PUTTE, Bélgica—En este pequeño pueblo, en plena zona rural de la Región
Flamenca, eran un dúo poco común pero aparentemente feliz; dos gemelos idénticos
y sordos de 43 años. Los lugareños recuerdan ver a Marc y Eddy Verbessem por el
pueblo con frecuencia, conversando animadamente entre ellos en lenguaje de
señas, conduciendo un pequeño auto azul y comprando regularmente dos copias de
una popular revista de chismes.
Nadie preveía que decidieran morir a propósito.
Según su médico, los gemelos habían desarrollado un desorden genético que los
estaba volviendo ciegos, y hace varios años comenzaron a presionarlo para que
terminara con sus vidas. Incluso en Bélgica, con su ley de eutanasia promulgada
hace una década, el pedido fue chocante, ya que los hermanos eran relativamente
jóvenes y no padecían una enfermedad terminal. No obstante, su médico afirma que
a medida que su enfermedad empeoraba y amenazaba su independencia, le entregaban
sobres que contenían un pedido directo de eutanasia, junto con una lista de
síntomas que les estaban haciendo la vida insoportable.
La agobiante experiencia de los mellizos no era conocida públicamente en ese
momento, pero su pedido —y su ejecución el pasado diciembre— pone de manifiesto
una batalla emocional por expandir la ley de eutanasia de Bélgica y repercute en
el debate sobre el fin de la vida en otros países.
El 14 de diciembre, Marc y Eddy, después de una larga batalla médica y legal,
se reunieron con sus doctores y su familia en un hospital de Bruselas, cuenta su
médico. Disfrutaron de una última taza de café y se acostaron en camas
contiguas, donde un sacerdote dijo una oración. Luego saludaron a su familia y
señalaron hacia arriba como si estuvieran diciendo: "Nos vemos del otro lado".
Recibieron sus inyecciones y murieron.
Bélgica adoptó la eutanasia en 2002, un año después de su vecina Holanda, con
la meta de ayudar a pacientes incurables a evitar "un sufrimiento físico o
mental insoportable". El procedimiento se ha vuelto ampliamente aceptado. En
2011, el último año con cifras disponibles, 1.133 belgas recibieron la
aprobación para sus solicitudes de eutanasia, un aumento de alrededor de cinco
veces frente al primer año completo después de que se aprobara la ley. La
eutanasia representa cerca de 1% de todas las muertes en Bélgica.
El parlamento belga ahora considera expandir la eutanasia de una forma que
muchos países podrían encontrar espeluznante. Una propuesta incluye que
adolescentes gravemente enfermos puedan pedir la eutanasia, si sus padres están
de acuerdo. Otro proyecto de ley permitiría que pacientes con síntomas precoces
de Alzheimer firmen una declaración solicitando que su vida sea terminada cuando
un médico concluya que ya no interactúan con el mundo exterior, aunque parezcan
contentos y tengan buena apariencia en ese momento. Actualmente, los pacientes
deben estar lúcidos para pedir la eutanasia.
El caso de los gemelos, junto con estas propuestas, está teniendo peso en el
debate sobre el fin de la vida en países como Estados Unidos, donde quienes se
oponen al suicidio asistido advierten que el país podría terminar como Bélgica.
Los detractores señalan que el caso de Marc y Eddy demuestra que las leyes de
este tipo invariablemente expanden su alcance.
"Es una profunda visión del mundo si uno acepta que la vida no es
necesariamente algo bueno y la muerte algo malo", dice John Brehany, director
ejecutivo de la Asociación Médica Católica de EE.UU. "Mucha gente en el mundo no
es feliz, y si la muerte es una opción más que les damos, entonces el mundo será
un lugar muy distinto".
Sin embargo, muchos europeos consideran que la eutanasia es un acto de
compasión, una manera que tienen las personas de controlar su destino e incluso
una cuestión de derechos humanos. "Esta ley debería servir como un ejemplo para
países que no han podido ponerse de acuerdo sobre un marco apropiado para este
tema delicado", sostiene David Dufour, el médico de los gemelos.
En EE.UU., los estados de Oregón, Washington, Montana y Vermont permiten el
suicidio asistido, mientras otros lo consideran. El suicidio asistido es
distinto a la eutanasia porque el paciente mismo, no el médico, administra la
dosis letal. Eso es crucial para muchos estadounidenses, y las encuestas
sugieren que los votantes en EE.UU. están más abiertos al suicidio asistido que
a la eutanasia, aunque sus críticos afirman que una cosa puede llevar a la
otra.
El debate sobre el fin de la vida se globalizó y la eutanasia define uno de
sus extremos. En 2008, Luxemburgo se sumó a Bélgica y Holanda al permitir la
eutanasia. En Francia, un panel médico recientemente aprobó la práctica, lo que
despeja el camino para posibles leyes. Suiza permite el suicidio asistido.
El tema también se ha infiltrado en la cultura general de todo el mundo. Hace
poco, la BBC encargó una serie titulada Way to Go, "una comedia negra sobre tres
hombres comunes que se ven obligados por circunstancias extraordinarias a
establecer una empresa de suicidio asistido".
En Bélgica, la posición de la eutanasia es ilustrada por Gerda Windgasse, de
72 años, una alegre secretaria jubilada que planea poner fin a su vida en los
próximos años. Tiene Alzheimer aún leve, y cuando crea que se ha deteriorado lo
suficiente, planea reunir a su familia y recibir una inyección letal.
"Mi vida fue buena, pero no quiero vivir dos años más si mi mente ya no me
acompaña", explica Windgasse. "Cuando no reconozca a mi esposo o mis hijos o
nietos, no quiero eso".
"Cuando encontré un médico que me podía ayudar con la eutanasia, se me
cayeron las lágrimas, estaba tan feliz", recuerda. Saber que puede acabar con su
vida antes de perder su dignidad, dice, "me hace sentir libre, como si pudiera
volar".
Su médico, Peter De Deyn, neuropsiquiatra de la Universidad de Amberes,
rechaza la idea, predominante especialmente en EE.UU., de que los pacientes
pueden ser forzados a elegir la eutanasia por parte de médicos o familiares.
Sostiene que la eutanasia sólo se lleva a cabo en quienes lo desean
desesperadamente.
"Es algo que están esperando", afirma. "Eso puede sonar paradójico, pero es
la única forma de irse de forma digna, con control de su vida y muerte", añadió
De Deyn.
En junio, Christian de Duve, un premio Nobel de medicina belga, recibió la
eutanasia en su casa a los 95 años luego de varios problemas de salud. Esos
casos prominentes pueden estimular un gran interés en la eutanasia.
Ahora el senado belga debate si expandir la ley. Una de las propuestas más
polémicas sería permitir que menores sumamente enfermos soliciten la eutanasia,
si un psiquiatra establece que tienen una "capacidad de discernir" y si sus
padres están de acuerdo. La iglesia católica, entre otros, se opone
firmemente.
Quienes apoyan el suicidio asistido afirman que la historia refuta este tipo
de argumentos. El estado de Oregon en EE.UU., sostienen, nunca tomó medidas para
expandir su ley, a pesar de permitir el suicidio asistido desde 1977.
Pero el caso de los mellizos Verbessem es citado en EE.UU. por detractores de
la eutanasia como evidencia de adónde pueden llevar estas leyes. El sufrimiento
de los mellizos era esencialmente psicológico —temor a perder su independencia—
y su enfermedad, aunque incurable, no era fatal. Sin dudas, sostienen algunos
críticos, se podría haber encontrado una forma de aliviar su aislamiento y
mejorar sus vidas.
Otros lo ven distinto. Para 2010, la visión de los hermanos se había
deteriorado al punto de no poder conducir ni llenar formularios, y sufrían de
otros síntomas no divulgados. Dependían cada vez más de sus padres, cuya salud
se debilitaba.
Los padres prefirieron no hacer comentarios, al igual que el hermano de los
mellizos, pero Nora de Weerdt, quien trabaja en una panadería donde los mellizos
compraban pan y sándwiches, los describió como inseparables. Finalmente
recibieron ayuda de una persona que vivía con ellos, afirmó Peter Gysbrechts,
entonces alcalde del pueblo, pero valoraban la independencia. "Es difícil
imaginarse estar en esa situación", dijo. "Es una decisión difícil, e imposible
de juzgar".
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