Este es el nuevo paraíso de los recursos minerales
Imagine vivir en un país tan grande como Libia o Irán, pero donde sólo hubiera tres millones de habitantes. Imagine que bajo sus pies y el de sus vecinos se escondiera un tesoro con un valor calculado inicialmente en un billón de euros. Y ahora coja un mapa y encuentre esa tierra prometida en las profundidades de Asia, enclavada entre Rusia y China. Se trata, en efecto, de Mongolia, considerada por los expertos como el próximo Qatar debido a sus ingentes recursos minerales, la mayoría aún por explotar.
Es difícil encontrar otro rincón en el mundo en semejante estado de ebullición: una sociedad de raíces nómadas cuyo PIB ocupó el primer puesto mundial de crecimiento en 2011, con una expansión del 17,5%, y que el año pasado se conformó con un 12,3%; un país que durante 20 años ha crecido al 9% anual, pero donde el 30% de la población sigue viviendo por debajo del umbral de la pobreza, la misma cifra que en 1990; un Gobierno que al caer la Unión Soviética abrazó la democracia y el Estado de derecho, pero que en 2011 ocupó el puesto 120 en el índice de corrupción que cada año elabora Transparencia Internacional, cayendo al mismo nivel que Irán y Bangladesh; una capital, Ulán Bator, en la que proliferan las tiendas de lujo y las grúas de construcción, pero donde la mitad de la población vive en yurtas en los suburbios, sin luz ni agua corriente en un país donde la temperatura desciende durante meses a 30 grados bajo cero.
"Debemos darle cuatro años más; la gente tiene la sensación de que este Gobierno tiene muchos proyectos en marcha y no sería bueno elegir ahora a otro presidente", opina Ogi, empresaria de 34 años, mientras se tambalea al volante de su todoterreno por las destartaladas calles de Ulán Bator. "En Mongolia se están creando muchas oportunidades. Mire, por ejemplo, no conozco ningún restaurante español aquí en la ciudad. ¿Por qué no se anima y abre uno? A los mongoles nos encanta probar cosas nuevas", arenga sin ningún rastro de broma.
Ya sea por la sensación de que su faena aún está incompleta o porque realmente aprueban su ejercicio de gobierno, hace semanas los mongoles reeligieron a Tsakhia Elbegdorj, del Partido Democrático, como presidente del país para una segunda legislatura con un 50% de los votos. Elbegdorj es un periodista formado en la última etapa de dominación soviética (Mongolia fue durante décadas una especie de protectorado de la URSS). El hoy mandatario, que ya fue primer ministro durante ocho años, es respetado por los suyos por haber contribuido a expulsar a las fuerzas de Moscú en 1990.
Incalculables reservas de oro, cobre y carbón
Con los años, Elbegdorj se ha ganado fama de luchador contra la corrupción endémica del país y de recibir con flores y alfombra roja cualquier inversión extranjera. Una inversión que, de momento, se centra casi exclusivamente en el sector de la minería, el petróleo de Mongolia. El valor global de sus reservas de carbón, cobre y oro, entre otros minerales, es incalculable. Desde que se comenzaron a explotar esos recursos, el crecimiento del PIB se ha disparado a cifras de dos dígitos. El 10% de la población (unas 300.000 personas) vive directa o indirectamente de ese sector, en trabajos generalmente mal remunerados y altamente peligrosos. De hecho, la minería es la causa de que muchas familias hayan decidido abandonar el nomadismo que durante siglos practicaron sus ancestros y se hayan asentado en los suburbios de Ulán Bator y de otras capitales de provincias. Una apuesta arriesgada, pues si bien la minería da "trabajo y pagos asegurados cada día", como cuenta un minero a El Confidencial, casi la mitad de esos nómadas que llegan a la ciudad son incapaces de encontrar un empleo, lo que los aboca al alcoholismo y la delincuencia callejera.
"Gran parte de nuestro crecimiento económico procede de la minería. Ahora la economía mongola es de un solo color, pero a nosotros nos gustaría que fuera una economía multicolor. Mi mensaje a los inversores extranjeros es: no vean a Mongolia como un país centrado en un único sector como la minería. Hay muchas oportunidades: tenemos tres millones de personas y 50 millones de cabezas de ganado", insistía el presidente Elbegdorj justo antes de las elecciones en un encuentro con un reducido grupo de periodistas extranjeros, en el que estuvo presente El Confidencial.
"Mucha gente se pregunta: ¿cómo puede ser que la economía crezca tan rápido y yo no sienta ese cambio? Debemos solventar ese problema en los próximos años impulsando sectores como las infraestructuras y el desarrollo humano", prosiguió. Para conseguirlo, el Gobierno mongol ha puesto en práctica medidas fiscales muy favorables al capital extranjero.
Un puñado de ricos en coches de alta gama
Elbegdorj es consciente de que los mongoles exigen mejoras en su calidad de vida, no sólo grandes hitos macroeconómicos. Mientras la oligarquía local se enriquece, las infraestructuras a lo ancho del país presentan un aspecto decrépito, desde el nulo saneamiento público hasta la urbanización incontrolada. Apenas hay calles y carretas asfaltadas más allá del centro de Ulán Bator y de las arterias que conectan el país con China y Rusia, y entre estas no hay una que sobrepase los 500 metros sin un socavón. Eso sin olvidar la inflación, que el año pasado se disparó al 11% por culpa del crecimiento desbocado, lo que está machacando a la incipiente clase media. Por otro lado, el 30% de pobres oficiales, sumados a las sufridas clases trabajadoras, ven con gesto torcido cómo pierden el tren del desarrollo en favor de un puñado de ricos, tanto mongoles como extranjeros, que se pasean en coches de alta gama por el centro de la capital.
Sin embargo, a pesar de todos los problemas, parece que la lucha por una mayor distribución de la riqueza y un salto en el nivel de vida general está comenzando a dar sus frutos. En este último trimestre, la inflación cayó al 9,6%, y en la lista de Transparencia Internacional de 2012 Mongolia ascendió al puesto 84, muy cerca de China (78), un vecino al que odia (es habitual el caso de chinos apaleados en la capital) pero al que necesita. China es de largo el mayor comprador de materias primas mongolas. Es el destino de nada menos que el 85% de las exportaciones. Precisamente fue la desaceleración económica de Pekín el año pasado la que arrastró al PIB de Mongolia a ese discreto 12,3%. Varias son las voces dentro del país que advierten de la necesidad urgente de diversificar sus socios comerciales.
Oyu Tolgoi, el milagro turquesa
Más allá de las turbulencias de su vecino chino, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que Mongolia crecerá a una media del 13,83% entre 2013-2017, confirmándose como una de las cinco economías que más van a crecer esta década, un hito cuya raíz hay que buscarla en las inmensidades del desierto del Gobi, al sur del país. Es allí donde se alzan las minas de Oyu Tolgoi (Colina Turquesa), una megaexplotación de cobre, oro y carbón. Descubiertas en 2001, se trata de la mayor inversión financiera en la historia del país. Un proyecto compartido entre el Gobierno de Mongolia (34%) e Invanhoe Mines de Canadá (66%), empresa cuyo 49% pertenece de la todopoderosa minera anglo-australiana Rio Tinto.
Desde 2009, Oyu Tolgoi ha recibido una inversión de 5.300 millones de euros, y según las previsiones debía iniciar sus operaciones comerciales a finales de este mes de junio, cuando se pusieran en el mercado los primeros concentrados de cobre. La producción de este mineral alcanzará 450.000 toneladas anuales y se extraerán 330.000 onzas de oro una vez el complejo minero esté a pleno rendimiento en 2020. Será entonces cuando Oyu Tolgoi contabilice nada menos que el 30% del PIB de Mongolia y se consolide como una de las cinco mayores minas del mundo, con una vida útil de al menos 50 años.
En ese punto, los mongoles podrán valorar si se ha cumplido el vaticinio para esta década que en privado expresó su reelecto presidente: "Espero que, por entonces, hayamos podido superar los problemas básicos de nuestra sociedad y que los mongoles puedan entrar en un estadio superior de calidad de vida".
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