jueves, 29 de noviembre de 2018

La cara oculta de Silicon Valley

La cara oculta de Silicon Valley
La privacidad es la incógnita de la industria 4.0 (www.album-online.com)


La burbuja de precios, los ritmos de trabajo o la dependencia de las empresas arroja sombras sobre el modelo


“Con menos de 150.000 euros al año aquí nadie quiere venir”, dicen en Silicon Valley. El cálculo, según fuentes consultadas, se hace rápido. Un alquiler de un piso de dos habitaciones sale por 4.000 dólares al mes. A esto hay que añadirle un seguro médico, que para una familia puede llegar a 2.500 dólares mensuales. ¿Y la guardería? Habría que añadirle otros 1.800 dólares. Si a esto le quitamos los impuestos, no queda mucho margen para darse alegrías.
Son algunos de los síntomas de la burbuja que está viviendo Silicon Valley, cuyo coste de la vida se está disparando por las nubes. Los precios de los inmuebles (900.000 euros de promedio) se han duplicado desde el 2011.

Las empresas como ‘madres’


Por mucho que los sueldos sean elevados, se entiende que muchos trabajadores opten por cenar y comer en el seno de la misma empresa (y ahorrar dinero). En Silicon Valley, en ausencia del Estado de bienestar, la compañía (tecnológica) se convierte así en una madre que se ocupa de sus empleados incluso en su tiempo libre.
Google es un buen ejemplo de ello. Al entrar en uno de sus edificios se aprecia un bonito piano de cola, que tal vez pueda servir de inspiración. En un letrero colgado en el pasillo, la oferta de ocio es variada: desde cursos de jardinería, pasando por el coro de Google que ensaya El Mesías de Händel, hasta seminarios impartidos por el experto Derrick Carpenter para “superar los pensamientos negativos”.
Imagen de archivo de instalaciones de Google
Imagen de archivo de instalaciones de Google (Archivo)
Como ejemplo, a las cinco de la tarde, en la cancha de voleibol con arena blanca situada en el jardín entre los edificios, varios empleados juegan un partido “para practicar las técnicas de mindfuldness”. Imposible sentirse solos: en Google cada 45 metros hay una cafetería, que sirve también como espacio de trabajo colaborativo. “Uno no puede trabajar desde casa. Hay que crear conexiones con los otros empleados para que las ideas fluyan”, dicen los trabajadores de Google.
Uno de los lemas de Google es: “La vida es corta, construye cosas que importan”. Lo curioso es que no hay un departamento de innovación propiamente dicho: se da por sobreentendido. Aquí cada trabajador puede dedicar un 20% de su tiempo a proyectos que no tienen nada que ver con su tarea. Así nacieron iniciativas como el gmail o el coche autónomo, por ejemplo.

El empleado acaba trabajando de más


Pero aquí está también la trampa y el lado oscuro de Silicon Valley. Porque de esta manera el empleado, abducido en la compañía, acaba trabajando más de la cuenta. Cuenta Jean-Loup, un ingeniero francés de computación que está haciendo proyectos en la Universidad 42, que está muy cansado del estilo de vida norteamericano.
“La semana que viene tengo una entrevista en Google. Pero me cuesta decir que esto es el sueño de mi vida. Aquí la gente sólo vive por el trabajo. Apenas tiene vida social y como mucho el fin de semana se va al centro comercial. Para un europeo es difícil habituarse a todo esto. Mi sueño es volver dentro de un tiempo a Francia, comprarme una casa en el campo y estar rodeado de cabras”.
Por primera vez en años, empieza a emerger un cierto malestar: la polémica del MeToo ha reavivado las acusaciones de machismo en estas compañías, que ya causaron víctimas ilustres como Travis Kalanick, de Uber.

Ritmo extremo de trabajo


Los ritmos de trabajo en las tecnológicas pueden llegar a ser extenuantes y el empleado tiene que seguir unas pautas estrictas. Por ejemplo, si nos alejamos un poco más al norte, hasta Seattle, quien tiene la fama de ser muy exigente es, por ejemplo, Jeff Bezos. El fundador de Amazon quiere evitar a toda costa lo que aquí se llama “momento Kodak” o “síndrome de Nokia”. Es decir, dormirse en los laureles, caer en la complacencia y no saber apreciar la emergencia de nuevos modelos de negocio.
Por ello, Bezos, partidario de que “siempre tiene que ser el día 1”. En este sentido considera que “el día 2 es estancamiento, seguido de la irrelevancia y del declive doloroso y la muerte. Por eso siempre tiene que ser el día1”.
La empresa va más allá: tal como recuerda el profesor de Esade, Ivan Bofarull, cualquier propuesta que manda un trabajador subordinado recibe el “sí” institucional por defecto. Si el superior quiere rechazarla, hay que argumentar el “no” con un escrito de dos páginas. Es una manera para evitar que las ideas rompedoras, vengan de donde vengan, acaben sin ver la luz. Desde Amazon detallan con estas palabras la esencia de su cultura corporativa. “Los líderes están obligados a cuestionar respetuosamente las decisiones cuando no están de acuerdo. Incluso cuando hacerlo es incómodo o agotador. Los líderes auténticos tienen convicción y son tenaces. No ponen en riesgo el beneficio de la cohesión social. Una vez que una decisión es tomada, están comprometidos con ella en su totalidad”.
Jeff Bezos, fundador de Amazon, es uno de los más exigentes
Jeff Bezos, fundador de Amazon, es uno de los más exigentes (Cliff Owen / AP)

Pascal Finnette, profesor de la Singularity University, cita unas palabras de Bezos que dieron mucho que hablar allá por el año 2002. El ejecutivo estableció entonces un código de cinco puntos, en el que instaba a los empleados a comunicar y compartir sus ideas mediante el interfaz de la empresa para crear un modelo que permitiera dar un salto tecnológico . Era un momento en que la Amazon necesitaba dejar de ser un vendedor de libros en línea para convertirse en una plataforma de comercio global. Fue cuando Bezos soltó una frase que resultó célebre: “Quien no lo hace está despedido. Que tengan un buen día”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.