Foto: EFE/Neil Hall.
Beber vino o cerveza es un hábito tan arraigado en nuestra cultura que cualquier mensaje en contra levanta pasiones. En cualquier caso, todavía hay debate en los círculos científicos sobre el vínculo entre alcohol y, en este caso, cáncer
Una de las mejores cosas que podemos hacer por nuestra salud, además de actividad física, buen descanso, control del estrés y buena dieta, es eliminar los hábitos tóxicos. En el caso del tabaquismo, ya pocas personas dudan de su impacto tan negativo sobre la salud, siendo uno de los principales factores de riesgo de enfermedad a nivel mundial. No solo de varios tipos de cáncer, sino también de enfermedades respiratorias o complicaciones cardiovasculares, también vinculadas a la diabetes.
El otro hábito tóxico más adoptado en nuestra sociedad es el consumo de alcohol. En 2019, el 44% de la población mundial mayor de 15 años había consumido alcohol durante el año anterior. La aceptación del vínculo entre alcohol y salud por parte de la población ofrece resistencias. Y en el ámbito científico el debate sigue vigente.
La IARC clasifica el alcohol como carcinógeno confirmado y su consumo aumenta el riesgo de siete tipos de tumores
Se dice que el cardiólogo te recomendará esa copa de vino al día, pero no el oncólogo. De ello ya hablábamos en este espacio y es digno de ver el debate que se despertó en los comentarios al artículo.
No en vano la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), vinculada a la Organización Mundial de la Salud, ha clasificado el alcohol como carcinógeno confirmado (Grupo 1), ya que se conocen los mecanismos bioquímicos por los que el alcohol y los productos de su metabolización (como el acetaldehído) aumentan el riesgo de aparición de células cancerosas. El consumo de alcohol se vincula a un aumento del riesgo de cáncer de boca, garganta y cuerdas vocales, esófago, hígado, colorrectal y mama.
Nuevos datos, nuevas incertidumbres
Que consumir menos alcohol es beneficioso para la salud es indudable. Como ejemplo, esta revisión sistemática con más de 60 estudios, que demuestra que reducir el consumo de alcohol se traduce en menores tasas de hospitalización, riesgo de daños para la salud o de muerte. No hay que olvidar que el alcohol está detrás de buena parte de los accidentes de tráfico, agresiones o caídas accidentales. En paralelo, reducir el consumo de alcohol también se traduce en mejores indicadores de salud general y calidad de vida.
El revuelo actual viene a raíz de un nuevo trabajo publicado por la propia IARC. Tras examinar docenas de estudios, esta agencia ha encontrado que, para la mayoría de tipos de cáncer vinculados al alcohol, hay pruebas limitadas de que eliminar o reducir el consumo disminuye el riesgo. Se encontraron, no obstante, dos excepciones donde las pruebas de reducción del riesgo fueron sólidas: cáncer de esófago y de boca.
La ausencia de prueba no es prueba de ausencia
A lo largo del estudio se encuentran repetidas veces datos que apuntan a incertidumbres o a datos contradictorios. Así, algunos estudios encontraron reducción del riesgo de algunos tipos de cáncer, mientras que otros no reportaron efecto. Hay que tener en cuenta la alta complejidad de demostrar de forma clara que dejar de beber reduce el riesgo de cáncer: los efectos pueden tardar muchos años en hacerse patentes, existen diferencias en la dosis y el historial de consumo, y otros hábitos como fumar pueden complicar discernir el efecto, ya que el tabaco también aumenta el riesgo de varios de los mismos tipos de cáncer.
El quid de la cuestión es que este estudio no demuestra que dejar de beber sea inútil contra el cáncer, sino que las pruebas aún no son del todo concluyentes. Pero ello no significa que, en un futuro y con estudios de mejor calidad, esta relación no pueda ser demostrada de forma sólida. Es lo esperable, ya que se conocen los mecanismos por los que el alcohol causa cáncer.
Además, sí que tenemos pruebas más claras que demuestran que aumentar el consumo de alcohol aumenta el riesgo de cáncer (que aunque parezca lo mismo al revés, no lo es). La propia IARC ha encontrado que el alcohol está detrás del 4% de nuevos casos de cáncer diagnosticados en el mundo, especialmente esófago, hígado y mama. Y la relación entre alcoholismo, cirrosis hepática y cáncer de hígado es inequívoca, por poner un ejemplo.
A pesar de las incertidumbres, con el consumo de alcohol, moderación. Y como siempre valorar el contexto. Para una persona con hábitos sanos y que se cuida, esa copa ocasional de vino o esa cerveza probablemente no tendrán el mismo impacto que para el sedentario prediabético polimedicado, donde solo estaremos echando más leña al fuego. Sentido común.
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