Sheryl Sandberg, número dos de Facebook, lanzó una campaña para incorporar más mujeres a los puestos más altos de las empresas. / Chris Ratcliffe (Bloomberg)
El movimiento intenta reconciliar los avances de las últimas décadas con la desigualdad que sigue afectando a las mujeres.
“Estoy muy orgullosa de este trabajo, pero más que por la música, estoy orgullosa como mujer”. Beyoncé acababa de sacudir la industria musical con la presentación de su último trabajo a través de Internet, y sin intermediarios. Unos meses antes, Marissa Mayer, presidenta de Yahoo! declaraba en un documental que no se considera “feminista” y que durante su etapa en Google nunca se vio como una mujer en aquella empresa, sino como una informática más.
Las reivindicaciones de una y otra representan el reto del feminismo actual en EE UU. Mayer, Beyoncé o Sheryl Sandberg, la número dos de Facebook que ha lanzado una campaña para incorporar a mujeres a los puestos más relevantes de las empresas, son herederas de los avances logrados por uno de los movimientos sociales más importantes de las últimas décadas. Su llegada a lo más alto puede ser interpretada como que la igualdad de oportunidades, la posibilidad de que una mujer ocupe un cargo reservado antes a los hombres, ya se ha cumplido.
Pero, casi tan rápido como surgen las voces que celebran este logro, despierta también un llamamiento a renovar el feminismo: el éxito de esa minoría no debería enterrar el movimiento cuando las mujeres estadounidenses siguen ganando 77 céntimos por cada dólar que cobran los hombres. El equilibrio entre estas dos posturas implica a varias generaciones y puntos de vista mucho más diversos y complejos que los que definieron el movimiento en sus inicios, y con un riesgo incipiente que no existía entonces: la sensación de que quizás ya no sea necesario.
“Hoy podemos identificar a dos grupos de jóvenes con respecto al feminismo”, asegura Kate Farrar, directora de los programas de liderazgo de la Asociación Americana de Mujeres Universitarias. “Uno de ellos apenas ha sufrido ni ha sido testigo de discriminación sexista. Han llegado hasta la universidad sin barreras", dice. “El otro es plenamente consciente de que todavía existe la violencia sexual, la explotación, la discriminación o el tráfico de mujeres, pero ninguno quiere la etiqueta de feminista”.
En ambos casos, la entrada en el mundo laboral pone a millones de jóvenes en contacto con la discriminación. “Lo detectan cuando empiezan a trabajar, cuando ven cómo son tratadas, como se dirigen a ellas en las reuniones”, justifica Farrar. “Las mujeres todavía deben lidiar con numerosos aspectos culturales que permanecen. Sienten que deben aprender a conciliar la imagen femenina con la ambición o la capacidad de trabajo”.
Para alejarse de esas etiquetas, y sin esperar a pertenecer a un movimiento determinado, otras han optado por alzar su propia voz, feminista o no, y hacer de su carrera una causa a título personal, como es el caso de Lena Dunham, actriz, guionista y directora de la serie Girls. La escritora Chimamanda Adichie, que argumentó en un famoso discurso en la conferencia TED que “Todos deberíamos ser feministas” es otro ejemplo.
“Cada vez tengo más conversaciones sobre ideas feministas en las que nunca uso el término ‘feminismo” reflexiona para The Atlantic Abigail Rine. “¿Por qué? Porque es agotador empezar cada charla sobre cómo combatir la misoginia con anécdotas atractivas y encantadoras acerca de que realmente me gustan los hombres y no he quemado mis sujetadores. Todo resultaría más fácil si enterramos la palabra [feminismo] de una vez por todas”.
La revista ELLE despertó numerosas críticas el pasado mes de octubre al invitar a varias agencias de publicidad a ayudarles a “reinventar un término que muchos sienten que ha sido aplastado por complicaciones y negatividad”. Para algunos resultó irónico que una revista que defiende estándares de belleza imposibles para millones de mujeres se ponga a reinventar un movimiento por la igualdad. Para otros no hay causa que pueda avanzar si es maquillada hasta dejar de parecer una amenaza.
Rine plantea que éste es el momento de encontrar otro término que incluya a todo aquel que quiera seguir luchando contra la discriminación en la cultura y el lenguaje, la violencia sexual o el tráfico de personas. “Queda demasiado trabajo por hacer, por eso es preocupante que las mujeres estén pensando más en cómo encontrar una etiqueta más agradable”, concluye.
El intento de ELLE refleja la variedad de argumentos que debe conciliar en la actualidad el feminismo para mantener unidas a todas las mujeres -y los hombres- a favor de la igualdad. Los avances han permitido que millones de mujeres accedan a la universidad y vivan de manera independiente gracias a puestos de trabajo antes inaccesibles para ellas. Pero cuando una profesional de la talla de Mayer, CEO de Yahoo! y antes vicepresidenta de Google, decide añadir una habitación para su bebé junto a su oficina, algunas se sienten traicionadas por posar como ejemplo de una igualdad de oportunidades inexistente para millones de mujeres.
Para otras, la traición está en la decisión de la primera dama, Michelle Obama, de convertirse en “madre en jefe” -'mom in chief'- durante su estancia en la Casa Blanca, en vez de defender políticas que favorezcan más a las mujeres. Su papel ha sido calificado como “una pesadilla para el feminismo”, en referencia a la decepción causada en algunos sectores porque la primera dama más cualificada de la historia ponga por delante su papel de madre. Otros interpretan que en la libertad de tomar estas decisiones radica el verdadero triunfo del movimiento.
“Hay quien dice que el feminismo está en retroceso porque ha conseguido su objetivo. Es una conclusión comprensible pero equivocada”, asegura Christina Hoff Sommers, autora de libros como La guerra contra los hombres, en la revista The Atlantic. “Aunque la pelea principal por la igualdad y las oportunidades están casi ganadas, el trabajo sigue por terminar. En todo el mundo las mujeres todavía deben sobrevivir ante la violencia y la represión. La cultura todavía contiene poderosos elementos misóginos. A pesar del tremendo progreso, las listas de ciudadanos en la pobreza siguen repletas de mujeres y sus hijos”.
El presidente Obama reconoció el pasado mes de diciembre que “la desigualdad es el mayor reto de este siglo” para EE UU. Desigualdad que afecta especialmente a las mujeres. En el reciente discurso sobre el estado de la Unión lo recordó: “Las mujeres son más de la mitad de las trabajadoras, pero todavía ganan 77 céntimos por cada dólar que cobra un hombre. Es vergonzoso”.
Más de dos tercios de los trabajadores de EE UU que cobran el salario mínimo son mujeres, según el National Women’s Law Center. La Oficina Nacional de Estadística estableció además en 2012 que el 70% de estos empleados además no tienen derecho a bajas por enfermedad remuneradas. Y el 40% de los hogares con niños menores de 18 años son mantenidos por mujeres que proporcionan los ingresos principales, o los únicos, para toda la familia, según una investigación del Centro Pew.
Lejos de las universidades y de empresas como Facebook o Yahoo!, millones de mujeres estadounidenses copan los puestos de trabajo remunerados con el salario mínimo. Un trabajo de Maria Shriver, exprimera dama de California, en colaboración con el Center for American Progress, puede haberse convertido en el último “manifiesto” feminista. Su radiografía de la pobreza es la antítesis de las sonrisas de Mayer y Sandberg. Y un recordatorio de por qué la opción de Michelle Obama para ser “madre en jefe” sigue siendo revolucionaria para millones de mujeres que no tienen la opción de cuidar de sus hijos.
“No son mujeres que se estén preguntando si pueden ‘tenerlo’ todo”, escribe Shriver. “Son mujeres que ya lo están haciendo todo, trabajan varios empleos, son madres y cuidadoras. Lo hacen todo y aún así ni ellas ni sus familias avanzan. El sueño de tenerlo todo se ha convertido en ‘aguanta como puedas’. Miren donde miren, en las portadas de las revistas, programas de televisión y páginas web les dicen que deberían sentir que tienen más poder que nunca, pero la verdad es que no es así”.
El estudio del CAP denuncia que cerca de 100 millones de estadounidenses, casi un tercio de la población, vive en el margen que separa la clase media de la pobreza, apenas separados por la pérdida de un trabajo, un accidente o una enfermedad grave. De ese porcentaje de ciudadanos, 70 millones son mujeres y los hijos que dependen de ellas. Shriver llama ahora a reunificar a todos los estadounidenses detrás de un movimiento que acabe con la brecha entre estas familias y la posición privilegiada de Mayer o Sandberg, Beyoncé o Michelle Obama.
Michael Kauffman, experto en programas para involucrar a los hombres en los valores del feminismo, reconoce que esta división se debe en parte a que se ha perdido la sensación de urgencia de décadas anteriores. Como tantos otros activistas y expertos, el autor advierte que sería un error asumir que no quede "un largo camino" por recorrer "mientras permanezca la violencia contra las mujeres, mientras no haya igualdad salarial ni desaparezcan las barreras".
El informe Shriver contó con firmas como la de Clinton o la estrella de la NBA Lebron James, con un alegato a favor de las madres solteras como la suya y un llamamiento a la implicación de los hombres en el futuro del feminismo. Para la cantante Beyoncé, “los hombres deben demandar que sus esposas, sus hijas, sus madres y sus hermanas ganen más, de acuerdo con sus cualificaciones, no con su género”. Kauffman da la bienvenida a este tipo de mensajes: "Lo más importante es que hay un intento bastante sano para redefinir el papel de los hombres y de los padres. Y esa es una de las principales razones por las que seguimos necesitando el feminismo".
El consejo de la historiadora Sommers, que aboga por reinventar el feminismo, es simple: “Reformen el feminismo. Alíense con mujeres de todo el mundo que todavía luchan por libertades básicas. Apoyen a las mujeres oprimidas y darán al feminismo occidental lo que le ha faltado durante muchos años, un objetivo contemporáneo que le haga merecer su pasado”.
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