- El rally, el ratio PE, la amplitud del mercado o los bonos dan señales de exceso
- No hay dos burbujas iguales, pero sí similitudes que permiten identificarlas
El auge de la Inteligencia Artificial (IA) está impulsando las ganancias en bolsa a niveles que se acercan mucho a los de una burbuja. Aunque todavía no se haya alcanzado el punto álgido, ya están dando la cara los síntomas que precedieron a otros pinchazos. El rally de las siete magníficas permite hablar de una "mini burbuja que está madurando", según la descripción Michael Harnett, reputado analista de Bank of America (BofA). Un eufemismo de que el mercado se acerca a niveles preocupantes. Microsoft, Apple, Nvidia, Alphabet, Amazon, Meta y Tesla están incubando una fiebre que podría acabar en estado grave.
El punto de partida de la actual mini burbuja de las siete magníficas fue la respuesta de la Reserva Federal (Fed) al colapso de Silicon Valley Bank (SVB) y el auge de ChatGPT, según BofA. Cuando las tensiones bancarias surgieron hace casi un año, el banco central no tardó en maquinar un plan para garantizar la liquidez en el sistema financiero. El organismo despejó el camino a los bancos para que pidieran todo el dinero que necesitaran tomar prestado, poniendo como colateral bonos gubernamentales. Esto ha permitido a las entidades endeudarse más y tener un fácil acceso a efectivo, que a final ha terminado concentrándose en ciertos valores.
Por esas mismas fechas, OpenAI presentó GPT-4, el último modelo de lenguaje de la firma. Entonces, la compañía detallaba que esta versión había mejorado el razonamiento avanzado, en instrucciones complejas y creatividad. El entusiasmo en torno a la IA no ha cesado desde entonces, impulsando a las siete magníficas, que se han revalorizado un 140% en los últimos 12 meses. Estas también han subido al calor de la Fed, que declaró oficialmente en diciembre que las alzas de los tipos de interés habían acabado. Así, se ha generado el caldo de cultivo perfecto para que las acciones asciendan sin techo aparente.
"Si bien las valoraciones actuales son altas, no tienen aún ese grado de exuberancia. En estos momentos, se especula sobre la idea de si estamos o no en la 'burbuja de la inteligencia artificial' con componentes como Nvidia a la cabeza", señala Javier Molina, analista senior de mercados de eToro, sobre esta misma cuestión. En todo caso, desde BofA matizan que no hay dos burbujas iguales, pero sí hay similitudes entre unas y otras que permiten identificarlas. Una de ellas es la subida vertiginosa de los precios, ese rebote del 140% de las siete magníficas, aunque hay más. Las valoraciones, el comportamiento de los bonos y el precio del dinero también dan pistas de que se podría estar gestando un exceso.
El subidón de las siete magníficas se está acercando ya al 180% de ascenso del Dow Jones durante los felices años 20, una década de crecimiento sin precedentes que acabó calentando la bolsa, o al del 150% de las Nifty Fifty, un grupo de 50 acciones como Coca-Cola, IBM, General Motors, General Electric, Procter & Gamble, Johnson & Johnson, Walt Disney o American Express, que vivieron unos años dorados antes de pinchar en los 70. Pese a ello, todavía no han alcanzado el 190% de rally de las puntocom o el 230% de ravalorización de las FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google) desde los mínimos del coronavirus.
En todas estas situaciones, lo que están haciendo los inversores es confiar en acciones de alta calidad y en nombres populares. La tesis del mercado únicamente se apoya en la solidez de estas compañías y en su capacidad de crecer a futuro. Sin embargo, esta estrategia obvia el precio al que se adquieren los títulos y prescinde del análisis fundamental. Las Nifty Fifty acabaron decepcionando, como las puntocom o las FAANG, ya que su precio llegó a cotas desproporcionadas, que dejaron de ser sostenibles.
Las reinas de los 70
Las firmas que ahora se están disparando están entre las diez de mayor capitalización, un estatus que a veces se confunde con una garantía de retorno. En los 70, IBM, General Motors y General Electric eran las reinas de Wall Street. También parecía entonces que su tamaño justificaba las compras compulsivas, que acabaron dando lugar a un desplome del 53%. Su valor se redujo a la mitad. Durante la burbuja de las puntocom, empresas como HP o Motorola también generaron una euforia que se tradujo en un socavón del 73%.
Además de los precios, con las valoraciones ocurre algo similar, ya que son elevadas, pero aún no tanto como los máximos que se han visto en anteriores burbujas. La ratio precio-beneficio de las siete magníficas (PE, por sus siglas en inglés), que compara el precio de las acciones en relación con los beneficios por acción, es de 45 veces. Fue de 54 veces cuando estallaron las Nifty Fifty, de 65 veces para las puntocom y de 60 veces para las FAANG. Un PE alto significa que una compañía está sobrevalorada o que se espera un importante crecimiento.
Un caso extremo fue el de la burbuja de 2006 de Arabia Saudí, cuando las valoraciones en la bolsa llegaron a las 124 veces, dando una señal clara de exceso. Entonces, había mucha liquidez en Oriente Medio, aunque fue especialmente llamativo el caso de Riad. Tras el atentado a las Torres Gemelas, los grandes patrimonios de la región redirigieron su dinero desde Occidente a sus mercados nacionales. Además, los precios del petróleo se habían duplicado entre el 2000 y el 2005, lo que aumentó considerablemente los ingresos por exportaciones. Eso llevó a los gobiernos a invertir en infraestructuras y energía y a cancelar la deuda, lo que hizo crecer los depósitos bancarios y la concesión de crédito. Había dinero para entrar en bolsa y mucha motivación entre los inversores, que se esparció gracias a internet. El 95% de las compras procedieron de minoristas que no atendían a razones técnicas, lo que generó enormes riesgos. La caída fue después del 67%.
El detector de burbujas
Por otra parte, los bonos son otro buen indicador para reconocer burbujas, ya que, normalmente, estas situaciones de exuberancia generan anomalías en otros activos, como sucede con la renta fija. La semana pasada, los bonos borraron todas sus ganancias de 2024 tras conocerse un Índice de Precios al Consumo (IPC) peor de lo esperado en Estados Unidos. Antes de publicarse, el mercado había estado anticipando la victoria contra la inflación, pero las cifras defraudaron, lo que hizo que se empezara a temer un repunte inflacionista. Quizás la situación no está tan controlada como se creía y la desinflación puede atascarse, lo que retrasaría los recortes de los tipos de interés de la Fed.
Precisamente por eso, la rentabilidad del bono estadounidense a diez años, el T-Note, la referencia en el mercado, tocó máximos del ejercicio sobre el 4,3%, niveles que no se veían desde noviembre. Su retorno sigue oscilando en torno a ese porcentaje tras un ascenso del 11% en lo que va de curso, el reverso de la caída de su precio. Es contradictorio que la bolsa esté cotizando sobre máximos históricos, lo que indica un claro optimismo, y que los bonos estén cayendo, lo que manda un mensaje de pesimismo. Cuanto más sube el yield, mayor es la percepción de riesgo y más se exige por prestar dinero.
Según BofA, los tipos de interés reales, que descuentan la inflación, se sitúan ahora en el 2% y apenas falta un poco más para que pinche la burbuja de la inteligencia artificial. Si alcanzan el 2,5% o el 3%, se podría acabar la fiesta. Todo depende de cuándo Jerome Powell anuncie la primera bajada de tipos. Aunque la última lectura de inflación daba a entender que la caída de los precios ahora será más lenta y tardará más en confirmarse, que el banco central mantenga los niveles actuales ayuda a que los tipos reales se mantengan altos. Si cae el IPC antes de que haya una flexibilización, la restricción real se ajustará automáticamente al alza.
Por ello, también es importante que la Fed encuentre un balance en el actual ciclo, sin tardar demasiado en dar marcha atrás, pero sin precipitarse tampoco. Ambos errores, por exceso o por defecto, pondrían en peligro la victoria sobre la inflación o el aterrizaje suave. En todo caso, como con los precios y las valoraciones, la rentabilidad de los bonos está acercándose a cotas delicadas. "En 12 de las 14 burbujas analizadas, el incremento de los yields aumenta a medida de que la burbuja alcanza su punto álgido", detalla el informe de BofA.
"La mini burbuja está madurando", afirma Hartnett. Otro síntoma claro es que los máximos históricos de Wall Street tienen mucho que ver con unas pocas acciones, las siete magníficas. Esto es peligroso, ya que si las cosas se tuercen en este sector, la caída generalizada puede ser abrupta. La amplitud del mercado mide lo sólido o frágil que es un rebote en función de la cantidad de acciones que promuevan ese movimiento. Este indicador está en su nivel más bajo desde 2009, lo que no indica nada bueno.
El riesgo de las burbujas es la velocidad a la que se mueven y la envergadura del desplome una vez explotan. Los precedentes analizados dan una idea de la magnitud de los daños. El rally de las FAANG acabó en un bajón del 49%, el de las criptomonedas arrojó un descenso del 78% y las puntocom corrigieron un 73%. El baño de realidad suele ser mayor cuanto más alto se ha llegado.
Con estos sospechosos síntomas, el mercado se pregunta si este sentimiento alcista está justificado o si simplemente es FOMO (el miedo a quedarse fuera, fear of missing out o FOMO, por sus siglas en inglés). Otro informe de BofA avisaba de que el FOMO está siendo cada vez una amenaza mayor, con cada vez más peso en la mente de los inversores frente a los posibles riesgos. "Históricamente, las burbujas financieras han sido impulsadas por la emoción y la psicología, y estos factores desempeñan un papel importante en su formación y eventual colapso", añaden desde eToro.