lunes, 19 de noviembre de 2018

Noticias de China: La burbuja de las bicicletas compartidas

Foto: Cementerio de bicicletas. (Foto: Zigor Aldama)
Cementerio de bicicletas. (Foto: Zigor Aldama)

Después del fulgurante ascenso de multitud de empresas que llenaron las calles de bicicletas, los cementerios que acumulan millones de estos vehículos reflejan el lado oscuro del negocio


Hay tres cosas que parecen obsesionar a la China del siglo XXI: batir récords, ser pionera, e innovar. Las bicicletas compartidas a través de aplicaciones móviles parecían responder a ese trinomio empresarial clave. Nunca se habían distribuido tantos millones de bicicletas de alquiler por las calles de ningún país, China podía sacar pecho por haber sido la primera en desarrollar prácticos sistemas sin anclajes gestionados por GPS, y el modelo llevaba elementos innovadores como el pago móvil o el sistema de crédito social un paso más allá.
En definitiva, muchos creían que las bicicletas compartidas revolucionarían la movilidad, sobre todo la del ‘último kilómetro’, en referencia al trayecto que la gente suele hacer desde la parada de transporte público más cercana hasta su lugar de trabajo o su hogar. Y así ha sido: en las bocas de metro y en las paradas de autobús, muchos usuarios se montan en la bicicleta y pedalean hasta su destino.
Pero la locura que desató el sistema disparó todas las alarmas: las calles se llenaron de montañas de bicicletas que superaban con creces la demanda existente, y los inversores, a falta de un catálogo de ‘start-ups’ más nutrido, volcaron su dinero en compañías que surgían de la noche a la mañana con la copia de la competencia como único modelo de negocio. Aunque no hay cifras sobre cuánto capital ha fluido hacia el sector, solo la suma de las inversiones que han recibido las principales compañías de bicicletas compartidas supera ya los 2.000 millones de dólares.
Todo lo que sube, baja. Y, en este caso concreto, se puede aplicar la máxima de ‘más dura será la caída’. Porque la consolidación que ha vivido el mercado ha sido brutal. Todo comenzó el año pasado, cuando el Gobierno decidió que ya era suficiente: resultaba complicado moverse a pie por las aceras, las bicicletas aparecían en los lugares más insospechados, y algunos accidentes llegaron incluso a provocar la alarma social. Así que el Partido Comunista decidió regular las condiciones en las que se pueden dejar las bicicletas en la calle y comenzó a retirar las que no cumplían con las nuevas normas.
(Foto: Zigor Aldama)
Esas son las que ahora llenan gigantescos cementerios de bicicletas de colores. La mayoría se encuentra a las afueras de las ciudades y proporcionan espectaculares imágenes a vista de dron. Pero no son los únicos. Tras muros que tratan de tapar las vergüenzas de la China más desmadrada e ineficiente, también se encuentran algunos en el centro de las principales megalópolis del país más poblado del mundo.

El cementerio

Teknautas visita uno en el barrio de Jing’an, en Shanghái. Se trata de una de las zonas más lujosas de la capital económica de China, pero eso no impide que un enorme solar esté repleto de bicicletas. Curiosamente, la mayoría no parece tener ningún problema grave que impida su uso y pertenecen a las dos empresas que acaparan el mercado: Mobike y Ofo. “Empezaron a dejarlas aquí cuando limpiaron las calles y se han ido acumulando hasta contarse por miles”, se queja un vecino, impotente porque las autoridades permiten que el lugar se convierta en un improvisado vertedero. “Dijeron que era algo provisional, pero lleva ya meses y cada día vienen más camiones con bicicletas”, añade.
Estas imágenes no solo reflejan el lado más oscuro de un modelo de negocio que se ha basado en la continua inyección de capital y que está lastrado por la falta de un plan serio para cobrar por el servicio y rentabilizarlo. “Al principio el alquiler costaba un yuan (8 céntimos de euro) cada media hora. Luego se redujo a 50 céntimos (4 céntimos de euro), y terminaron surgiendo empresas que permitían usar las bicicletas gratis. Dicen que hacen negocio con los datos de los usuarios, pero se ve que hay gato encerrado, porque esto no es lógico”, cuenta otra vecina que afirma no tener ninguna formación económica. “Es solo sentido común”, sentencia.
Cementerio de bicicletas (Foto: Zigor Aldama)
Y no va mal encaminada. En el último año y medio, una treintena de compañías han cerrado, muchas veces llevándose el depósito de los usuarios y dejando deudas considerables a sus proveedores. Se han abierto investigaciones para esclarecer cada caso, pero lo cierto es que el dinero se ha evaporado. Mucho ha acabado en cementerios de bicicletas, pero no todo. “Algunos empresarios avispados y sin ética se han enriquecido y han desaparecido con el dinero de inversores que querían meterse en el sector”, comenta un profesor de Economía de la Universidad de Fudan que prefiere mantenerse en el anonimato.
Pero incluso quienes lideran la industria están sufriendo el lógico batacazo que provoca un desmedido exceso de oferta. Ofo, por ejemplo, ha sido demandada por Shanghai Phoenix Bycicle, que fabrica sus bicicletas, por el impago de casi 10 millones de euros. “La caída de Ofo es un vivo ejemplo de como el negocio de las empresas de bicicletas compartidas, que quema dinero sin parar, combinado con una expansión irresponsable -han llegado incluso a España-, puede acabar en un callejón sin salida”, explicaron expertos al diario oficialista Global Times. Sin ‘cash flow’, Ofo se ha retirado de países como España, Australia, India o Alemania, a los que había llegado hacía pocos meses.
Vista aérea del cementerio de bicis en el barrio de Jing’an, en Shanghái. (Reuters)
No obstante, lo sucedido es representativo de cómo funciona el mundo empresarial en China: alguien da con una idea interesante y llama la atención, muchos otros le copian con pequeñas variaciones y los inversores ahogan en dinero las ‘start-ups’. El mercado se satura, el Gobierno interviene, y el mercado se sacude de quienes sobran, que suele ser la mayoría. Las bicicletas en los improvisados cementerios que se multiplican por el país son solo los cadáveres con los que nadie sabe qué hacer.


AUTOR
ZIGOR ALDAMA. SHANGHÁI

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