domingo, 8 de abril de 2018

La soledad, la temida compañía



¿Cuántos españoles son víctimas de la soledad? Podría recurrirse a la estadística para hallar una respuesta aproximada: según el INE, alrededor de 4.700.000 personas (el 10% de la población) no comparten su hogar con nadie. Sin embargo, esta cifra no es más que un indicador de una realidad sociológica mucho más compleja. No es lo mismo el caso de las personas mayores que el de los jóvenes con trabajo y vida social que deciden no compartir vivienda o el de las personas que, aun conviviendo, sienten la soledad.

Adela se separó hace 10 años. Desde entonces ha tenido tres parejas, pero ninguna ha terminado conviviendo con ella. "A mis 52 años no me apetece meter a nadie en casa. Quiero mi vida tal y como es, a gusto con mi trabajo de gestora inmobiliaria, con buenos amigos, sin hijos y tiempo para mí", dice. Mari Carmen (médico, 58 años) siempre ha tenido a alguien a su lado. Y, sin embargo, decía a una amiga antes de romper a llorar: "Lo que más me duele es que esto me ha hecho darme cuenta de lo sola que estoy".


"Es obvio que no es lo mismo estar solo que sentirse solo", explica el sociólogo Juan Díez-Nicolás. "Va a ir aumentando el número de hogares unipersonales porque cada vez se demora más la convivencia en pareja, hay mayor número de separaciones y vivimos más, de modo que hay más viudos y, sobre todo, viudas. Pero de eso no podemos inferir que vaya a aumentar el sentimiento de soledad ni asegurar lo contrario, porque no siempre una cosa conduce a la otra", afirma. Díez-Nicolás desarrolla esta idea en su estudio 'La soledad en España', realizado en 2015 junto a la también socióloga María Morenos. En él desmonta con encuestas esa asociación simplista: mientras el 27,5% de los españoles que vivían solos afirmaban que nunca habían percibido su situación como algo negativo, el 56,2% de los que estaban acompañados reconocían sentirse solo a menudo. "Estimamos que de los españoles que viven solos, en torno al 40% lo hace porque no tiene más remedio", puntualiza Díez-Nicolás.

El trabajo el principal espacio de socialización

Esa investigación identificaba el trabajo como el principal espacio de socialización y confirmaba que la familia es el entorno ideal para sentirse querido y apoyado. También concluía que las mujeres son más proclives al sentimiento de soledad que los hombres. Por tanto, el perfil con mayor riesgo de aislamiento y melancolía respondería al de una mujer sin pareja y desempleada. Por el contrario, como apunta María Morenos, "los hombres casados con empleo estable, ingresos más altos y que viven en núcleos de población no muy grandes son los que menos probabilidades tienen de sufrirlo".

Concha podría confirmar la primera conclusión con su experiencia. Viuda, jubilada y con su hijo residiendo en otro país, su existencia es una repetición interminable del mismo día: mirar la televisión para no pensar en nada; contemplar sus cuatro paredes o encender la radio por la noche cuando no puede dormir para no oír el silencio. "A veces me monto en el autobús y recorro toda la línea, así estoy con más gente", confiesa. La falta de vínculos no solo es un peso psicológico abrumador para ella, sino también un peligro para su salud: "Se ha demostrado ya, los datos existen, que la soledad tiene una incidencia tan fuerte en la salud como la obesidad", sostiene David Sbarra, profesor de la Universidad de Arizona (Estados Unidos) y uno de los responsables del estudio La conexión social, una prioridad para la salud pública.

Otro investigador, John T. Cacioppo, autor de Loneliness (Soledad) y director del centro de neurociencia cognitiva y social en la Universidad de Chicago, aporta detalles médicos sobre lo que podría considerarse una enfermedad degenerativa. Entre otros, el aumento de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que también dificulta la circulación sanguínea, incrementando el riesgo de patologías cardiovasculares. Además, el descanso no resulta reparador, ya que se producen microdespertares, que agotan al organismo y debilitan el sistema inmunológico. La ansiedad y la depresión, el resultado más habitual de un estado de tristeza prolongado, tiene asímismo graves efectos psicosomáticos. Por ello, se estima que vivir sin sentirse unido a nadie incrementa en un 26% la probabilidad de muerte. «Hay argumentos más que suficientes para considerar la soledad como un problema de salud pública, por tanto deberían promoverse medidas desde las administraciones que favorezcan las relaciones sociales como, por ejemplo, crear comunidades de convivencia, sobre todo en las ciudades grandes, donde la deshumanización es más evidente», sostiene el psicólogo Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).

Con ese propósito la primera ministra británica, Theresa May, ha creado la Secretaría de Estado para la Lucha Contra la Soledad, epidemia que, según el informe que aportó May al presentar la iniciativa, afecta a más de nueve millones de compatriotas. "No es en absoluto una mala idea", continúa el doctor Cano, "hasta 200.000 personas mayores en ese país pueden pasar más de un mes sin mantener una conversación con un familiar o un amigo. La situación no es muy distinta aquí".

El drama de la soledad

Mujer con un semblante que denota tristeza, soledad FUENTE:SHUTTERSTOCK

El drama de la soledad alcanza quizá sus cotas más preocupantes en países como Japón, donde se ha registrado incluso un aumento de los delitos cometidos por ancianos, porque se sienten tan solos que prefieren ir a la cárcel. La mayoría de los expertos coincide en que era inevitable que una sociedad como la occidental, que favorece el individualismo y tiende a debilitar los lazos familiares, termine por generar grandes colectivos de marginados por la desconexión y el olvido. Sin embargo, muchos dudan de que el problema se pueda solventar con iniciativas públicas, como el sociólogo Díez-Nicolás: "No es extraño vivir en familia y sentirse solo; hay incluso personas de éxito con grandes responsabilidades y una profunda sensación de desamparo. ¿Las medidas irían también dirigidas a ellas? ¿Cómo puede combatirse un sentimiento desde el Estado? Por supuesto que existe un grave problema, pero es de ámbito privado y es ahí donde se debe hallar la solución".

No son pocos los solitarios que intentan encontrar esa cura en las redes sociales, estableciendo vínculos virtuales con un mundo en el que se sienten rechazados. "En esos casos internet se convierte en un sucedáneo, quizá en un alivio, pero al mismo tiempo en una máscara que nos puede aislar aún más. Solo hay que observar a los jóvenes cuando están juntos y a la vez con el móvil. La distancia social no se mide en metros y las redes no pueden sustituir el contacto personal", añade Díez-Nicolás. Dicho de otro modo, salir a dar una vuelta en coche con unos amigos no es lo mismo que conducir solo, saludar de lejos y observar lo bien que se lo pasan los demás, porque si es así probablemente se regrese a casa con la misma sensación de aislamiento. Tal vez peor.

Ser feliz solo

"Pues yo soy muy feliz con mi soledad. Quizá la solución no esté en buscar compañía a cualquier precio, sino en aprender a estar solos», afirma convencida Adela, la feliz divorciada que abría este reportaje. De hecho, hay una escuela de pensamiento que defiende la soledad como la base de la imaginación y el conocimiento personal. Una investigación realizada en 1994 por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, que ha dedicado su carrera a estudiar el bienestar personal, determinó que los adolescentes que no soportan estar solos son incapaces de desarrollar el talento creativo. Susan Cain hace un alegato de ese vínculo en el libro Quiet: The Power of Introverts in a World That Can't Stop Tal king (Silencio: el poder de los introvertidos en un mundo que no puede parar de hablar): "Existe la creencia de que todas las buenas ideas y experiencias provienen de la relación con los demás. Sin embargo, la soledad es el ingrediente crucial de la creatividad», sostiene la autora, "Darwin daba largas caminatas por el bosque y rechazaba enfáticamente invitaciones a fiestas. Steve Wozniak inventó el primer ordenador Apple encerrado en su cubículo de Hewlett Packard, donde entonces trabajaba. La soledad importa. Para algunas personas, incluso, es el aire que respira".

A los introvertidos, ajenos a la necesidad mayoritaria de sociabilizar, les resulta difícil conseguir que no se les identifique con misántropos adictos a su propio yo. Serían más bien la consecuencia extrema de lo que se conoce como el dilema del erizo: cuando hace frío, estos animales se juntan para obtener el calor de sus compañeros, pero dejando un espacio razonable para no herirse con las púas. «Con los humanos pasa algo parecido, todos tenemos la necesidad de disfrutar de un espacio propio sin desvincularse de los demás. Algunos prefieren que ese espacio sea pequeño y otros, lo más amplio posible», explica Isabel Serrano, especialista en psicología positiva y autoestima.

De hecho, asegura, todos deberíamos reservar un tiempo cada día para estar solos y de esa forma desconectar nuestro cerebro social, constantemente en interacción con los otros, y así volver a dar relevancia a los pensamientos propios. «Vivimos en una extraña contradicción», concluye Serrano. «Tendemos a ser individualistas y egocéntricos, pero también todo nos impulsa a sociabilizar, aunque generalmente sea a niveles muy superficiales. Es una paradoja que a muchos les cuesta resolver.



CARLOS ALCELAY
7 ABR. 2018
http://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2018/04/07/5ac21e76e2704e38748b465e.html

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