcétera que habla, siempre, en digital.

“En el contexto internacional, España dispone de una realidad de conectividad realmente privilegiada, necesaria en la sociedad de la banda ancha. Otra cuestión son las redes internas de algunos países de los continentes en vías de desarrollo, que sí, sufrirán con la exigencia de su uso. Pero en nuestro entorno se están recogiendo las bondades de aquello que se sembró con visión de futuro: una espectacular red de fibra óptica”, incide Fondevila. Algo que el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación (COITT), por su parte, repite: “Cada país tiene sus diferencias, pero la interconectividad entre los distintos continentes y países está dimensionada de forma correcta para que no haya problemas”.
Otra cosa, como coinciden los especialistas, es que (como pasa, por ejemplo, con las carreteras) cada país depende tanto del tráfico total como de cómo está ordenado, de optimizarlo, de si hay límites a su velocidad, etcétera. Más cuando, según cita a La Vanguardia la compañía de análisis tecnológico Akamai, el tráfico en Internet a nivel global ha aumentado alrededor de un 30% desde finales de febrero hasta finales de marzo –cuando el crecimiento global, según relata la empresa, solía ser del 3% mensual. En España, esta nueva realidad incluso se intuye ya antes de decretarse el estado de alarma y las primeras medidas de confinamiento, el pasado 14 de marzo, tal y como nos ilustra el gráfico que sigue.

Las cifras récord, sin embargo, han traído recortes. Como es el caso temporal para la calidad de visionado de Netlix y YouTube. Por eso hay quien duda de que el acceso a la red siga siendo para todos igual. Más en el caso de asentarse lo que, de hecho, la red ya permite: el trabajo digital en una amplia variedad de actividades.

¿Privilegiados vs precarios?


Paco Jaén Cubero, experto del COITT en ciberseguridad y nuevas tecnologías, nos recuerda, con todo, que estas “redes de telecomunicaciones se pueden optimizar y balancear y/o priorizar, pero el problema no está a día de hoy en las carreteras sino en los servicios o los servidores, que deben dimensionarse para el aumento de demanda”.
Es decir, son las empresas de servicios las que tienen que optimizar, ampliar y mejorar sus recursos ante la gran demanda, y no tanto las redes en sí. “Es posible que, llegado el caso de saturación extrema de la red, por uso indebido de la misma, o por ciberataques puntuales (un tema muy importante a controlar en este momento), se tuvieran que dar ‘privilegios’ a los servicios esenciales que permitan mantener la conectividad de infraestructuras críticas. Siguiendo el símil de las carreteras, sería como el carril taxi o bus en las ciudades”, concluye Jaén Cubero.
Porque a día de hoy, y si se mira atrás, la red actual ya ha podido integrar elementos y equipos conectados que hasta hace poco eran inexistentes como los smartphone, las televisiones conectadas, los smartwatch, las pulseras digitales, robots de limpieza y equipos domóticos que se activan con comandos de voz tipo Alexa o Google Home, etcétera. O incluso se ha avanzado hacia la sensorización de las industrias y/o de las producciones agrícolas, por poner dos ejemplos. No serán los últimos ni los únicos.
Más cuando ahora, algo no practicado de forma generalizada hasta la llegada del coronavirus, como lo es el teletrabajo o la teleducación, parece haber llegado para quedarse. Según nos explica María Isabel Labrado, profesora del departamento de Organización de Empresas y Marketing de la Universidad Complutense de Madrid y directora de Personas y Gestión del Cambio en Fujitsu, se vive una “transición brusca”, aunque “no es homogénea en todos los ámbitos ni en todos los medios disponibles”.
Su afirmación bebe del último informe publicado por Eurostat, en el 2018, que situaba a España en niveles por debajo de la media europea en teletrabajo. En un 4,3% frente a una media europea del 5%. Lejos de países de cabeza como los Países Bajos, donde la dinámica se sitúa por encima del 13% de los trabajadores. Y es que, con los resultados preliminares sobre el Impacto del teletrabajo en el bienestar del empleado en la mano, Labrado afirma: “Los trabajadores dicen estar confiados en que los cambios adoptados perdurarán de alguna manera, aunque sólo un 20% confía en que los cambios estarán disponibles para todos por igual”. Queda por adaptar, según señala, “la cultura de las empresas”.

  

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