La pornografía, los espectáculos de strippers, los sitios web de citas y otros servicios más polémicos se afianzan en el negocio de las criptomonedas
La tecnología blockchain ha entrado en los recovecos más ocultos de la economía. Un ejemplo de ello es el negocio del sexo. Del sexo virtual y del sexo real, físico y carnal. La pornografía, los espectáculos de strippers, los sitios web de citas y otras ofertas más controvertidas han entrado en la esfera de influencia de la cadena de bloques. La cantidad y el importe de las transacciones sobre estas actividades son tan elevados que resultan tentadores para quienes aseguran pagos y cobros anónimos y seguros.
Ya hay clubes de striptease en Las Vegas (Estados Unidos) que se han sumado a este sistema. Allí, hay bailarinas que llevan códigos QR temporales en sus cuerpos. Los servicios que les prestan a sus clientes son pagados con dinero virtual. El propietario del establecimiento pionero, Nick Blomgren, explica sin cortapisas que esta fórmula oculta en qué gastan su dinero los usuarios. Hay bancos de ese país que cancelan las cuentas de los consumidores de estos shows. Por esta razón, vendedores y compradores consideran que las criptomonedas protegen su privacidad.
Ciertos prostíbulos norteamericanos se han sumado últimamente a esta tendencia, lo mismo que hicieron antes portales de entretenimiento para adultos. Algunos recompensan a sus abonados por su fidelidad a los contenidos que les ofrecen para que luego puedan acceder al material premium. Los líderes históricos —Playboy y Penthouse— se han interesado por introducirse en estas prácticas. La revista Forbes ha calculado que el mercado de la industria de las citas en línea, con páginas archiconocidas como Tinder en cabeza, mueve unos 3.000 millones de euros.
Los datos de Global Web Index indicaban que unos 91 millones de individuos en todo el mundo recurrían a estas aplicaciones en 2015, y dos de cada tres eran hombres. Pues bien, también en este terreno se está extendiendo el blockchain. Las startups Hicky o Luna han diseñado campañas de San Valentín para poner en circulación tokens, “unidades de valor que una organización crea para gobernar su modelo de negocio y dar más poder a sus usuarios con el objetivo de interactuar con sus productos, al tiempo que facilita la distribución y el reparto de beneficios”, como las define el experto William Mougayar .
Los técnicos de Hicky manejan tecnologías de verificación como el reconocimiento facial y de voz para proporcionar perfiles genuinos, descartando así las cuentas falsas mantenidas por bots y el spam. Los desarrolladores de Luna recuerdan que sus competidores presentan debilidades que podrían evitarse con la cadena de bloques: “fakes y utilización indebida de datos personales”. Por consiguiente, cuanto más paguen sus clientes por enviar mensajes, mejor situación tendrán en la bandeja de entrada del destinatario.
Más que una app de citas, Matchpool es una herramienta para ayudar a la gente a encontrar internautas con ideas e intereses similares a los suyos, incluso para reunir a grupos afines. Lo que fomenta Legalfling es más oscuro: la firma de un contrato que estipula el consentimiento para diversos contactos o gestiones sexuales, lo que supuestamente ayudaría a prevenir casos de abusos o violación. En medio de estas controversias, el cibermedio especializado Cointelegraph ha lanzado un documental, Sex Crypto, en el que se investiga la lucrativa relación entre sexo y blockchain. Y esta es muy estrecha.
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