Cada verano, entre diciembre y febrero, miles de argentinos viajan a la vecina Uruguay para disfrutar de sus bellísimas playas, en especial su balneario más famoso, Punta del Este.
El resto del año, solo queda el pequeño grupo de expatriados que reside allí de forma permanente.
Pero este año parece ser diferente. Con el otoño, los argentinos no dejaron de llegar a las costas uruguayas. Y en invierno siguió pasando lo mismo.
A pesar de que la frontera entre ambos países ha estado cerrada al turismo desde marzo por la llegada del coronavirus a Sudamérica, según cifras de la Dirección Nacional de Migración citadas por medios locales, desde entonces alrededor de 30.000 argentinos cruzaron a Uruguay.
La polémica surge con los reportes de que no llegaron para tomarse unas vacaciones sino, muchos de ellos, para quedarse.
Si bien el Ministerio del Interior uruguayo no le respondió a BBC Mundo sobre cuántos están tramitando su permiso de residencia, tanto el embajador uruguayo en Argentina, Carlos Enciso, como el cónsul uruguayo en Buenos Aires, José Luis Curbelo, declararon a la prensa que se procesan unos "100 trámites semanales".
Y hay reportes de que que las solicitudes pueden ser muchas más. Medios que han cubierto el tema, entre ellos los británicos The Guardian y The Economist, calculan que son unas 20.000.
Además, no solo los porteños parecen interesados en mudarse a Uruguay. El diario La Capital, de Rosario, informó que en el consulado uruguayo en esa ciudad se triplicaron las consultas para hacer la residencia y en otros lugares, como Mendoza, también se reportó un "récord" de consultas.
La pandemia
En cualquier caso, la razón por la que este asunto está haciendo tanto ruido es que la situación a ambos lados del Río de la Plata hoy no podría ser más diferente.
Y es que para algunos argentinos, en especial los de alto poder adquisitivo, Uruguay se ha transformado en un lugar de refugio, tanto del coronavirus y las restricciones que trajo como de la política y la crisis económica en su país.
La primera gran diferencia entre los vecinos rioplatenses tiene que ver con el impacto del covid-19.
Mientras que a comienzos de octubre Argentina se convirtió en el sexto país del mundo con más casos (ya superó los 900.000), Uruguay, que tiene apenas el 8% de la cantidad de habitantes, tiene unos 2.300 infectados.
También la cifra de muertos es abrumadoramente diferente: más de 24.000 en Argentina contra unos 50 en el país oriental.
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Pero incluso si no se toma en cuenta el tamaño de la población, la situación de la pandemia en Uruguay es muchísimo mejor.
Allí hubo apenas 14 muertes por cada millón de habitantes, contra cerca de 540 por millón en Argentina.
No obstante, no fue la situación sanitaria, que se deterioró en Argentina a partir de agosto, la que llevó a muchos argentinos a mudarse.
Un gran número se fue huyendo no del virus, sino de la cuarentena.
Y es que, mientras que Uruguay nunca impuso un aislamiento obligatorio, los argentinos tuvieron la cuarentena más larga del mundo (que formalmente continúa, aunque pocos la acaten).
En vez de restricciones, el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, quien asumió el 1 de marzo, aplicó protocolos que permitieron reabrir diversos sectores de la economía, tras solo algunas semanas de cierre.
En cambio, el gobierno de Alberto Fernández, quien asumió la presidencia de Argentina en diciembre pasado, cerró la economía por meses y a los habitantes de Buenos Aires y sus alrededores solo se les permitió salir para realizar compras esenciales.
Recién en agosto se permitieron las actividades recreativas y se habilitaron muchos comercios, pero no los centros comerciales.
Los restaurantes y bares acaban de reabrir sus puertas ahora y solo al aire libre.
En tanto, siguen sin operar los vuelos comerciales (incluso internos) y el transporte público está reservado para los trabajadores esenciales.
Quizás el mayor contraste se da en el ámbito educativo: mientras que Uruguay fue uno de los primeros países del mundo en reabrir sus escuelas y universidades, en Argentina recién en las próximas semanas volverán algunos alumnos y hay dudas de que las clases presenciales se retomen de forma generalizada cuando comience el próximo año escolar, en marzo de 2021.
"Libertad"
Ante este panorama, algunos de los argentinos más acaudalados que tienen casa en Punta del Este decidieron mudarse allá.
Esto incluyó a celebridades como la presentadora de televisión Susana Giménez o el conductor radial Oscar González Oro, quienes tramitaron sus documentos uruguayos.
"Me harté de estar encerrado en mi departamento, sin poder salir, sin poder ir a visitar a un amigo, sin poder llevar a alguien a comer a casa", dijo González Oro al diario argentino Clarín, tras mudarse a comienzos de agosto.
"Siento que recuperé mi libertad", afirmó, en declaraciones que fueron criticadas por quienes respaldan las medidas que tomó el gobierno argentino para frenar el avance del coronavirus.
Pero no solo las celebridades, con casa en Punta del Este, decidieron dejar su país para instalarse en Uruguay.
La migración argentina está compuesta principalmente por empresarios y profesionales de clase alta o media alta que no solo objetan cómo el gobierno ha respondido a la pandemia.
También cuestionan su manejo de la economía y la injerencia cada vez mayor del Estado en la vida y el sector privado.
Por ejemplo, con la aplicación de un "supercepo" que limita fuertemente el acceso a dólares, tanto de personas como de empresas.
Otra fuente de malestar son las crecientes medidas que apuntan a gravar la riqueza, como la imposición de un impuesto anual de hasta el 2,25% sobre activos en el exterior y un proyecto para imponer un gravamen sobre las grandes fortunas.
"Diferencias ideológicas"
Algunos argentinos incluso se fueron a Uruguay antes de que llegara la pandemia, en rechazo al regreso del kirchnerismo al poder, la fuerza que gobernó Argentina entre 2003-2015, y que volvió de la mano de Fernández y su vicepresidenta, Cristina Kirchner.
El caso más famoso es el del hombre más rico de Argentina, el empresario Marcos Galperín, fundador y CEO de Mercado Libre, la empresa más exitosa del país.
Galperín, vocal simpatizante del expresidente Mauricio Macri, vivió en Uruguay entre 2002 y 2015 (durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner) y había regresado a su país tras el triunfo de Macri (2015-2019).
Pero en febrero renunció como presidente de la filial argentina de su empresa y retornó a Montevideo junto con su familia.
No fue el único que se fue de Argentina tras los comicios.
Alejandro -quien pidió no revelar su verdadero nombre- es un emprendedor de Buenos Aires de 44 años que decidió mudarse a Uruguay a finales de 2019.
"Me cansé de enfrentar la misma calesita de problemas una y otra vez", le contó a BBC Mundo por teléfono desde su nuevo hogar en Punta del Este, enumerando las dificultades que lo llevaron a irse:
"La inflación, a cuánto está el dólar, el gobierno de turno inepto, la pobreza cada vez mayor, la inseguridad que empeora año a año, imprevisibilidad constante, impuestos extorsivos que no llegan donde tienen que llegar y los únicos que caen parados son nuestros políticos", criticó.
"Argentina no sabe evolucionar. Desde que tengo uso de razón siempre hubo crisis en el país y un día dije basta", explicó.
"Acá recuperé algo imposible de tener en la Argentina de hoy: calidad de vida", agregó, sobre su nueva elección de país.
Alejandro terminó siguiendo los pasos de sus padres, hoy mayores de 70, que se instalaron en Punta del Este tras la debacle económica de 2001, cuando muchos argentinos dejaron su país.
"La gran diferencia entre esa migración y esta es que en ese momento muchos se fueron porque se sintieron estafados por un Estado inoperante, que les robó sus ahorros, o por el aumento de la inseguridad", observó.
"Ahora muchos se están yendo por diferencias ideológicas".
Atrayendo extranjeros
Consciente de esta "grieta", el liberal Lacalle Pou, quien curiosamente fue elegido el mismo día que Alberto Fernández aunque políticamente es su opuesto, ha buscado atraer a argentinos descontentos con su gobierno y cansados con los vaivenes económicos en su país.
El plan uruguayo es atraer a unos 100.000 extranjeros -con el foco puesto en los argentinos- para encarar uno de los grandes desafíos históricos que ha tenido Uruguay: su estancamiento demográfico.
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Con este fin, el gobierno ha flexibilizado los requisitos para quienes quieren mudarse o invertir en el país, aumentando los incentivos fiscales.
Se redujo el valor de la propiedad que una persona debe poseer de US$1,7 millones a US$380.000.
Se bajó la inversión mínima requerida para hacer negocios de cerca de US$5 millones a US$1,6 millones, con la garantía de un mínimo de 15 empleos.
Y se extendió de cinco a diez años el período de exenciones impositivas sobre rentas obtenidas en el exterior.
En tanto, ya no se obliga a los extranjeros a vivir como mínimo mitad del año en Uruguay para poder reclamar la residencia fiscal. Ahora alcanza con dos meses.
Las medidas, aprobadas por el parlamento en agosto, fueron criticadas por el opositor Frente Amplio, que advirtió que podrían hacer que Uruguay "retroceda" y vuelva a ser considerado un "paraíso fiscal", como sucedió en el pasado.
El detractor más vocal fue el expresidente José "Pepe" Mujica, quien opinó que, en vez de atraer riqueza extranjera, el gobierno debería concentrarse en tratar de captar inversiones de la enorme díáspora de uruguayos en el exterior, que representan cerca del 15% de la población.
"En vez de traer 100.000 cagadores (defraudadores) argentinos preocupémonos de que los nuestros inviertan acá", dijo en enero pasado, cuando Lacalle Pou reveló sus planes para seducir a extranjeros.
Los cuestionamientos argentinos
Por su parte, el gobierno argentino -que en su momento también advirtió sobre los riesgos de que Uruguay volviera a "favorecerse con el dinero obtenido espuriamente en otros lados"- ha cuestionado que exista un "éxodo" de argentinos que quieren mudarse al país vecino, como afirman varios medios en ambas orillas.
La titular de la Dirección Nacional de Migraciones, Florencia Carignano, señaló al diario La Nación que no estaba claro "si el argentino se está yendo para pasar la cuarentena en Uruguay o para residir permanentemente allí".
Por su parte, el fisco argentino informó recientemente que hasta ahora solo 229 contribuyentes han pedido la baja de impuestos por cambio de residencia a Uruguay.
Sin embargo, Soledad Parodi, una argentina que se mudó a Punta del Este durante la crisis de 2001 y desde entonces asesora a extranjeros que quieren vivir allí, explicó a BBC Mundo que la mayoría de quienes tramitan la residencia no cambian su residencia fiscal.
"No es un requisito y la mayoría no lo pide porque es muy difícil hacerlo", señaló la experta en relaciones públicas, quien maneja una agencia de comunicación y ha coordinado grupos de Whatsapp para agrupar a los argentinos recién llegados.
Parodi coincide en que está por verse cuántos de sus compatriotas volverán a su país cuando reabran las escuelas.
"Muchas familias dicen que en marzo decidirán qué hacen", afirma.
Pero también conoce varios casos de personas, sobre todo mayores de 50 años, con hijos más grandes, que han decidido decirle adiós definitivamente a Argentina.
"En 2001 muchos argentinos que vinieron estaban huyendo de la crisis, pero tenían ganas de volver. Ahora es diferente. Hay gente que se hartó y dijo basta", cuenta.
Entre estos, hay productores agropecuarios que planean "conformar sociedades en Uruguay y trasladar toda su producción", según advirtió Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), una de las organizaciones que representa al campo argentino.
Aunque por ahora los que se fueron son un grupo reducido, Parodi resalta que, por su poder económico, representan una pérdida importante para Argentina.
"Se va el que puede producir, invertir y consumir. Muchos son empresarios y profesionales que ya han hecho su camino y su fortuna, pero dicen que prefieren gastarlo en ellos que dárselo al gobierno".