Folio de un manuscrito ilustrado realizado entre 1411 y 1486 y que muestra una escena del funeral de Raymond Diocrès (Wikipedia)
El colorante conocido como Tornasol (o ‘folium’) se extrae de la cáscara de los frutos de un vegetal llamado ‘Chrozophora tinctoria’
No había iluminador de manuscritos que se preciara en la Edad Media que no usara el Tornasol. Desde que se desarrollaron las técnicas para su extracción en el siglo XIII, su uso permitía conseguir una amplia gama de colores, desde el azul hasta el rojo, pasando por el púrpura. Todo dependía de la reacción a la acidez o alcalinidad (pH inferior o superior a 7, que es el neutro) de su entorno.
Hace 1000 años nadie conocía cómo funcionaba realmente esta reacción química. Simplemente se sabían las técnicas necesarias para conseguir el resultado buscado. Pero un grupo de investigadores portugueses acaba de revelar, en un artículo publicado en la revista Science Advances , la estructura molecular de este tinte que se utilizó ampliamente hasta el siglo XVII, cuando ya era más fácil conseguir pigmentos azules derivados de minerales.
Hasta el siglo XVII
Este tinte fue muy usado sobre todo desde que en el siglo XIII se desarrollaron las técnicas para su extracción
El Tornasol estaba muy extendido como acuarela medieval porque, aunque tenía menos calidad que el lapislázuli, era más barato de obtener. Aún así, con el paso de los siglos su papel fue degradado a un esmalte sombreado hasta que desapareció de la paleta de los ilustradores.
Este tinte (también conocido como folium) proviene de una planta llamada Chrozophora tinctoria, una planta medicinal originaria de las soleadas laderas mediterráneas pero que ha acabó llegando hasta la India. Sus flores son pequeñas y tienen segmentos amarillos triangulares (las masculinas) o verdosos lineales (las femeninas). Su fruto es una cápsula cubierta con una especia de verrugas.
Químicos de la Universidades NOVA de Lisboa, Oporto y Aveiro siguieron las instrucciones medievales para extraer el colorante azul de unas plantas que se recolectaron en la freguesia (parroquia) de Granja, en el concelho de Mourão, cerca de la frontera sudeste con España. El cromóforo (la molécula responsable del color) se aisló, purificó y caracterizó utilizando una metodología multianalítica.
Las recetas medievales remarcan que los frutos, recolectados durante los meses de agosto y septiembre, no deben romperse ni tampoco deben liberarse sus semillas durante la producción del pigmento. El producto incluso se ha usado como colorante alimentario y, en los Países Bajos, también se utilizó para teñir de rojo la corteza de un queso.
”Ahora, después de determinar la estructura, hemos concluido que no es una antocianina (el pigmento disuelto en las células de diversos vegetales y frutas azules), ni añil (o Índigo, el tinte azul natural más estable), sino una nueva clase en sí misma”, explica en un comunicado Maria João Melo, autora principal del estudio.
Según los especialistas, este descubrimiento permitirá identificar el folium en las obras de arte y estudiar sus propiedades estructurales, electrónicas y reactivas. De esta manera, se facilitará la evaluación del estado de la pintura y permitirá determinar y planificar las mejores estrategias para la conservación de los manuscritos medievales.
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