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¿Qué se puede hacer con un par de vaqueros viejos, un poco de tiempo libre y mucho ingenio? La respuesta la tiene Thomas Meyer, el artífice del éxito de Desigual, la firma de ropa catalana conocida mundialmente por su fusión de optimismo y transgresión en sus prendas.
Thomas Meyer, suizo afincado en España desde que decidió cambiar las frías montañas alpinas por la calidez de las playas ibicencas, es el creador de esta firma, cuyos comienzos se remontan a los años 80. Por aquel entonces, este joven guiri aprovechaba sus veranos en la isla balear para ganarse unas pesetas, vendiendo en los tradicionales mercadillos t-shirts diseñadas por él mismo. Tenía 20 años y un aluvión de ideas en su mente para plasmar en sus diseños. Por ello, se lanzó a abrir una pequeña tienda de segunda mano en La Marina, un popular barrio portuario engalanado con el blanco typical de la isla.
“Atypical Spanish Wear” desde 1984
La suerte le llegó con un stock de 3.000 jeans a final de temporada. Este básico llevó al emprendedor a buscar una estrategia que le permitiera colocar dicha partida en el mercado. La solución: crear cazadoras hechas a retales de cuatro vaqueros viejos. La prenda fue todo un boom tanto en Ibiza como en el resto de Europa, especialmente en Alemania, gracias al reclamo turístico del archipiélago balear.
En 1984, Meyer se sumergió en el elitista mundo de la industria textil con la fundación de su propia marca de ropa, al mismo tiempo que Barcelona e Ibiza se convertían en las ciudades elegidas desde donde dirigir el negocio. Sólo faltaban dos cosas: un logotipo – dos muñecos desnudos- y un eslogan con gancho para lanzar la firma –‘Desigual, no es lo mismo’-; ambos obra de una prometedora publicista y cineasta llamada Isabel Coixet, amiga del empresario.
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Thomas Meyer en el 1984
Un camino de rosas y espinas
Hasta ahora el relato parece la típica historia de un precoz empresario que monta su propio negocio y le va todo a pedir de boca. Sin embargo, Meyer, el invisible millonario que prefiere mantenerse lejos de los flashes, ha tenido que superar varios obstáculos hasta lograr consolidar Desigual como una firma de moda.
Tras el auge de los primeros ejercicios, la empresa catalana se adentró en el siglo XXI con un nuevo fichaje y nuevo logo, de Frederick Thomas. En 2003, Manel Adell se incorporó como director general para tomar las riendas de la expansión internacional de la marca y sacar a la entidad de la suspensión de pagos que arrastraba. El ejecutivo catalán se convertiría así en la imagen pública de Desigual, bajo las órdenes del suizo.
La llegada de 2008 le reportó una grata alegría. Desigual logró un Oscar del retail, un premio otorgado por Reed Midem -líder mundial en la organización de ferias de comercio y consumo-. Un triunfo que premia su estrategia empresarial de captación de clientes y el uso innovador del espacio en sus puntos de venta, entre otras razones. Sin embargo, no todos son fueron buenas noticias. La marca catalana tuvo que enfrentarse a una demanda de Custo Barcelona por plagio. Según los hermanos Dalmau, las colecciones de Meyer eran una copia de su apuesta por una moda atrevida, colorista y rompedora. Finalmente, la denuncia quedó en el olvido.
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Lacroix ‘se pasa’ a la moda urbana
A pesar de la actual crisis económica, Desigual es una de las pocas empresas nacionales que finalizó 2010 con sus cuentas saneadas y que prevé un crecimiento del 20% para el ejercicio entrante. Esto le permitirá invertir este año 100 millones de euros -40 millones más que en 2009- en la apertura de entre 70 y 80 tiendas propias, así como en la salida al mercado de una línea de ropa interior. A este sintoma de bonanza hay que sumar dos exitosas e inusuales campañas de rebajas celebradas en distintos puntos de la geografía nacional e internacional, bajo el lema ‘Entra casi desnudo, sal vestido’.
Unos números rojos merendados, deliciosa bonanza económica, jugosa publicidad dentro y fuera del país… y un plato fuerte: la colaboración de Christian Lacroix. El célebre diseñador francés fichó por Meyer como colaborador eventual a mediados de enero. De esta manera, Desigual se sube al carro de otras grandes firmas de ropa como Mango y H&M.
Actualmente, la empresa de ropa cuenta con 2.800 empleados, 200 tiendas propias, 7.000 tiendas multimarca, 1.700 córners en grandes almacenes, repartidos en Europa, Asia y América, y una tienda online. Su último gran templo lo abrió en Madrid a finales del pasado noviembre.
Con estas expectativas financieras, este canoso empresario puede decir que ha convertido su sueño en realidad.
Por Raquel Guindo. From eleconomista.es 06/02/2011
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