Vista aérea de los campos de arroz de Lóngji (BIHAIBO / Getty Images/iStockphoto)
Cultivos, descubiertos por el turismo hace poco más de veinte años, instalados en las colinas del Espinazo del Dragón
Un dragón verde esmeralda mueve su espinazo como un látigo a lo largo de las montañas de Guangxi. Si el viajero fija la vista un poco mejor, detectará que en realidad se trata de los más bellos y prodigiosos arrozales de China.
A dos horas en coche de la confortable ciudad de Guilin se hallan las montañas sobre la que se asientan los campos de arroz Lóngji (literalmente, el Espinazo del Dragón). Durante siglos, lugareños de las etnias zhuang y yao han vencido los desniveles aterrazando las colinas, creando un laberinto de caminos que las comunican y dejando que las generosas lluvias de la región rieguen los campos sobre los que crece su principal fuente de alimentación.
El espectáculo es sensacional en cualquier época del año, incluso en invierno, cuando tímidas nevadas convierten las terrazas en escalones blancos erizados de puntas verdes de los brotes de las plantas. Los fotógrafos profesionales acuden especialmente tras las precipitaciones abundantes de abril y mayo, el momento en que la planta luce su color más brillante. Y justo en las últimas semanas de septiembre, cuando se acerca la cosecha, el arroz está amarillo, casi dorado. En un día de viento parece un mar subiendo por las laderas.
El espectáculo es sensacional en cualquier época del año
El Espinazo del Dragón fue descubierto para el turismo hace poco más de veinte años, cuando un fotógrafo chino que se trasladó a vivir a la zona publicó sus imágenes sobre unos prodigiosos monstruos vegetales que se movían por las colinas. O eso parecía. Los lugareños de las tres aldeas más cercanas –Dazhai, Ping’an y Tiantouzhai– tardaron poco en reaccionar.
Aunque siguieron con las tareas agrícolas que son su primera fuente de ingresos y que garantizan la llegada de visitantes, colocaron una barrera en el cruce, comenzaron a cobrar un peaje de acceso y abrieron tímidamente restaurantes y albergues. Hoy, chinos de todo el país peregrinan a ver los maravillosos campos de arroz. Entre los extranjeros también ha corrido la voz, aunque la placidez y belleza de los cruceros por el río Li de Guilin aún son su peor competencia.
Llegar al pie de los arrozales de Lóngji en transporte público no es del todo cómodo, pues reclama algún transbordo. Pero en cualquier hotel o agencia de viajes de Guilin se encuentra un vehículo para fletar por una cantidad asequible. Hay que pactar con el chófer la espera, pueslos campos dan para caminatas entre 2 y 5 horas, ganando y perdiendo desniveles considerables (el punto máximo se halla sobre los 1.000 m de altitud). Es conveniente ir calzado con botas de caminar y ropa susceptible de resistir bien la humedad. Un chubasco en esa provincia es posible en cualquier época del año.
Los establecimientos hoteleros de la zona no son lujosos pero ofrecen la impagable oportunidad, a quien se quede a pasar la noche, de ver cómo brillan los arrozales a la luz de la luna o el amanecer sobre las terrazas, que es espectacular cuando las brumas no se apoderan del paisaje, algo habitual sobre todo a principios de la primavera.
Quien acuda con cierta prisa, puede aprovecharse del teléferico que en pocos minutos une dos de los puntos más elevados del Espinazo del Dragón, ofreciendo una buena vista general del paisaje.
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