Todavía hay quien confunde esta enfermedad con tristeza o la asocia a debilidad personal
Los datos son apabullantes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, lo que quiere decir que una de cada cinco personas la padece. Tras el confinamiento y la crisis sanitaria y social que está implicando la Covid-19 las cifras se han disparado hasta llegar a un 20% más de enfermos.
Y, a pesar de ello, la depresión sigue siendo poco comprendida y está rodeada de mitos que no favorecen precisamente el bienestar de quienes la viven. Hoy se celebra el Día Europeo de la Depresión, una jornada destinada a ampliar la conciencia y el conocimiento alrededor de un trastorno todavía estigmatizado por una parte de la sociedad.
“Uno de los mitos es pensar que la depresión es una cosa que te generas tú mismo y un problema que tiene que ver con una debilidad individual”, asegura en este sentido Josep Antoni Ramos Quiroga, jefe del Servicio de Psiquiatría del hospital Vall d’Hebron de Barcelona.
Primer mito derribado. Si usted o alguien cercano está deprimido, ya es hora de dejar de lado la idea de que lo que le pasa tiene que ver con alguna tara personal de la que avergonzarse o con una vulnerabilidad excesiva.
La crisis de la Covid-19 ha elevado un 20% los casos de depresión
¿A qué se debe entonces la depresión? “Hoy en día sabemos que es un trastorno con un trasfondo biológico importante”, asegura el doctor Ramos Quiroga. “Hay una carga genética que nos predispone a padecerla en mayor medida. Incluso sabemos que nuestro perfil inmunológico puede ser un factor agravante o de predisposición, al igual que el tipo de bacterias intestinales que poseemos. También hay que sumar a eso todos los factores ambientales que impliquen un gran estrés, una necesidad de adaptación importante. En función de esas bases genéticas, de la microbiota, de nuestro perfil genético, junto con un estrés mantenido, el organismo puede llegar a desarrollar esos síntomas de depresión”.
De estrés sostenido en el tiempo algunas personas podrían impartir un máster, especialmente en los tiempos que nos ha tocado vivir. Pero hay situaciones que resultan un caldo de cultivo ideal para esta enfermedad mental.
“Los contextos que favorecen la enfermedad son situaciones que implican un alto estrés emocional, como por ejemplo, la muerte de un ser querido muy cercano. Si ya existe esa predisposición en cuanto a carga biológica, como decía antes, una situación de este tipo puede conducir a un duelo complicado que desemboque en una depresión. En el fondo siempre hay un gran estrés de adaptación”, asegura el jefe de Psiquiatría de la Vall d’Hebron.
Síntomas
Pero a pesar de que es uno de los trastornos mentales más frecuentes, todavía hay quien confunde depresión con tristeza. “La tristeza forma parte de la normalidad, es uno de los sentimientos que tenemos y es tan normal como puede serlo la alegría”, advierte este especialista.
Y continúa: “En cambio, en la depresión estamos hablando de un trastorno, y por tanto es una situación o enfermedad que condiciona la vida de la persona. Quien la vive observa que hay una tristeza muy profunda, que deja de disfrutar de las cosas como lo hacía normalmente, y que ya no tiene esa sensación de placer estando con la familia, los amigos, practicando deporte… Hay una sensación de pesimismo, de que el futuro no existe, una sensación interna de gran fatiga física, problemas de concentración, de insomnio… También es habitual despertarse mucho antes de lo esperable, a las cuatro o cinco de la madrugada, lo que llamamos un despertar precoz; pérdida de apetito, que puede ser importante. Y todo un cortejo de síntomas en los que la persona pierde el interés por las relaciones personales. Por ejemplo, respecto a lo sexual se da una pérdida de deseo. En el fondo, estar deprimido es sentirse apagado por dentro”, concluye.
También es frecuente en cuadros de depresión que las personas sientan ansiedad o una gran inquietud interna. P ero lo que más la define, según los especialistas, es esa idea persistente −los síntomas deben persistir al menos durante dos semanas de forma continua− de falta de alegría, una tristeza profunda y de no disfrutar u obtener placer de las cosas, lo que se conoce también como anhedonia.
¿Cómo saber, pues, si nos estamos deprimiendo o si un familiar está cayendo en una depresión? “Cuando ves que la persona se va aislando, se va cerrando, que no habla, que tiene problemas para dormir, pierde el apetito, llora fácilmente… Ante este tipo de síntomas debemos estar alerta”, recomienda el doctor Ramos Quiroga.
Teniendo en cuenta lo frecuente que resulta, tampoco está de más saber cómo actuar cuando una persona cercana padece una depresión. ¿Qué comportamientos ayudan y cuáles no? “Hay frases que hunden todavía más a las personas, como el famoso: ‘Pero si no te pasa nada’ o la típica: ‘Venga, anímate’”, advierte el especialista.
Y lo justifica: “No es que la persona no quiera estar animada, es que no puede. Si alguien se rompe una pierna seguro que no le diremos: ’Sal a pasear, ve a correr, que así se consolidará antes la fractura’. Es que no puede correr, no puede caminar: la pierna está rota”.
Hay que estar alerta si la persona se va aislando, no habla, duerme mal, pierde al apetito, llora fácilmente...
El psiquiatra asegura que “lo que tenemos que hacer es acompañar con un mensaje positivo: ’De esto vamos a salir, te vas a recuperar, vas a estar mejor...’ Y siempre preguntar, no obligar: ’¿Puedes salir a dar un paseo?’. Si la persona nos dice que no, debemos respetarlo, hacerle sentir que estamos cerca, que estamos a su lado, que no va a estar solo. Pero no esa presión de: ’Anímate, recupérate, venga, vamos, que esto no es nada’”.
“Se trata de acompañar, entendiendo cómo se puede sentir esa persona con ese apagón de sentimientos positivos que está viviendo”, reitera.
Respecto al entorno más próximo, los expertos aconsejan quitarse de encima la posible sensación de responsabilidad e incluso de culpa que pueden surgir en relación con la enfermedad de un ser querido. Y cuidarse y dedicar tiempo a uno mismo para poder cuidar al otro lo mejor posible.
Mejor prevenir
En cuanto a su prevención, el doctor Ramos señala que uno de los aspectos más importantes es, sin duda, mejorar la calidad de vida de las personas, puesto que la mejora de los aspectos sociales incide directamente en el nivel de estrés, el gran disparador de las depresiones.
“También hay aspectos de educación emocional que podemos trabajar desde la infancia de manera que nos ayuden a tolerar mejor las frustraciones, a manejar mejor la distancia que existe a veces entre nuestros intereses y lo que podemos conseguir”, señala este psiquiatra.
Otro aspecto importante es el contacto social. Diversos estudios señalan la importancia que tiene para los enfermos sentirse apoyados por su entorno. “Esto no quiere decir que las personas que sufren depresión no tengan el apoyo de sus seres queridos”, aclara, “pero sí que es cierto que si tenemos un contexto social adecuado este nos ayuda”. Sería como tener a mano unas muletas, volviendo al ejemplo de la pierna rota. La fractura no se va a curar, pero sí nos va a resultar algo más llevadera.
También la hará más llevadera el hecho de desestigmatizarla. Y en este sentido, los especialistas insisten en señalar que a pesar de que tenemos mucha más información al respecto, aún se sigue asociando depresión a debilidad mental, y todavía se considera que las personas que la padecen son, de alguna manera, menos capaces, o que no lo intentan lo suficiente.
En este sentido, explican, la ciencia es clara: “La depresión es una enfermedad real. Tenemos muchas evidencias de alteraciones que se producen en áreas como el hipocampo, podemos ver cómo las personas que la padecen presentan un daño en las conexiones neuronales. También tenemos evidencias de alteraciones del sistema inmunológico, e incluso sabemos cómo algunos relacionados con la dieta pueden tener un efecto sobre ella. Se sabe ya que los condicionantes sociales juegan un papel importante, pues son los principales desencadenantes del estrés, que juega en nuestra contra”.
“La depresión es una enfermedad real; hay alteraciones en el hipocampo, en el sistema inmunológico...”
La realidad de la depresión tiene una cara muy dura. Además del gran malestar de las personas que la sufren, cada año se suicidan en España más de 3.500 personas, y más de 60.000 en toda la Unión Europea. Se estima que en el 90% de esos suicidios estaba implicado un trastorno mental activo, y que en más de la mitad de dichos suicidios el trastorno que había detrás era una depresión mayor. Por tanto, la depresión es uno de los factores de riesgo más importante del suicidio a día de hoy.
Los expertos advierten de que la depresión supondrá también la carga de enfermedad más importante, y con un mayor impacto social, en el año 2050. “Todo lo que podamos hacer para detectarla rápidamente y abordar un buen tratamiento será vital”, explica el doctor Ramos.
Afirma que “existen ya excelentes tratamientos para la depresión mayor. Y además, en 2019 se ha producido una gran revolución en este sentido, con nuevos medicamentos que actúan mucho más rápidamente y que nos van a ayudar sin duda a controlarla para que no se complique ni se cronifique”.
Aunque no solo de medicamentos habla este psiquiatra. La dieta, en particular la dieta mediterránea, puede llegar a tener un papel importante en la mejora de los síntomas e incluso en su prevención: “Un tratamiento que se ha visto que es positivo para la prevención de la clínica depresiva, y que incluso puede mejorar la microbiota, es la dieta mediterránea”, afirma.
Y continúa detallando: “Entre aquellos alimentos que se han visto relacionados con esa mejora se encuentran el brócoli, la ingesta de arándanos, los mejillones, las ostras… Todos ellos pueden tener una relación beneficiosa con aquellas sustancias que necesita nuestro cerebro para evitar la depresión. Hoy sabemos que la gente que sigue la dieta mediterránea tiene menos clínica depresiva”, concluye.
“Hoy sabemos que la gente que sigue la dieta mediterránea tiene menos clínica depresiva”