Un enemigo invisible de tan solo 0,125 micras y que ha infectado a más de 32,5 millones de estadounidenses ha sido suficiente para instigar una economía de guerra cuya próspera recuperación a este lado del Atlántico acumula una factura sin precedentes y devuelve protagonismo al papel del gobierno. También ha brindado el mejor arranque de un mercado alcista de la historia.
Un esfuerzo que no solo ambiciona una expansión que la Reserva Federal y múltiples mesas de inversión sitúan al norte del 6,5% este año, sino también patentar una transformación socioeconómica durante la próxima década. Una tarea altamente compleja y no menos costosa cuya implementación recae en manos de la Administración de Joe Biden y los demócratas en el Capitolio.
"Esto ha sido una guerra. Primero hay que preocuparse por ganarla y luego por cómo pagarla", confesaba a este periódico, Carmen Reinhart, economista jefa del Banco Mundial. Su compañero de fatigas en la disección histórica de las crisis económicas, el profesor de la Universidad de Harvard, Kenneth Rogoff, también coincidió en conceptualizar la pandemia como una contienda bélica durante una entrevista con elEconomista.
Y si bien el conflicto no ha sido armado, su impacto supera con creces a otros episodios de la historia moderna en múltiples ámbitos. El número de víctimas mortales, actualmente en las 579.977 según los datos de la Universidad John Hopkins, sobrepasa a los 405.399 estadounidenses que perecieron en la II Guerra Mundial.
El gasto público para hacer frente al azote del Covid-19 y la recuperación en curso también hace sombra al de otras crisis. La respuesta acumulada hasta la fecha por los estímulos implementados por el expresidente, Donald Trump, y la Ley de Recuperación Americana aupada por Biden y aprobada en marzo supera los 4,1 billones de dólares.
Es decir, multiplica por cinco el tamaño del New Deal implementado por Franklin Delano Roosevelt en 1930 (en dólares de 2020) y lo duplica sobre una base per cápita. Sin embargo, debido a que el PIB era mucho más pequeño en la década de los 30, el New Deal ascendió a un 40% del PIB, cerca del doble de los paquetes de Trump y Biden. Eso sí, la respuesta a la Gran Depresión se extendió durante un período de más de seis años.
Los mercados de renta variable también se encuentran en un lugar completamente distinto a día de hoy. Las condiciones financieras en EEUU han alcanzado máximos de los últimos 14 años y el crecimiento de la oferta monetaria se encuentra actualmente en torno al 27% interanual mientras que disminuyó considerablemente durante la Gran Depresión.
El desembolso público actual y el proyectado si se suman varios proyectos de Biden sobrepasaría los 8,2 billones de dólares
Al fin y al cabo, a los estímulos fiscales se suma la intercesión de la Reserva Federal cuyo balance alcanza a día de hoy un récord de 7,82 billones de dólares. Solo durante el año pasado absorbió más de 3 billones de dólares en activos. Si la Fed mantiene su ritmo de compras intacto, está previsto que en el conjunto de 2021 engulla alrededor de otros 1,4 billones de dólares en deuda. Eso sí, entre el fulgurante gasto público y una política monetaria ultraacomodaticia, los efectos potenciales más probables llaman también a un aumento de la inflación y un descenso del dólar en relación con otros activos.
"El estímulo fiscal post-Covid en EEUU ha sido extraordinario y es probable que siga siéndolo dado los proyectos de ley de infraestructuras y proyectos sociales de Biden. Más allá de las guerras, las únicas intervenciones comparables se produjeron en 2008 y en los años 30 con el New Deal", señala Alan Ruskin, estratega macro en Deutsche Bank.
Gasto insólito
No obstante, incluso teniendo en cuenta los tiempos de guerra, el desembolso público actual y el proyectado si se suman también los proyectos de Ley de Empleo Americano y la Ley de las Familias Americanas recientemente propuestos por Biden, la factura total sobrepasaría los 8,2 billones de dólares.
Si hacemos acopio del gasto del Gobierno estadounidense en conflictos armados, según los datos que recoge el propio Congreso del país, el esfuerzo realizado como respuesta a la pandemia es excepcional. Teniendo en cuenta la inflación, EEUU gastó unos 4,1 billones de dólares en la II Guerra Mundial. También desembolsó más de 300.000 millones de dólares en la I Guerra Mundial y en la Guerra de Corea, además de otros 738.000 millones en la Guerra de Vietnam.
La factura de las guerras que Washington ha librado en Irak, Afganistán y otros lugares desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 asciende a 2,3 billones de dólares y sigue aumentando. En total, la mayor economía del mundo ha gastado unos 7,9 billones de dólares en guerras desde 1917. Si a esta cifra añadimos la factura de 94.752 millones de dólares acumulada por los conflictos previos desde la Guerra de la Independencia iniciada en 1775, la suma seguiría quedándose corta con respecto a lo que se anhela actualmente.
Ahora bien, como destacan en una columna de opinión en Bloomberg, Timothy L. O'Brien y Nir Kaissar, vale la pena recordar que fue el gasto del gobierno en la II Guerra Mundial lo que finalmente sacó a EEUU de la Gran Depresión y no las bien intencionadas, necesarias pero a menudo experimentales y dispersas, iniciativas del New Deal.
Subida de impuestos sin igual
A comienzos del mes pasado, Biden presentó el bautizado como Plan de Empleo Americano (2,25 billones de dólares en infraestructuras y otras partidas) al que siguió el Plan de Familias Americanas (con un tamaño de más de 1,8 billones de dólares). De ser aprobados sumarían una factura de más de 4,2 billones de dólares. Al igual que el New Deal de Roosevelt, el demócrata busca reformar y redistribuir la riqueza así como estimular la economía.
La inflación es el peligro tras descargar toda la munición
Si bien estos programas podrían tener grandes efectos beneficiosos sobre la productividad a largo plazo (por ejemplo, mediante la mejora de las infraestructuras y la educación pública), la eficacia de los mismos dependerá en gran medida de cómo se distribuyan y gestionen estos programas.
Estos orondos incrementos del gasto público se financiarán en parte con grandes aumentos de impuestos (sobre todo a las empresas y las rentas más altas). Según escribe en un post de LinkedIn Ray Dalio, fundador de Bridgewater Associates, el hedge fund más grande del mundo, el paquete fiscal de Biden se postula como el mayor aumento de impuestos a los ricos desde la era de Roosevelt.
De hecho, Dalio estima que el plan de Biden, tal y como se propone, representaría un aumento de los tipos impositivos de entre el 4% y el 6% o un descenso de más o menos el 10% de los ingresos después de impuestos a lo largo de la vida (incluidos los ingresos ordinarios y el rendimiento de los activos).
Según este multimillonario los aumentos del impuesto de sociedades al 28%, los impuestos sobre las plusvalías hasta el 39,6% y la eliminación de la base escalonada para las herencias son, en conjunto, negativos para la bolsa mientras que el estímulo fiscal masivo y la monetización de la deuda son positivos.
El S&P 500 se ha disparado en el último año, acumulando solo desde el arranque de 2021 más de 18 cierres en máximos y consolidando lo que el estratega jefe de mercado de LPL Financial, Ryan Detrick, considera como el "mejor comienzo de un mercado alcista de la historia". El índice solo tardó cinco meses en recuperar las fuertes pérdidas inducidas por el Covid, la recuperación más rápida de la historia para una corrección de más del 30%. El S&P 500 tardó 20 meses en recuperarse después de que el índice se desplomara un 34% en 1987.
Pese a todo, con una economía estadounidense que tiene previsto crecer este año un 6,5% y un 3,5% en 2022, según las estimaciones más recientes del Fondo Monetario Internacional, la dinámica del ciclo económico parece cobrar en estos momentos más importancia que los impuestos. De hecho, las estimaciones del IBES siguen apuntando a un crecimiento de los beneficios del 15% para las empresas del S&P 500 en 2022.