De los pasteis de nata portugueses a las tartas Sacher o la Selva Negra, pasando por el chocolate belga de vanguardia o los macarons más famosos de París... Este es un dulce viaje por Europa sólo apto para golosos recalcitrantes.
Lisboa
Los londinenses tienen pubs, los parisinos boulangeries y los lisboetas pastelarías, templos consagrados a tentadores pasteles, y en particular a los pasteis de nata (que en realidad son de crema). Es fácil localizar las pastelarías porque hay muchísimas por todas partes y porque algunas huelen maravillosamente a azúcar, mantequilla o a café recién tostado para acompañar a los dulces. En Portugal es imposible hacer dieta, sobre todo en la obligatoria visita a la famosa Antiga Confeitaria de Belém (rua de Belém, 84-92) adornada con azulejos, que lleva desde 1837 sirviendo los más famosos pasteis: unos nidos dorados de hojaldre calentitos, rellenos de crema pastelera y espolvoreados con canela y azúcar glas. Dicen que cada domingo venden más de 50.000 de estos pasteles. Si se toma un café en el salón interior, podemos pedir los pasteles para llevar y nos ahorraremos la enorme cola que hay siempre en la parte exterior.
Si no queremos desplazarnos al barrio de Belém, una opción más que recomendable es la Confeitaria Nacional, en la praça da Figueira, todo un clásico para golosos, que desde 1829 seduce a sus clientes con bicas (cafés) bien cargados, macarons y pastéis de nata.
París
En París los hornos huelen a mantequilla y a crema Chantilly... Es difícil seleccionar entre tantos escaparates llenos de delicias dulces. Para muchos, Ladurée (avenue des Champs-Elysées, 75) es la mejor pastelería francesa de París desde 1862, famosa por ser la creadora de los ligeros macarons, ahora tan de moda en todo el mundo. Hoy en día tiene sucursales en Londres, Milán, Tokyo y Nueva York y no hace falta explicar qué es un macaron, pero merece la pena ir a la sede central, el elegante salón de té de Champs Elysées, donde también se puede probar otra de sus grandes creaciones: el famoso Saint Honoré Rose Framboise, un pastel con base de hojaldre y glaseado a la rosa que esconde en su interior confitura, y se corona con crema Chantilly, profiteroles a la fresa y frambuesas naturales, ¡una bomba de calorías al mejor estilo francés! Este pastel ha tenido también su momento de gloria cinematográfica porque aparece en la película sobre María Antonieta de Sofia Coppola.
Otro de los clásicos en París, también famoso por sus macarons es Pierre Hermé (rue Vaugirard, 185) con cola asegurada en la que hay, por igual, parisinos y turistas. En sus vitrinas, sin embargo, hay mucho más que macarons: tartas, chocolate, turrón, mermelada petits fours... En marzo organiza el Día del macaron para fanáticos de este dulce.
En St. German (rue du Bac, 93) encontraremos el tercero de los extraordinarios pasteleros parisinos, el gran Philippe Conticini, que expone en su Pâtisserie des Rêves sus magníficas creaciones bajo campanas de cristal. Cada mes elabora una tarta de frutas diferente: de plátano en enero, de almendras en marzo, de higos morados y membrillo en noviembre... un calendario dulce y fantástico.
Londres
Ya se sabe que los ingleses, para lo de la cocina, no son precisamente una referencia, pero en cuestión de dulces, nadie puede cuestionar su larga tradición: scones, tartas llenas de merengue y cremas, cakes de todo tipo... A lo que hay que su sumar su amor por el chocolate en todas sus facetas. Para los golosos que vayan a Londres recomendamos una visita a los dos grandes templos del gourmet: el clasiquísimo Fortnum & Mason (en Piccadilly, 181), con tres siglos de tradición vendiendo sus famosos tés exóticos y mermeladas y el Food Hall de Harrods, donde encontrarán lo mejor de lo mejor en cuestión de comida y por supuesto de pasteles y dulces de todo tipo.
Para quienes busquen algo menos frecuentado por los turistas, proponemos que hagan una parada en Konditor & Cook de Cornwall Road, la elegante pastelería donde podrán probar unos maravillosos pasteles de lavanda y naranja, limón y almendras o merengues de frambuesa gigante. Si preferimos la pastelería francesa, Patisserie Valerie, en Bishop Square, está considerada por muchos como la mejor pastelería de Londres. Su espejo de chocolate (una tarta de mousse de chocolate belga) es muy conocida entre los golosos londinenses, a los que les gusta contemplar cómo trabajan los pasteleros de cara al público, entre hornos y bandejas.
Otra pastelería exquisita es Bea’s of Bloomsbury, aunque en realidad es una casa de té célebre por su afternoon tea (Theobald’s Road, 44). Especializada en cupcakes, brownies, grandes merengues crujientes, dulces típicos de Navidad o panecillos de Pascua. Los fines de semana es imprescindible reservar, aunque siempre queda la opción de que te preparen una cesta de picnic con el afternoon tea para llevar.
Florencia
El famoso Café Gilli (piazza della Repubblica) de Florencia no es una pastelería propiamente dicha, pero si el café histórico más famoso de la ciudad, en pleno centro, que lleva sirviendo deliciosos pasteles, chocolates, tartaletas de frutas y millefoglie (milhojas de hojaldre) desde 1733 (se trasladó a esta plaza en 1910). Solo por ver su interior estilo art nouveau merece la pena la visita.
Budapest
Budapest es famosa por dulces como los kurtoskalacs (una especie de cilindro de pasta con diferentes sabores y rellenos) o la versión húngara del strudel alemán. Para probar la mejor repostería podemos ir a la pastelería Gerbaud (Vörösmarty tér ), la más famosa de Hungría y parada obligada para los visitantes de Budapest. Fue fundada en 1858 por Henrik Kugler en la que hoy es la plaza más concurrida de Pest, y desde su creación ha sido un lugar de encuentro elegante para la élite de la ciudad, que se congrega en torno a sus exquisitas tartas y dulces. Es visita obligada, tanto gastronómica como turística.
Otra visita dulce y obligada, esta vez en lo alto de la Colina del Castillo de Buda, es el Ruszwurm Cukraszda, un diminuto café de 1827 perfecto parar probar tartas y cafés, aunque lo complicado es encontrar sitio dado el tamaño. Merece la pena echar un vistazo, aunque no nos sentemos.
Viena
Es imposible no mencionar en este dulce viaje por Europa una de las tartas más famosas del mundo: la Sachertorte vienesa. Uno de cada dos turistas que visita la ciudad pasa por el Café Sacher y compra este famoso pastel de chocolate con mermelada de albaricoque que en su día deleitó al emperador Francisco José. Aunque Sacher no es el más auténtico de los cafés, a los turistas les encanta por su lujoso mobiliario, su ejército de camareros y su aire de nobleza. Los que no puedan esperar, pueden probarla allí mismo. El resto, puede comprarla en su magnífica caja de madera, lista para levársela a casa.
La competencia es la Confitería Demel, en una de las entradas del Hofburg. El ambiente es igual de lujoso y todavía más rococó que el de Sacher y los dulces igual de ricos. Vende una exquisita Créme-Schnitte y un magnífico Apfelstrudel (hojaldre con manzana) y un montón de dulces que se pueden ver cómo se elaboran tras una cristalera. La pastelería fue fundada en 1786 por Ludwig Dehne que terminó vendiendo su negocio a su asistente Christoph Demel, justo en el momento de mayor auge de Viena. Consiguió ganarse a la emperatriz Elizabeth como clienta asidua y se convirtió en el proveedor oficial de la casa imperial. Durante muchos años mantuvo un litigio con Sacher por la venta de la Sacher Torte, pero desde hace algunos años se resolvió que la de Sacher se llamara “Original Sacher Torte” y la Demel se llamara “Eduard Sacher Torte”. La primera lleva dulce de albaricoque en su interior y la segunda en la parte superior.
Ámsterdam
En Ámsterdam hay pastelerías históricas más bonitas y con pasteles más refinados, pero solo la humilde Lanksroon tiene un memorable stroopwafel –crujiente, grande como un plato mediano y cubierto de caramelo, miel o una engañosamente saludable pasta de higos-. En invierno, los residentes acuden en busca de las galletas con especias y otros dulces de temporada, y en verano hay helado con grandes trozos de nueces o volutas de frutas.
Otra dulce propuesta es la de Bakkerij Annee, en el cinturón occidental. Cuando se ha probado la tarta de manzana de la casa – jugosa, divina y totalmente adictiva- es casi imposible pasar junto a esta panadería sin comprar una. También es buena idea llevarse un poco de pan y otros dulces para hacer un picnic en Vondelpark (Runstraat, 25).
Bruselas
Aquí las pastelerías están protagonizadas por el famoso chocolate belga, que cuenta con “boutiques” dedicadas sólo a él. Hay centenares de chocolaterías, pero puestos a elegir, proponemos ir a conocer a Pierre Marcolini, el niño prodigo de los chocolateros belgas. Tiene bombones con deliciosos rellenos de tés exóticos y novedades como los extravagantes huevos de pascua con orejas de conejo. Se elige en el mostrador de cristal y luego se pasa a la sala de atrás para recoger el pedido. Las cajas negras de diseño son el complemento perfecto para regalar estos bombones (que son los más selectos pero también los más caros de Bélgica). En la planta de arriba hay más productos (rue des Minimes, 1).
Si extendemos la visita a Brujas o a Amberes, podemos acercarnos a uno de sus más de 50 chocolateros, Chocolate Line, uno de los cinco que lo continúan fabricando artesanalmente y en el mismo establecimiento. Es la más bonita y la mejor. Entre los sabores experimentales del maestro chocolatero Dominique Persoone, están el bombón de Coca-Cola amarga y el de olivas negras, tomate y albahaca; también se venden botes de pintura corporal de chocolate (con pincel incluido). Aquí se inventaron el chocolate “para esnifar” que crearon para los Rolling Stone.
Triberg (Selva Negra)
Hay algunos que dudan si la región alemana de la Selva Negra lleva el nombre por la célebre tarta (a base de chocolate, cerezas y nata) o es al revés. Se impone una investigación de campo viajando hasta el origen, es decir, al Café Schaefer de Triberg, donde el pastelero Claus Schëfer guarda celosamente la receta original de Josef Keller de 1915. Los aromas de la Scwarzwälder Kirschtorte invitan a acercarse al mostrador de cristal donde se exhibe esta obra maestra: bizcocho esponjoso, nata fresca, guindas, un chorrito de Kirsch (licor de cereza) y chocolate espolvoreado.
Erice (Sicilia)
María Grammatico es la repostera más famosa de Sicilia, y muchos opinan que también del resto del mundo. Su Caffè María, en Erice, es famoso por su terraza panorámica pero sobre todo por sus deliciosas creaciones, como los cannoli rellenos de ricota fresco, sus tartas de casatta verdes elaboradas con almendras, azúcar, vainilla, crema y fruta escarchada, sus mazapanes con forma de frutas o sus cuscinetti de limón (especie de pequeños buñuelos). María lo aprendió todo en el orfanato de San Carlo de Erice, donde las niñas trabajaban en unas condiciones durísimas para ayudar a las monjas en el dulce arte de la repostería. A los 22 años, tras una crisis nerviosa, dejó el convento y para ganarse la vida comenzó a hacer lo único que sabía: dulces y pasteles. En Semana Santa, la tienda se llena de preciosas lamparitas coincidiendo con la celebración del Misteri de Erice (via Vittorio Emanuele 14).
Más información en las guías Lonely Planet de estos destinos y en www.lonelyplanet.es
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