Ilustración de Montse Tanús.
Quizá sin saberlo estás sufriendo las consecuencias de trabajar con su personalidad tóxica. Analizamos cómo enfrentarse a estos personajes que pueden resultar muy complicados de llevar.
“Yo no tengo la culpa”, “Me distraje y lo olvidé”, “Me quedé dormido”, “Me tratan mal”, “No lo hago por que no me pagan lo suficiente”, “Los demás tienen más suerte que yo”. Ante comportamientos que podríamos justificar como torpes, olvidadizos o incluso cínicos puede esconderse un agresivo pasivo y, quizá sin saberlo, estás sufriendo las consecuencias de trabajar con su personalidad tóxica. ¿Boicotea de forma sutil tus planes, elude responsabilidades, olvida tareas que tenía que haber hecho, transmite pesimismo y es distraído y tendente a la pereza? Alerta: bajo su indiferencia, apatía e ineficacia puede subyacer alguien capaz de intoxicar el ambiente laboral.
Hasta hace unos años, la agresividad-pasiva estaba considerada como trastorno de personalidad (trastorno negacionista) pero en la actualidad a muchos profesionales les gusta hablar de un estilo de conducta. “De hecho, se define como un fracaso en la adaptación que afecta a la construcción de la identidad y a las relaciones interpersonales ya que afecta a la empatía, a la capacidad de intimidad y de cooperar”, explica Inés Serrano, doctora en Psicología, psicoterapeuta y profesora en la Universidad San Pablo CEU.
Las causas hay que buscarlas en la infancia y sobre todo estos comportamientos se fraguan en ambientes muy autoritarios en los que se anula la autonomía “o en otros absolutamente permisivos”, alerta Landaeta. “Es muy importante que la familia ejerza un nivel de represión razonable y trabajar con los niños en cómo manejar la protesta, establecer capacidad de negociación padres-hijos y enseñarles que viven en un sistema democrático”.
Duda 1. ¿Tienes uno cerca?
Aunque sus actitudes aisladamente puedan parecer justificadas ya que entran dentro de la normalidad y no son dramáticas, es muy fácil identificar a un agresivo pasivo y se acaban exponiendo sobre todo con el paso del tiempo. Son personas apáticas, de perfil distraído, es aquel sujeto lento, torpe e ineficaz que pierde el tiempo deliberadamente, olvida sus obligaciones y obstruye las de los demás. “El que comete un error no tiene una actitud de hostilidad. Alguien se olvida de algo y se disculpa, vemos que intenta poner medidas para que no vuelva a pasar… el agresivo pasivo es constante, presenta un patrón, una manera de estar en la vida a través de la queja y la crítica y siempre encuentra justificación a su comportamiento”, explica Inés Serrano. El psicólogo clínico y escritor César Landaeta coincide y añade que la diferencia entre alguien torpe u olvidadizo se siente mal, trata de corregirse y de reparar el daño “mientras que el otro no, tiende a excusarse mucho y a sufrir poco. Esa rebelión interna frente a la autoridad le satisface ya que le aporta un beneficio secundario: drenar su malestar”.
Duda 2. ¿Cómo identificarlo?
Es muy difícil que una persona adulta con su personalidad construida de pronto se convierta en una persona de estilo agresivo pasivo, este tipo de tendencia se gesta en la infancia y se cristaliza en la adolescencia. Diez síntomas de que estamos cerca de un diagnóstico de agresividad pasiva:
1. Responder con irritabilidad e impulsividad de forma prevalente debido a nuestro miedo e inseguridad, a la falta de recursos adaptativos fuertes que nos llevan a un mal manejo de la rabia.
2. Evitar colaborar y ayudar a los demás de forma sistemática.
3. Desplazar nuestro malestar (venir de mal humor por el trabajo, pagarlo con un compañero en la oficina, dar indirectas…).
4. Tener una ambivalencia muy marcada
5. Sentir odio hacia quien denota autoridad, generalmente el jefe o un cliente…
6. Ofrecer resistencia a las peticiones de los demás con el fin de que no se nos vuelva a encomendar la tarea en cuestión.
7. Internamente pensar: “vale, me rindo, pero te voy a hacer la vida imposible”, “no me opongo, pero no lo hago” y “pienso que los demás tienen suerte y yo no”.
8. Tener pensamiento dicotómico: lo vemos todo blanco o negro, con mucho resentimiento acumulado y cambios emocionales muy rápidos.
9. Ser escépticos, incapaces de ver el lado positivo de las cosas.
10. Tener siempre a mano una reacción rabiosa, una queja, una protesta.
Duda 3. ¿En qué te va a afectar estar a su lado?
Un entorno laboral de competitividad es una verdadera incubadora para que estas conductas afloren con mayor intensidad: el estrés, la jerarquía, la inadaptabilidad en un entorno de cooperación e incapacidad de trabajar en equipo son los pilares sobre los que ellos sustentarán su conducta negacionista. El empleado que llega tarde al trabajo, desobedece las normas, se duerme, se va antes de que acabe la jornada y utiliza excusas del tipo estoy enfermo, me tratan mal, no me pagan bastante, mi madre está enferma… “Siempre hay una justificación que le salva de la posible sanción o que ellos creen que les puede eximir ya que a veces no les da buen resultado”, concluye Landaeta.
Duda 4. ¿Puede ser que sea un comportamiento puntual?
Claro, pero entonces no estaríamos hablando de patología. Puede haber situaciones en las que el contexto provoque una respuesta de este tipo para protegernos, una manera de manejar la situación que nos permita salir del paso: ante conflictos que nos inspiran temor, imposiciones que consideremos abusivas o cuando el jefe nos da una orden que atenta a nuestro código ético. Sin embargo, la conducta negacionista es un patrón persistente, un mecanismo de defensa que aplicamos de forma muy rígida y ante cualquier situación: “Es aquella persona que ha incorporado la forma pasivo agresiva como una forma de vida”, resume Landaeta. Aunque no se dé cuenta.
Duda 5. ¿Cómo puedo defenderme de él?
Lo primero es identificarlos y ser conscientes de que su actitud es el origen del problema. “Es el saber que tiene que ver con el otro y no con uno mismo. Dentro de una relación laboral hay que abordar el asunto de una manera aséptica y buscando la manera de devolver esa información al otro de forma objetiva… situación-conducta-impacto: cuando en esa tesitura has hecho esto, yo me he sentido de tal manera”, explica Serrano. No servirá la recriminación abierta ya que el sujeto tenderá al enfado. “Es mejor apostar por un feedback sano, intentar empatizar con ellos, conectar emocionalmente con ellos, hacerles ver que su actitud les está causando un impacto negativo y malestar” completa.
Duda 6. ¿Y si soy su jefe?
Alguien de tu equipo nunca tiene las cosas a tiempo, crea mal ambiente de trabajo, ralentiza el rendimiento del equipo y estás harto de sus excusas para sus continuas desobediencias y faltas. “Aquí vuelve a imponerse y más que nunca la objetividad -recuerda la psicóloga Inés Serrano- y concluir cada toque de atención con una propuesta; en psicoterapia siempre decimos que la salud transita de la protesta a la propuesta, ya que si no, nosotros nos estaríamos convirtiendo también en agresivo-pasivos”. Me gustaría que si tienes alguna duda me lo consultes, Que tengas total confianza conmigo para poder prevenir si no lo vas a tener a tiempo y lo resolvamos… “Y sobre todo ser consciente de que hay grados en esta conducta: nos podemos encontrar trabajadores que puedan tener un puntito de agresividad pasiva ante momentos de estrés muy crítico y gente que incluso sin tener situaciones de tensión puede tener este patrón totalmente consolidado”, explica la psicóloga.
Duda 7. ¿Y si el agresivo-pasivo es el jefe?
El ambiente laboral puede convertirse en un auténtico campo de batalla. Un jefe que ejerza esta conducta no fomentará la comunicación, será excesivamente crítico, irresponsable de sus funciones, manipulador e incluso buscará ridiculizar a sus subalternos a través del sarcasmo y la crueldad. En el libro How to Deal with a Passive-Aggressive Boss, de Ron Carucci, se nos plantea abordar cada cuestión de forma objetiva y sin juicios. “Acércate a tu gerente con una actitud de respeto y resiste el deseo de ser tú también pasivo-agresivo”, se nos recomienda.
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