lunes, 13 de abril de 2020

Una economía de posguerra sin líderes

Una economía de posguerra sin líderes


Billetes de un dólar durante su acuñación en Washington (Andrew Harrer / Bloomberg)

Inspirado en la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, el FMI debe decidir esta próxima semana cómo evitar una catástrofe económica



Isabel II añadió la necesaria referencia a la Segunda Guerra Mundial en su discurso sobre la Covid-19 el pasado domingo, al repetir la frase “nos volveremos a ver” de la flemática y a su vez lacrimosa canción de Vera Lynn de 1939. Pero la referencia histórica para la asamblea virtual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial esta próxima semana no será a la guerra, sino la posguerra. Concretamente, el épico plan de reconstrucción económica diseñado en Bretton Woods en 1944 por John Maynard Keynes Harry Dexter e implementado tres años después como plan Marshall. Un plan de reconstrucción tan audaz será necesario tras la devastación provocada por el microscópico virus.
Está por ver, sin embargo, si los casi 200 ministros de finanzas y banqueros centrales que participarán por streaming en la asamblea tienen la capacidad de liderazgo de los padres de Bretton Woods. “El virus se ha convertido en una prueba brutal de la capacidad para diseñar e implementar una respuesta coherente a la crisis”, afirma el historiador económico Adam Tooze. Pero sólo China ha pasado la prueba hasta la fecha. El FMI, una institución principalmente occidental –el 40% de las cuotas son de EE.UU. y Europa– ya no tiene patrocinadores como RooseveltChurchill o incluso De GaulleDonald Trump “personifica la falta de liderazgo necesaria para gestionar una pandemia”, resume Tooze.
Tras el anuncio de los megapaquetes de rescate en las principales economías –EE.UU., Japón, Europa y, en menor media, China– por un valor astronómico de ocho billones de dólares, al FMI le corresponde coordinar una respuesta global. Hay que evitar que la pandemia provoque una catástrofe sanitaria y social en los países en desarrollo que luego vuelva a contagiar al norte.
Hasta la fecha, los bancos centrales –dispuestos a monetizar la necesaria expansión fiscal– han sido los bomberos, enfermeros y cirujanos de la crisis económica de la Covid-19. Pero las líneas de intercambio lanzadas por la Reserva Federal para garantizar la liquidez de las economías consideradas sistémicas sólo cubren 15 países y, de ellos, sólo México Brasil son propiamente dichos países en desarrollo. El resto de América LatinaÁfrica y parte de Asia que lidian con el virus, y con una fuga de capitales de 100.000 millones de dólares, no cuenta con el apoyo de las líneas de canje de la Fed.
Por eso , el FMI planteará esta semana el uso de hasta 2,5 billones de dólares en derechos especiales de giro (SDR) para financiar una suerte de plan Marshall para la era de la Covid-19 en los países del sur. Evitaría una crisis de deuda y facilitaría una inversión en los sistemas de sanidad con el fin de prevenir un rebote del virus del sur al norte.
Los SDR fueron creados en 1969 como una suerte de divisa global que –en teoría– sustituiría al dólar para resolver las inevitables crisis de financiación por las balanzas de pagos. Apenas se han utilizado, pero ahora hay necesidad, dicen muchos economistas. “No debería haber un solo país –por Estados Unidos– que decida quién vive y quién muerte en una pandemia”, señala Andrés Arauz, execonomista del Banco Central de Ecuador.

La periferia de la zona euro puede tener más problemas que los países en desarrollo


El siguiente paso sería la necesidad de condonar o cancelar deuda conforme la Covid-19 convierte en realidad los temores del Fondo sobre el elevado endeudamiento, principalmente corporativo, en las economía emergentes.
El efecto económico del virus no tiene mucho que envidar al de una guerra. “Estamos esperando el peor impacto de una crisis desde la Gran Depresión”, dijo la nueva directora gerente del FMI, Kristina Georgieva, en su discurso del jueves. El Fondo calcula que 170 de sus países miembros registrarán caídas del PIB per cápita este año.
El frenazo de los sectores de servicios –hostelería, viajes, comercio al por menor– ha destruido millones de puestos de trabajo de la noche a la mañana. La ruptura de las cadenas globales de suministro manufacturero, también. En Estados Unidos, 9,9 millones de nuevos parados solicitaron prestaciones por desempleo en sólo dos semanas. “El panorama desolador vale tanto para economías avanzadas como en desarrollo”, comentó Georgieva. Sin embargo, “de la misma manera que la crisis sanitaria, esta crisis económica será más dura en los países más vulnerables”, añadió.
El FMI ha anunciado que facilitará créditos por más de un billón de dólares para cientos de países que van a atravesar problemas por la balanza de pagos debido a la crisis. Pero el nuevo plan Marshall dependerá del apoyo de sus principales accionistas. Hasta la fecha, Francia ha sido el más proactivo, pero hay señales de que Estados Unidos –con su notorio veto del fondo– también apoya el plan de los SDR.
Lo cierto es que el virus ha exacerbado los problemas políticos y económicos ya existentes en Estados Unidos y en Europa. En Estados Unidos, la coordinada respuesta federal –fiscal y monetaria– ayudará a contrarrestar la recesión en las regiones más afectadas. Pero la extrema desigualdad de su sistema sanitario está provocando una crisis humanitaria. Siete millones de ancianos estadounidenses viven en zonas en los que no existen camas de UCI. Increíblemente, menos del 10% de los dos billones para estímulos se invertirán en ese sistema sanitario.
Por su parte, la zona euro, con mejores servicios públicos que Estados Unidos pese a las secuelas de una década de austeridad carece de un estado unificado federal para elaborar una respuesta macroeconómica al desigual impacto de la pandemia. De ahí la preocupación de que la zona euro desate otra crisis de deuda soberana que esta vez afecte también a las economías emergentes.

Los SDR nacieron como una divisa para sustituir al dólar y apenas se han utilizado


La presidenta del BCEChristine Lagarde, ya ha comprobado que la diplomacia financiera en Frankfurt es mucho más complicada que en Washington. Su intento de dar un impulso a la idea de coronabonos y a la mutualización de la deuda al señalar que el BCE no es el vehículo indicado para bajar la prima de riesgo italiana sólo asustó los mercados.
En algún sentido, la europeriferia puede tener más problemas que los países en desarrollo en esta crisis. No tiene acceso a este plan Marshall de SDR, pero tampoco cuenta con un banco central propiamente suyo ni con una autoridad fiscal dispuesta a combatir la brutal recesión. Pese a las presiones desde MadridRoma París, un plan Marshall europeo financiado con coronabonos parece aún más complicado que uno pactado en Washington.
“Si por un plan Marshall los políticos españoles quieren decir que necesitan liderazgo tienen toda la razón”, dice Barry Eichengreen, de la Universidad de Berkeley. “El BCE puede evitar una explosión de diferenciales de la deuda, pero si la Comisión Europea o el eurogrupo no anuncia alguna iniciativa habrá que concluir que son irrelevantes”.
La resistencia en la zona euro a la emisión de deuda mutualizada evoca otra lección de la Segunda Guerra Mundial, dice Richard Kozul Writght, economista jefe de la Comisión de Comercio y Desarrollo de Naciones Unidas. “La gran ironía histórica es que Alemania jamás habría salido de la devastación de la posguerra si no se hubiera condonado su deuda bajo el plan Marshall. La hipocresía histórica resulta ahora asombrosa”, zanja.

  

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