lunes, 10 de octubre de 2022

¿Ves problemas donde no los hay?: una oda (y crítica) a la insatisfacción permanente



Foto: iStock.


Cuando todo es un drama, hasta las tareas o conflictos más insignificantes, debemos preguntarnos si podemos verlos de otra forma para resolverlos mejor y no agobiarnos




La vida no debería ser tan complicada, es un pensamiento recurrente que viene de vez en cuando. Sobre todo en aquellos momentos en los que te paras a reflexionar sobre un problema que, de tanto darle vueltas, acabas descubriendo que en realidad no es para tanto o que incluso lo has creado tú mismo. Al final, parece que todo se basa en tener un techo, un trabajo estable, comida caliente encima de la mesa y amor, mucho amor. En realidad, esta es una suma complicada, pues muy raras veces hacemos 'check' a todos estos elementos.

¿Qué es lo que hace que caigamos en la desesperación por nada? Seguramente conozcas a alguien que, de ser tan catastrofista, acaba en una espiral de autosabotaje continuo. Cierto es que en estos casos influyen mucho la autoestima o la seguridad que tengas en ti mismo y en lo que haces. Que si síndrome del impostor, que si síndrome de Dunning-Kruger... A veces conviene pararte un segundo a pensar si lo que te preocupa está infundado o realmente es una estupidez.

"¿Cómo resuelves un problema si continuamente lo estás redefiniendo?"

Hace años se publicó un estudio en el que se sacaba a colación un término que puede explicar esta tendencia humana a ver problemas donde no los hay: el "deslizamiento de concepto". Este alude a la manía de redefinir constantemente el foco de los conflictos a pesar de que ya no los haya. Para explicarlo, pusieron el ejemplo de un vecindario que se organiza para evitar los robos, ya que han aumentado mucho en los últimos años. La guardia, constituida por voluntarios, resulta efectiva y el número de asaltos a las casas decrece hasta mínimos históricos. Entonces, comienzan a llegar nuevos voluntarios. Al cabo de las semanas, ya no hay ningún incidente, pero la guardia sigue patrullando todas las noches por si acaso.

En dicho ejemplo, los nuevos voluntarios que irán entrando empiezan a ver actitudes sospechosas por todas partes. A pesar de no haber robos, la hipervigilancia que ejercen les hace desconfiar de cualquier acto normal. "¿Cómo resuelves un problema si continuamente lo estás redefiniendo?", se preguntaba David Levari, investigador postodoctoral de psicología en la Universidad de Melbourne y autor del estudio publicado en 'Psychological Inquiry' , quien puso esta curiosa alegoría para demostrar que aunque tengamos un problema resuelto, siempre le veremos cabos sueltos o directamente estaremos buscando otros relacionados.

Él y su equipo quisieron llegar más allá e hicieron un experimento en el que reunieron a un grupo de gente para observar una serie de caras generadas por ordenador, pidiéndoles que dijeran cuáles les parecían amenazantes y cuáles inofensivas. "Al mostrarle a la gente cada vez menos rostros amenazantes, descubrimos que expandieron su definición de 'amenaza' para incluir una más amplia gama de rostros", señalaba Levari. "En otras palabras, cuando se quedaron sin caras intimidantes que mostrar, comenzaron a buscarlas en los rostros más inofensivos. En lugar de ser una categoría consistente, lo que las personas consideraban 'amenazas' dependía de cuántas amenazas habían visto últimamente".


Esas malditas comparaciones

Después de realizar más experimentos relacionados con juicios morales, llegaron a la conclusión de que todo se resume en una idea clave. "La investigación de la psicología cognitiva y la neurociencia sugiere que este tipo de comportamiento es una consecuencia de la forma básica en que nuestros cerebros procesan la información: estamos constantemente comparando lo que está delante de nosotros con su contexto reciente", concluye el investigador.

Brindemos por la insatisfacción, ya que su contrario, la felicidad, nunca debería contemplarse como una meta o un objetivo

Esta puede ser la razón central de por qué muchas veces acabamos preocupándonos por asuntos que no tienen demasiadas vueltas de manera innecesaria. Y, por ello, entraña tanta dificultad el hecho de solventar un momento difícil de nuestra vida. No solo por la magnitud del problema en sí, sino por lo que vendrá después una vez cese. Al final, todo hace mella, y si te pasan cosas malas, aunque las resuelvas satisfactoriamente, estas dejarán un poso que te hará apreciar con más facilidad lo negativo que lo positivo. De igual modo, si te han pasado cosas buenas recientemente, tal vez te sientas más optimista y afrontes con más ligereza lo malo que te vaya a ocurrir a partir de ahora.

Sea como sea, todo apunta que la insatisfacción se retroalimenta, tanto a nivel personal como colectivo. Seguramente te venga a la cabeza alguien que parece que va arrastrando cada día una cadena consigo y otros que parece que tienen la mejor vida que podrían desear. Los primeros servirán para autoconsolarse de que lo nuestro no es tan malo y los segundos serán focos de envidias y recelos, alimentando la insatisfacción.

Pero no estar satisfecho ni a gusto contigo mismo tiene su parte positiva si sabe llevarse bien: al fin y al cabo, si los hombres y mujeres de antaño se hubieran contentado con lo que tenían, nunca habrían prosperado las ciencias, el derecho, la tecnología, las artes... Por tanto, brindemos por la insatisfacción, ya que su contrario, la felicidad, nunca debería contemplarse como una meta o un objetivo. Puede que una de las mejores definiciones de esta sea precisamente encontrar un brote de esperanza y fascinación en lo que parece repetitivo, imposible de conseguir.




Por
09/10/2022 - 05:00
www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-10-09/problemas-psicologia-insatisfaccion-social_3503007/