sábado, 26 de febrero de 2011

¿Y quién compra la ropa que se ve en las pasarelas?



Cindy Rachofsky en su hogar en Dallas.


Un vistazo a los armarios de las mujeres que pagan por la moda que se exhibe en los desfiles de Nueva York, París y Milán.
Luego de que el año pasado Ana Pettus, una madre de 42 años que vive en Dallas, vio un vestido corto dorado con escote en V en el desfile de Balmain en París, supo que debía tenerlo.
Pettus compró la prenda —que usa como un camisón largo en vez de como vestido— junto con otras tres de la colección de otoño 2010 en la boutique de la firma francesa en París. El total: 55.150 euros o unos US$74.000.
Las prendas de Balmain ahora están colgadas en uno de sus cuatro armarios junto a creaciones de Alexander McQueen, Yves Saint Laurent y Dolce & Gabbana. "Compro lo que me encanta", dice Pettus, quien está casada con el propietario de una firma de construcción. "Son prendas hermosas. No están fabricadas en serie. Eso tiene un valor más alto".
Las semanas de la moda en Nueva York, París y Milán generan una significativa cobertura de la prensa alrededor de algunas de las prendas más caras del mundo. Pero muchos de los estilos de pasarela en realidad son adquiridos por un reducido grupo de clientes que viven lejos de los centros de la moda. A diferencia de las celebridades y personas reconocidas en los altos círculos sociales, que a menudo reciben la ropa de los diseñadores gratis a cambio de publicidad, estos clientes pagan el precio original.

Allison V. Smith para The Wall Street Journal


Las mujeres están entre los clientes más valiosos de diseñadores y tiendas de lujo. Algunas veces van a los desfiles durante las semanas de la moda, pero la mayor parte del tiempo los minoristas les envían la ropa directamente a sus casas, bajo consignación o sobre un acuerdo de buena fe.
La venta de ropa de diseñador a precio de catálogo es sólo una minúscula porción del mercado. Algunos diseños de pasarela sólo pretende exhibir un estilo que luego el diseñador adapta para una audiencia más amplia.
Cindy Rachofsky, una filántropa de 54 años de Dallas y admiradora de los diseñadores Derek Lam y Kaufman Franco, dice que cuando ve un desfile no se fija en la talla, sino en el corte y la forma de la prenda.
Tanto ella como su marido, Howard, un ex gestor de fondos de cobertura, son aficionados a las bellas artes, y Rachofsky ve su guardarropa, especialmente las piezas vintage (clásicas) como una colección que está armando. "Espero que algún día alguien la encuentre importante y significativa", comenta.
En los últimos seis meses, ha comprado 14 prendas de la colección del fallecido Alexander McQueen, incluyendo tres de la nueva directora creativa de la marca, Sarah Burton.
Comprar en la casa, en vez de en una tienda, es importante, dice Rachofsky, ya que le resulta más fácil combinar prendas nuevas con las que ya tiene en su clóset.
Otro consejo para hacerse con un buen ropero: desarrollar relaciones estrechas con los vendedores personales. Yolanda Berkowitz, de 51 años de edad y quien vive en Miami, confía ciegamente en Irene Pariserband, una asociada de la cadena de tiendas por departamentos Neiman Marcus, que la ayuda a encontrar estilos, que ella no habría elegido por si misma.
El año pasado, luego de que Neiman Marcus le enviase un vestido de cóctel plateado y negro de Victoria Beckham, llamó a la tienda para expresar sus dudas, pero Pariserband la instó a probárselo. "Por supuesto era fabuloso", afirma Berkowitz, que lo compró agradecida de que no fuera nada parecido a lo que ya tenía.
Como muchas mujeres que compran moda de pasarela, Berkowitz usa las prendas en eventos de organizaciones benéficas. Lleva con cuidado la cuenta de lo que se ha puesto y rota los vestidos de temporada en temporada para sacarles mejor provecho.
En cambio, Christine Chiu se pone la mayoría de las prendas sólo una vez. La joven de 28 años, que está casada con el fundador de la clínica de Cirugía Plástica Beverly Hills, asiste a eventos todas las noches de la semana y con frecuencia cambia de atuendo varias veces en una noche.
"Si voy a una gala para algún tipo de enfermedad y después voy a un evento de arte de moda, no puedo llevar lo mismo", dice Chiu, que después de lucir un vestido una sola vez lo guarda en su casa de California. "Algunas veces los dono a organizaciones benéficas, pero prefiero comprarles ropa nueva que darles mis prendas viejas", declara.
Algunas mujeres encuentran la manera de incluir piezas de pasarela en su vestimenta diaria. Bree Laughrun, una joven abogada de 26 años de Carolina del Norte, a menudo luce prendas de Balmain para ir al juzgado.
Su estilo es uno de los primeros temas de conversación cuando se reúne por primera vez con un nuevo cliente. "Cuanto más estrafalaria me visto, más fácil se rompe el hielo", explica Laughrun , que añade que puede establecer una conexión a través de algo que lleva puesto, y no tiene que empezar a hablar inmediatamente de un presunto delito.
Por Elizabeth Holmes from Wall Street Journal 18/02/2011


 

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