Foto por Roberto
Venecia, una ciudad que siempre llevo en mi corazón .....
El deficiente mantenimiento de los edificios es más grave que el agua.
Tal vez no sea el escenario más apropiado para hablar del peligro de desmoronamiento de Venecia. Antonio Vespignani, director de la asociación local de constructores, conversa con La Vanguardia sobre los graves problemas de la ciudad en una sala noble de un imponente palazzo de principios del siglo XVIII. No se observa aquí signo alguno de decadencia. El techo está decorado con un fresco del maestro barroco Giovanni Battista Tiepolo, pintado en 1724.
No todos los edificios del centro histórico de Venecia, obviamente, tienen propietarios con el dinero y la voluntad necesarios para mantenerlos como merecen. Los ejemplos de descuido y casi de ruina son evidentes paseando por las callejuelas venecianas o navegando por sus canales. “Hay muchas casas no habitadas en condiciones físicas degradadas –advierte Vespignani–.
El deterioro arquitectónico en Venecia es mucho más rápido que en otras ciudades, por tanto la necesidad de una conservación constante es absoluta. Hace poco, después de que un edificio vacío se desplomara, el presidente de los constructores, Lionello Barbuio, usó términos más dramáticos. “Venecia es una bomba de relojería”, alertó, y pidió intervenciones rápidas.
Los incidentes se han repetido en los últimos años. Ha habido desprendimientos de fragmentos de fachadas y cornisas, así como la caída de piedras de gran tamaño, a veces en lugares emblemáticos como la plaza de San Marco, provocando heridas en viandantes y titulares alarmantes en la prensa internacional.
En una plaza no tan transitada, un edificio de 1491 hubo de ser evacuado hace pocas semanas por el riesgo de derrumbe. Dos de sus moradores, ancianos octogenarios, tuvieron que ser acogidos en un cercano convento de monjas.
El desafío de la conservación arquitectónica tiene que ver sólo de manera parcial con el fenómeno natural del acqua alta, de las subidas puntuales del nivel de la laguna por la marea y el viento. Es cierto que esta situación se ha agravado, según los expertos, por la construcción de un canal subacuático para facilitar el paso a los petroleros que van a una cercana refinería, amén del problema global de la elevación de los océanos por el cambio climático.
Por todo ello están en curso gigantescas obras de ingeniería hidráulica, el proyecto Mose, para levantar barreras que paren las aguas cuando existe peligro. Es evidente que las inundaciones más frecuentes han complicado la estabilidad de los edificios, pero el verdadero problema de la preservación de Venecia es de índole financiera y demográfica. Por un lado han disminuido de manera drástica las subvenciones estatales. Por otro, la despoblación ha llevado al abandono de muchas casas.
Venecia disfruta desde 1973 de los beneficios de una ley especial que le ha permitido recibir cuantiosos recursos para el mantener un patrimonio siempre frágil. Se trata de ayudas para la inversión pública y privada. Sin embargo, debido a la crisis, a otras prioridades de asignación de fondos y al coste del proyecto Mose, cada vez llega menos dinero para el objetivo originario de la restauración.
El alcalde, Giorgio Orsoni, no cesa de elevar su voz. “Venecia es una ciudad única en el mundo que tiene necesidades constantes de conservación”, señala Orsoni en declaraciones a este diario. “Toda ella es un monumento –añade–. Cualquier inmueble privado, cualquier edificio municipal, constituye un bien público de relieve histórico y artístico. Es necesario, pues, que el Estado italiano, como ha hecho en el pasado, contribuya activamente y económicamente a su conservación, reconociendo una especificidad evidente para todos”.
Cualquier obra que se realiza en Venecia cuesta, de media, un 30 por ciento más que en otra ciudad. Los motivos del encarecimiento son claros: el transporte de los materiales en barca y, a menudo, en carretilla, las dificultades del acqua alta, el secado temporal de canales.
No cualquier empresa de construcción puede trabajar en Venecia. Necesitan experiencia en sus condiciones muy particulares. Y luego están los severos requisitos para respetar el estilo arquitectónica. Uno de ellos, por ejemplo, es el típico enlucido rojizo de las fachadas.
Se le llama “enlucido de sacrificio” porque se sabe de antemano que no durará más de un año. No obstante, prefieren seguir haciéndolo con los materiales tradicionales. Hay productos modernos que darían una impresión óptica similar, pero Venecia es muy celosa de una estética que también incluye ese halo de decadencia.
Por Eusebio Val - Roma Corresponsal from lavanguardia.es 27/02/2011
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