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No importa qué está pasando en la Tierra, cuando miramos al cielo nocturno, hay algo que siempre está ahí: la Luna, eterna y permanente. Sin embargo, cada año se aleja un poquito más, como le recuerda a la BBC la científica espacial Maggie Aderin-Pocock.
Es fácil subestimar la Luna, aún en noches despejadas cuando ilumina el cielo nocturno. Tenemos la sensación de que siempre ha estado ahí, como ahora, a través de la historia. Pero eso no es exactamente cierto.
Se cree que la Luna se formó cuando un protoplaneta del tamaño de Marte chocó contra la Tierra primitiva hace unos 4.500 millones de años. Los restos que quedaron de este impacto se consolidaron para formar la Luna. Simulacros computarizados de este evento avalan esta teoría.
Los simulacros también insinúan que en el momento de su formación, la Luna estaba situada mucho más cerca de la Tierra, a escasos 22.530,8 kilómetros de distancia, comparados con los 402.336 kilómetros de hoy en día.
Fuerza gravitacional
La Luna continúa en una órbita que la aleja de la Tierra a un ritmo de 3,78 centímetros por año, más o menos la misma velocidad a la que crecen las uñas de las manos.
Sin la Luna, la Tierra se desaceleraría lo suficiente para volverse inestable, pero esto tomará miles de millones de años y tal vez nunca sucederá.
El alejamiento de la Luna se debe principalmente a la actividad de las mareas de la Tierra.
Nuestro satélite se mantiene en órbita gracias a la fuerza de gravedad de la Tierra, pero la Luna también ejerce una fuerza similar sobre nuestro planeta y así produce el movimiento de las aguas de los mares, formando la protuberancia de la marea.
Sin embargo, esta protuberancia es empujada a su vez por la rotación de la Tierra, de manera que se le adelanta a la Luna.
Esta gran masa de agua ejerce su propia atracción gravitacional sobre la Luna, lo que hace que se acelere.
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Días de cinco horas
El aumento de velocidad de la Luna provoca su alejamiento de la Tierra, ampliando su órbita cada vez más. Este fenómeno es similar al que uno siente cuando se monta en un carrusel giratorio.
Entre más rápido gire el carrusel, más fuerte es la sensación de ser despedido hacia afuera.
Aunque 3,78 centímetros parece poco, esta pequeña diferencia incrementada durante un período suficientemente largo podría afectar la vida en la Tierra.
A medida que la Luna se acelera debido a la protuberancia de la marea y la rotación de la Tierra, a la Tierra le está sucediendo lo opuesto: está volviéndose más lenta.
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En la época de la Tierra primitiva, cuando la Luna se acababa de formar, los días eran de cinco horas, pero con el freno lunar en operación durante los últimos 4.500 millones de años, los días se han vuelto más largos -las 24 horas con las que estamos familiarizados- y continuarán alargándose en el futuro.
La evidencia de la desaceleración a través de las épocas se puede ver en los fósiles de algunos seres.
Al examinar las bandas de crecimiento diario de corales se puede calcular el número de días que transcurrieron por año en períodos pasados. Con esto se puede calcular que los días se están extendiendo a razón de 19 horas cada 4.500 millones de años.
Animales sin aire acondicionado
La longitud de un día, en otras palabras, la velocidad de rotación del planeta, juega un papel muy importante en su estabilidad.
La manera de mantener un plato equilibrado sobre una vara es haciéndolo rotar rápidamente. Si la velocidad disminuye, el plato se cae al piso. De la misma manera, si la velocidad de rotación de la Tierra se hiciera muy lenta, todo nuestro planeta empezaría a tambalear lentamente y esto tendría un efecto devastador sobre las estaciones.
Las estaciones que conocemos se deben al ángulo de inclinación de la Tierra de 23º sobre su eje.
Durante el verano, el Hemisferio Norte está inclinado hacia el Sol de manera que los días son más largos y la temperatura es cálida. Pero durante el invierno, está inclinado en dirección contraria, lejos del Sol, acortando los días y enfriando la temperatura.
Si esto fuera a cambiar y la Tierra se desestabiliza, algunas regiones del mundo sufrirían cambios súbitos y más drásticos de temperatura a los que estamos acostumbrados, con fríos árticos extremos en el invierno seguidos de sofocantes calores en el verano.
Como humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a nuestro entorno para satisfacer nuestras necesidades. Si todavía existimos como especie cuando ocurran estos cambios, muy probablemente sobreviviríamos los extremos con aire acondicionado en el verano y calefacción en el invierno.
Desafortunadamente, la mayoría de los animales no se pueden adaptar tan fácilmente y si los cambios ocurren súbitamente por la inestabilidad de la Tierra, muchos no podrían evolucionar lo suficientemente rápido como para invernar o migrar en busca de refugio.
La raza humana no tiene mucho que temer en la actualidad. Para cuando ocurran los cambios, los humanos probablemente habrán generado la tecnología para acelerar la rotación de la Tierra o transportarnos a otros planetas de nuestra galaxia con mejores condiciones para vivir.
Por BBC Ciencia 06/02/2011
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