Desde Estrasburgo hasta Colmar, el noreste de Francia está lleno de rincones que no te puedes perder
Entre los años 1618 y 1945 – durante más de 300 años – los franceses y los alemanes se han disputado este pedazo de territorio ubicado al noreste de Francia. De hecho, tanto fue así, que desde finales del s XIX hasta principios del XX la región de Alsacia llegó a cambiar de bando hasta en cuatro ocasiones. Algo debían de tener estas tierras para tanta obsesión... De hecho, el vino podría ser perfectamente una de las causas. Y es que solo cuando uno recorre los paisajes alsacianos, se da cuenta de su magnetismo.
La influencia del río Rin y la barrera natural de las montañas de la cordillera de los Vosgos han creado un hábitat excepcional dónde los viñedos y la uva son los protagonistas indiscutibles. Eso se puede palpar en sus hermosos paisajes. El espíritu del vino te envuelve allá donde vayas: por las aldeas recoletas, en los grandes castillos, a través de los senderos del bosque, en las esplendorosas praderas y entre sus gentes. De norte a sur, del Bajo al Alto Rin, desde Estrasburgo hasta Eguisheim, te sugerimos seis experiencias imprescindibles:
Estrasburgo y el vino más viejo del mundo
Hay que considerar que Alsacia tiene 190 kilómetros de largo y 50 de ancho, más o menos, es la región más pequeña de Francia, pero por esa misma razón es fácil de explorar. La primera o última parada siempre debe ser su capital, Estrasburgo . Una ciudad categórica. Hay que adentrarse de lleno en su casco histórico (llamada Grande Ille y declarado patrimonio de la humanidad en 1988) y admirar su belleza arquitectónica: especialmente la catedral gótica Notre Dame, el Palais Rohan, varias iglesias medievales y sus tradicionales casas de entramado de madera.
En pleno corazón de la ciudad, en la Place de l’Hôpital, encontramos una bodega histórica en la que descansa el vino bebible más antiguo del mundo, un blanco seco cosecha de 1472. En efecto, tiene la friolera de 548 años. El edificio se construyó a orillas del Rin, en 1395, primero como iglesia y luego se transformó en uno de los primeros hospitales de la ciudad. Durante más de medio siglo, muchos de los pacientes pagaban sus facturas médicas con parcelas de viñedos, y las uvas cultivadas se convertían en vino que se almacenaba en la cava del hospital. Lo curioso es que utilizaban el vino para tratar diversos tipos de enfermedades.
Los viñedos de Molsheim y Kochersberg
En las inmediaciones de la capital alsaciana, a un lado y a otro, los viñedos y su intenso colorido se suceden en el camino. El poderío de los suelos de esta región es manifiesto y reconocido internacionalmente. El clima soleado y seco que, junto a las tierras benignas: rocas graníticas, pizarra, arena y tierras calizas, hacen que los vinos sean, según los expertos en la materia, ricos en matices.
La parte occidental de Estrasburgo, entre Molsheim y Avolsheim está salpicada de rincones naturales maravillosos para detenerse y dejarse llevar, andar y observar. Desde allí se puede ir por el valle del río Bruche siguiendo la ribera. Hay que pensar que fueron los romanos los primeros que se fijaron en estas tierras, ya plantaron, en su tiempo, algunas cepas. Hoy Alsacia dispone de 15.600 hectáreas de viñedos cuyas vides son trabajadas por unos 4.200 viticultores productores.
Atardecer en el castillo de Haut-Koenigsbourg
Alsacia está dividida en el Bajo Rin (Bas-Rhin) al norte, con Estrasburgo como capital, y el Alto Rin (Haute-Rhin) al sur, donde la principal ciudad es Colmar. El castillo de Haut-Koenigsbourg lo encontramos una vez nos adentramos en la región del Bajo Rin. Se trata de una fortaleza medieval del siglo XII, la más importante de Alsacia. Los dueños, en el siglo XV, fueron los Habsburgo, fue abandonado en 1633 hasta que, a partir de 1899, y bajo el dominio del emperador Guillermo II, se llevó a cabo su restauración.
Su emplazamiento en lo alto del monte Stophanberch no es casual. Desde allí se vigilaba todas las idas y venidas del norte por la ruta del vino. Las vistas desde los muros del gran bastión, en lo alto de la torre, son espectaculares. No solo por los majestuosos viñedos – que alteran su forma y color según la estación del año; en otoño es un festival – sino también porque se puede contemplar la silueta del mismo castillo y sus torres envueltas por las alargadas llanuras de Alsacia, los Vosgos y el bosque Negro al fondo y, si tienes suerte y no es un día muy nublado, se alcanza a divisar los Alpes.
Ruta a pie o en bici entre Ribeauvillé y Riquewihr
Más de 100 pueblecitos forman parte de esta adorable región francesa. La mayoría tienen un aire encantador: fachadas de colores, entramados tradicionales de madera, tejados de pizarra, adoquines en las calles, balcones colmados de flores... Explorar esta zona es un placer para los ojos. Te pararías a cada instante, en cada pueblo. Sin embargo, hay dos villas que tienen un vínculo especial con el vino: Ribeauvillé y Riquewihr. Vale la pena montar una pequeña ruta, caminando o en bici – son apenas 4 kilómetros –, y admirar uno de los parajes más carismáticos de la Alsacia.
Hileras perfectamente ordenadas de viñas sobre las colinas que anuncian la entrada a Ribeauvillé. Su esencia medieval es muy evidente y se puede observar en parte de sus murallas y en algunas de sus torres defensivas, como la torre de los Carniceros (Tour des Bouchers). El camino que luego conduce a Riquewihr es de asfalto, pero por el camino nos encontraremos con localidades como Hunawihr, zonas para hacer un picnic, o arboledas donde se respira el aire que huele a uva. Sin duda, solo verlo, entiendes por qué Riquewihr es uno de los pueblos más bonitos de Francia (que no es poco). Te sumerges en una especie de cuento antiguo. Es como si nada hubiera cambiado lo más mínimo en los últimos cinco siglos. Por algo se la conoce como ‘la perla de los viñedos de Alsacia’.
Colmar: la capital de la ruta del vino
Descubrimos lo cautivadora que es Colmar. Da la impresión de que se ha quedado lo bueno de Francia, pero también lo mejor de los alemanes. Es un lugar sublime. Es el corazón de ‘la Ruta del Vino’, que serpentea a lo largo de 170 kilómetros desde la falda de los Vosgos, en Marlenheim, al norte, hasta Thann, al sur. Pero lo dicho: Colmar es una parada ineludible en este trayecto. Una de las recomendaciones es navegar por sus canales, por lo que llaman la ‘Pequeña Venecia’, canales por los que, por cierto, antiguamente se transportaba el vino de un lugar a otro.
Y ya que estamos en plan gastronómico, una buena sugerencia es degustar la cocina alsaciana, tanto de influencia alemana: los pretzels, hasta el chucrut y la salchicha o los baeckeoffes alsacianos (una cazuela compuesta de distintas carnes, patatas, cebollas y otras verduras); como los platos más afrancesados empezando por el foie gras, el poulet au riesling (pollo cocinado en vino riesling) y el famoso quiche.
Una cata en Eguisheim
Para despedirse como un sibarita de esta ruta paisajística, no puede faltar una buena cata. La coqueta población de Eguisheim, a siete kilómetros de Colmar, es el lugar ideal para conocer la cultura vitivinícola de Alsacia. Hay que tener en cuenta que es una ciudad rodeada de colinas, cubiertas casi en su totalidad por viñedos, y dominada por los Trois-Chateaux (tres castillos). Allí se dedican al mundo del vino en cuerpo y alma desde hace muchos años. Es su forma de vida. Y se nota, puesto que hay bodegas en cada esquina.
Eso sí, hay darse un paseo por sus calles. Te encontrarás con una de las fotografías más solicitadas de la región, – aparte de la catedral de Estrasburgo –el viejo palomar de Eguisheim (Le Pigeonnier). En Alsacia se producen vinos de tipo monovarietal (de una única uva), entre los que destacan el riesling, el sylvaner, el pinot blanco y el gewurztraminer, y algunos de ellos son los blancos más reconocidos del planeta. De ahí que no podamos finalizar este recorrido sin hacer una buena degustación. En Eguisheim existen varias terrazas para hacerlo, pero en el centro hay una bodega muy interesante y con muy buenas valoraciones: Emile Beyer (1580), donde los vinos se catan en las bodegas de una antigua posada medieval. Solo queda brindar.
Alsacia
Durante 300 años, franceses y alemanes se han disputado este pedazo de territorio