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Barack Obama apenas empezaba a explicar hoy en Arlington (Virginia) las medidas que Estados Unidos ha tomado para ayudar a Japón, cuando la cadena MSNBC decidió desconectar la transmisión del discurso para dar paso a uno de sus comentarista, Richard Wolffe, con objeto de que éste analizase la reacción norteamericana a la tragedia japonesa.
Nada en contra del gran Wolffe, un brillante periodista que conoce bien a Obama, de quien ya ha escrito dos libros desde que es presidente. Pero esta vez ni él ni el público tuvieron ocasión de escuchar lo que Obama iba a decir sobre Japón. Incluso si el texto del discurso hubiera sido entregado con antelación a los responsables de las transmisión, hubiera sido una obligación ética y una medida básica de prudencia esperar a que el presidente pronunciara sus palabras antes de juzgarlas. Pero lo más grave de todo es que se privó al espectador del hecho puntual, de la declaración en sí misma, del producto preciso que debía ser motivo posterior de juicio, no solo del periodista, sino del ciudadano.
Este no es un problema particular de MSNBC. Sus dos principales rivales en el campo de la televisión informativa de 24 horas al día, CNN y Fox News, también interrumpieron el discurso de Obama, probablemente todos siguiendo las pautas de medidores de audiencia que indicaban un caída del rating cuando las palabras del presidente sustituían a las de los comentaristas en el estudio. Tras la referencia a Japón, Obama iba a hablar de educación, un asunto que los analistas se cansan de repetir que es el más importante para el futuro de Estados Unidos. Ninguna cadena lo recogió.
Este caso es sólo un síntoma de un fenómeno generalizado que se viene produciendo en la televisión informativa norteamericana desde hace ya varios años: la marginalización de los hechos en beneficio de los comentarios. Igual que ocurre en otros países y en otros medios, la opinión se impone a la información, en ocasiones simplemente la sustituye.
La fórmula se demostró primero exitosa en Fox, que innovó el panorama televisivo estadounidense con una abundancia de comentarios y analistas de inconfundible sello ideológico que sirvieron para crear una sólida base de seguidores, no sé si de espectadores o más bien de militantes.
Desde el año pasado Fox sobrepasa en audiencia a CNN y MSNBC juntas. Era, por tanto, inevitable que éstas dos últimas copiasen el modelo aplicado por su competidor. La cadena hermana de NBC intentó, al mismo tiempo, convertirse en una especie de respuesta ideológica a Fox y reforzó su prime time con una serie de comentaristas que ayudaban a observar la realidad desde el otro lado. CNN pretende formalmente permanecer en el centro, pero ha recurrido también a rostros y opiniones que cada vez le quitan más espacio a las noticias.
La consecuencia reciente de todo esto es que, cuando el público necesitó saber, en circunstancias graves, qué era exactamente lo que estaba sucediendo en el mundo árabe, acudió a la cadena Al Jazeera, y lo hubiera hecho también con ocasión del terremoto de Japón si la televisión qatarí contase en el Extremo Oriente con los medios de que dispone en Oriente Próximo.
La propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha lamentado en público hace unos días que Al Jazeera haya tenido que ocupar el espacio dejado por las cadenas norteamericanas haciendo simplemente lo que éstas hacían y han dejado de hacer. El éxito universal de CNN estaba basado en la frescura de una televisión que contaba las cosas que estaban ocurriendo tal y como estaban ocurriendo.
Ahora, al parecer, los hechos ya no venden. Una escalada insensata del periodismo de opinión, estimulada por las posibilidades que ofrecen los nuevos instrumentos de comunicación, ha desvalorizado la noticia como objeto periodístico que debe de ser presentado de forma precisa, equilibrada y exenta de comentarios. Las viejas reglas de la doble fuente de confirmación y la aportación de datos y background están siendo sustituidas por las frases más impactantes y el juicio más atrevido. Y las cadenas informativas se van convirtiendo resignadamente en infinitos talk shows.
Por: Antonio Caño from blog.selpais.com 14/03/2011
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