Justo al frente de su tienda en la Rue Sèvres en París, Hermès trabaja en la
apertura de un segundo local, que tendrá lugar en septiembre. La nueva tienda
estará llena de artículos para el hogar y ropa elegante, incluyendo vestidos
esculturales hechos de cachemira recubierta a mano con fieltro como parte de un
proceso de varios siglos que es típico de la atención al detalle de la casa de
modas francesa. Pero hay una diferencia importante: casi toda la mercancía será
producida en China. No se trata de otra sucursal de Hermès, sino del primer
sitio internacional de una subsidiaria de la empresa de lujo, Shang Xia.
Durante mucho tiempo, la palabra fabricado en China ha sido sinónimo de
productos baratos que, muchas veces, no se ciñen a los estándares
internacionales más estrictos. Pocas marcas occidentales de lujo estaban
dispuestas a admitir que parte de su mercancía provenía de China. Sin embargo,
esa percepción está cambiando lentamente a medida que muchas marcas que
surgieron en el país asiático— como la línea de ropa femenina de alta calidad
Uma Wang, los zapatos Mary Ching y la ropa para hombre Septwolves— se centran en
la fabricación de calidad, a menudo con un toque tradicional y diseños
sofisticados.
Estas marcas empiezan a atraer a la población más de vanguardia del país.
"Las jóvenes chinas son muy exigentes y quieren cosas que otros no tienen",
señaló Lionel Derimais, un fotógrafo y bloguero que ha trazado el auge de estas
marcas en su sitio web Nicely Made in China. "Todo mundo tiene un bolso Louis
Vuitton o Gucci. Estas chicas quieren algo distinto, y muy a menudo se trata de
una marca china".
El movimiento ha coincidido con un auge de los productos de lujo del país. La
consultora McKinsey & Co. indicó en diciembre que China había superado a
Japón como el mayor consumidor de bienes de lujo. Incluso hay un término
informal para los nuevos ricos del país que gastan con desenfreno: bao fa hu,
que se traduce como "explosivamente ricos".
"En los primeros 30 años de desarrollo económico, no teníamos la oportunidad
de satisfacer ese deseo. Lo importante eran las necesidades básicas: no más
hambre ni frío", explicó la directora artística de Shang Xia, Jiang Qiong Er.
"Hemos empezado a regresar a nuestras raíces culturales. En los últimos cinco
años, la gente se ha percatado de la importancia de la creatividad y la calidad
en China".
Jiang, que estudió diseño en la École des Beaux-Arts en París y ya había
trabajado en Hermès, supervisa las colecciones de Shiang Xia. Todos los bienes
reflejan el lujo discreto de la empresa matriz. Pero su misión es hacer también
cada pieza enfáticamente china. Más de 80% del inventario de la marca se fabrica
en China continental. Jiang busca artesanos en distintas regiones que se
especializan en destrezas tradicionales.
Impulsada por muchos de los mismos instintos que Jiang, Alison Yeung fundó su
línea de zapatos de lujo, Mary Ching, hace cuatro años en Shanghai. La hija
trotamundos de un ex diplomático cantonés es enérgica y apasionada. "Mi misión
es cambiar las percepciones ligadas al 'hecho en China'", explicó. "Es igual que
lo que ocurría con Japón hace 50 años. Las cosas hechas allí eran consideradas
baratas y de mala calidad. Ahora producen lo mejor del mundo". Yeung ya ha
dejado huella en Occidente: sus tacones puntiagudos figuran en la colección
permanente de trajes del Museo de Victoria y Albert en Londres como ejemplos de
diseño contemporáneo chino.
Este orgullo emergente por lo fabricado en China refleja la revolución
cultural que tiene lugar en el país más poblado del mundo. Muchos de los
trabajadores de clase media menores de 35 años son hijos únicos —el resultado de
la estricta política de un solo hijo promulgada en 1979— y sus ingresos
disponibles son inflados por regalos de familiares que los miman. "Nunca han
enfrentado la adversidad, son ferozmente nacionalistas y muy orgullosos de la
China moderna y emergente que está tomando su lugar en el escenario global",
dijo Nick Debnam, presidente para Asia Pacifico de la firma de asesoría
financiera KPMG China, que ha estudiado el fenómeno. "Ahora tienen dinero para
gastar, y les gustaría asociarse con marcas como Shang Xia".
El siguiente paso natural para estas marcas es internacionalizar su estética
china propulsada por bao fa hu. Algunas ya han comenzado a hacerlo. Shang Xia
contempla la apertura de su tienda insignia en París este año. Los tejidos de
Uma Wang se pueden adquirir fácilmente en Internet desde EE.UU. y tienen una
sólida presencia en Europa, particularmente en Italia. La red de tiendas de Mary
Ching cubre desde Moscú y Londres hasta Palm Beach y Boston.
La pregunta de los miles de millones de dólares es cómo hacer que los
productos sean atractivos tanto para las sensibilidades internas como las
internacionales. Yeung, que se educó en Inglaterra y asistió a la prestigiosa
escuela de diseño Central Saint Martins en Londres, enfatiza el atractivo
multicultural de sus diseños.
La tienda de ropa masculina Bosideng, que tiene más de 11.000 sucursales en
China, también ha salido en busca de clientes occidentales. La empresa acaba de
inaugurar una tienda insignia, a un costo de más de US$50 millones, en la calle
South Molton en Londres. Pero los productos de la tienda en la capital inglesa
son distintos a los que ofrece la marca en su país de origen, y el logo también
cambió. La ropa, fabricada en gran parte en Europa, es una versión más cara del
estilo clásico de Bosideng y combina la confección británica clásica con algunos
toques chinos.
Por MARK ELLWOOD July 3, 2013, 1:01 p.m. ET
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