- El emprendedor ya está negociando su proyecto con la administración de Biden
- Quiere recaudar hasta siete billones de inversores de todo el mundo para chips
- Los vínculos entre Oriente Medio y China podrían ser una traba en sus ambiciones
El plan más ambicioso de Sam Altman podría verse frustrado por la guerra comercial entre China y Estados Unidos. El creador de ChatGPT quiere levantar entre cinco y siete billones de dólares, lo que equivale a cuatro veces el Producto Interior Bruto (PIB) de España, para construir cientos de fábricas de chips en todo el mundo. Sin embargo, no podrá hacerlo sin el beneplácito de la Casa Blanca. Antes que nada, su increíble proyecto tiene que pasar el filtro de seguridad estadounidense.
Aunque Altman ya se ha reunido con potenciales inversores para convencerles de que empleen su dinero en aumentar la capacidad de fabricación de procesadores, el emprendedor también está trabajando ya para lograr la aprobación del gobierno de EEUU, según Bloomberg. En sus conversaciones para recaudar financiación y asegurar la participación de la industria, el consejero delegado de OpenAI ha aclarado que no podrá avanzar hasta contar con el sí de la administración de Joe Biden.
El programador estadounidense se ha reunido con la secretaria de Comercio de EEUU, Gina Raimondo, para debatir la cuestión, detalla la misma agencia. Además, quiere llevar a cabo una ronda de conversaciones con distintos políticos para intentar sacar adelante su plan.
EEUU lleva años inmerso en una guerra comercial con China y una parte de la disputa ha oscilado en torno a los semiconductores. Sin embargo, Oriente Medio también está siendo foco del escrutinio regulador, ya que la Casa Blanca quiere evitar que, desde allí, los procesadores acaben llegando a su rival asiático. De hecho, Altman está buscando la colaboración del fondo soberano de Emiratos Árabes Unidos, ADQ, lo que podría generar recelos.
En octubre, la administración estadounidense reforzó los controles de exportación a China mediante un mayor control a países como Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí, en el intento de que no sean una parada intermedia en el destino de los chips nacionales a China. Por eso, los vendedores de procesadores necesitan licencia para exportar sus productos a ciertos países de Oriente Medio.
Por eso, si los planes de Altman ya eran muy ambiciosos, la posición de EEUU supone añadir una importante dificultad a su proyecto. No sería de extrañar que levantara restricciones por motivos de seguridad nacional o que necesitase pasar antes varias investigaciones del Departamento de Inversiones Extranjeras.
EEUU y China están inmersas en su guerra comercial y Washington ha puesto especial énfasis en privar al país asiático de los procesadores más punteros y de la tecnología necesaria para desarrollar ese tipo de chips. El planteamiento es acotar el crecimiento de Pekín en inteligencia artificial y en capacidad de computación.
Esa política de liderar y controlar la industria choca con la aspiración de Altman de movilizar la colaboración global. El fundador de OpenAI ha estado negociando con inversores en Oriente Medio, pero también con directivos de Samsung, TSMC o Intel, y todas esas piezas tendrían que encajar. No será fácil ya que las cantidades que se pretenden recaudar servirían para levantar unas 700 fábricas de chips en los próximos años, lo que requeriría de la participación de ingentes colaboradores.
Altman lleva tiempo proclamando la necesidad de aumentar la capacidad productiva de la industria y reforzar la cadena de suministro. El emprendedor no deja de insistir en que se requieren de muchos más medios para evitar la escasez de procesadores. Sin ellos, su creación, ChatGPT, no podría avanzar y la inteligencia artificial encontraría trabas en su desarrollo.