lunes, 20 de mayo de 2019

Efecto Pence o cómo han cambiado las relaciones laborales en EEUU tras el #MeToo


Ilustración: INÉS MAESTRE

¿Una comida de trabajo entre dos colegas, hombre y mujer? No si no hay una tercera persona sentada a la mesa. Es una de las consecuencias del temor, mayor que nunca en EEUU, a las acusaciones de acoso sexual. Está por ver si estos comportamientos son consecuencia de un puritanismo extremo o de un reajuste en aras de la igualdad.


"Antes yo no tenía problema en saludar con un beso a una mujer al comenzar una reunión en Hollywood. Es normal entre latinos. Ahora me limito a dar la mano, por lo que pueda pasar". Esto lo cuenta un director de cine afincado en Los Ángeles con 25 años de experiencia en la industria y tres películas en su haber. Prefiere, por si las moscas, que no se publique su nombre. "Está claro que el #MeToo ha cambiado el panorama laboral, no sé si en todo Estados Unidos, pero desde luego en Hollywood sí lo ha hecho", asegura.

El suyo es un sentir cada vez más común, exacerbado por el movimiento feminista que propició la caída de intocables de la industria como Harvey Weinstein, que llegó a ser el productor más importante de Hollywood, o de pesos pesados como Kevin Spacey, Dustin Hoffman o Louis CK. Ya antes, sin embargo, existía un notable problema de coexistencia entre hombres y mujeres en el encorsetado ámbito laboral estadounidense. Y por eso se ha dado en hablar en algunos círculos del denominado'Efecto Pence', en relación al comentario que hizo en 2002 el actual vicepresidente de EEUU, Mike Pence, y que ahora ha recuperado vigencia. En aquel entonces el político republicano, de orientación muy conservadora, dijo que jamás se iría a comer con una mujer que no fuera la suya para evitar situaciones incómodas o incluso ser acusado de acoso sexual. Y no es el único; son legión en la sociedad que en 2016 les dio la victoria en las urnas a él y a Donald Trump.

De acuerdo a una encuesta encargada por el diario The New York Times en 2017, muchos hombres y mujeres desconfían de situaciones en las que deben lidiar con el sexo opuesto a solas: casi un tercio considera "inapropiado" tener una reunión de trabajo sin una tercera persona presente, y cerca de dos tercios creen que es bueno tomar precauciones en el trabajo en ese aspecto.

Este temor no se limita al terreno laboral; en la vertiente social el panorama no mejora demasiado: hasta un 60% de las mujeres estadounidenses considera incorrecto tomarse una copa con un hombre que no sea su pareja frente al 48% de los varones ante la misma situación. Cenar a solas con un hombre que no sea su marido está mal visto por el 53% de las mujeres, un porcentaje que desciende hasta el 45% si se trata de ir a comer.

Estas encuestas son el fiel reflejo de esa tensión invisible que muchos palpan o sienten en su día a día en la oficina y en su vida cotidiana. Adrián (prefiere no dar su apellido), jefe de diseño gráfico en una firma de publicidad en Los Ángeles, confiesa haber notado un cambio con los años y el desembarco del #MeToo. "Tengo miedo a que un comentario agradable y sin mala intención a una mujer pueda interpretarse de una forma equivocada o ser usado en mi contra", explica. "Al final y al cabo, son tu reputación y tu carrera las que pueden verse perjudicadas, y, sinceramente, me parece que no merece la pena arriesgarse", concluye.

Una estrategia que algunas mujeres perciben como contraproducente y perjudicial para sus carreras por el hecho de no interactuar con el hombre que podría darles su próximo ascenso. Shannon Healy, agente inmobiliaria afincada en Houghton, Michigan, contaba a The New York Times que ve difícil progresar en su trabajo si no puede pasar tiempo a solas con su jefe. "Si no puedo reunirme con él, no logro ese tiempo cara a cara que me permite mostrar lo que soy capaz de hacer para lograr mi siguiente promoción", dice.

Ana Flores, fundadora de #WeAllGrow Latina Network, una red de 'youtubers' y empresarias hispanas del ámbito digital, considera "estúpido no reunirse con una mujer a solas" para cuestiones de trabajo. "Ellos se lo pierden, porque puede ser una oportunidad de desarrollo profesional. Por eso, el objetivo de nuestro movimiento es aportar y enseñar cómo comportarse con las mujeres, para no sentirse oprimidos. No se trata de comportarse de manera diferente. Si no han hecho nada, nada deben temer", afirma.

Por su parte, Kathy Spillar, directora ejecutiva de Feminist Majority Foundation y editora ejecutiva de la revista MS, sostiene que el porcentaje de demandas falsas en el trabajo en EEUU es minúsculo y, por lo tanto, una mala excusa para justificar el miedo a las mujeres en el ámbito laboral. "Los que piensan así provienen de ambientes acostumbrados a excluir de todas formas a las mujeres cuando organizan viajes o se van de copas juntos. El resto de hombres, si no tuvieron problemas antes con las mujeres no creo que los tengan ahora", asegura.

Más que un cambio en las oficinas, lo que Spillar cree que ha generado el #MeToo es una conversación abierta en torno al abuso de poder por parte de ciertos personajes masculinos y sobre "hasta qué punto se usó el acoso sexual en el mundo corporativo para mantener la desigualdad entre hombres y mujeres". Lamenta, sin embargo, que las leyes contra la discriminación sexual sean "tan débiles" en EEUU y que la igualdad aún esté muy lejos. "Nunca antes habíamos tenido tantas mujeres en el Congreso y aún así representan tan solo el 23%. Eso no es igualdad", sostiene.

En cuanto a Pence y sus palabras, esta activista cree que esa clase de dinosaurios acabarán cayendo. "A gente como Donald Trump (conocido por su misoginia y acusado de abuso sexual por varias mujeres) acabarán dejándolos de lado porque ahora se está hablando de sus comportamientos abiertamente. Antes era un secreto del que nadie quería opinar", afirma.

Liza Gross, vicepresidenta de Journalism Solutions Network en Nueva York, sostiene que pese al #MeToo aún hay cuestiones preocupantes y muy palpables en el ambiente laboral. "La idea de decir lo que pienso y ponerme en actitud de igualdad con colegas masculinos sigue molestando. Además, las posiciones en torno a este tema están tan firmemente establecidas y son tan radicales que se pierde la oportunidad de establecer una conversación productiva para llegar a un acuerdo", explica.

Gross, acostumbrada a navegar en el campo del periodismo y las organizaciones sin ánimo de lucro, cree que la situación de desigualdad y abusos es mucho más perceptible en ámbitos como Wall Street o Silicon Valley que en Hollywood o Washington. Recuerda, de hecho, al exempleado de Google James Damore, que redactó un memorándum en 2017 en el que sostenía que las mujeres son menos capaces biológicamente de desempeñar trabajos en tecnología. Fue despedido de forma fulminante.

Las cifras son el mejor reflejo de esa desigualdad (crean lo que crean los altos directivos de las grandes compañías digitales sobre la capacidad femenina): solo el 25,7% de los puestos tecnológicos en Google están ocupados por mujeres, según datos de 2018. Este porcentaje es incluso mucho más bajo en Dropbox o Airbnb, 6,3% y 13,2% respectivamente. En Nextdoor, una red social para conectar vecindarios, ni uno solo de los 29 ingenieros empleados eran mujeres.

Y esa dificultad para ascender no es el único problema que afrontan ellas en uno de los grandes bastiones del liberalismo en Estados Unidos, donde constantemente salen a la luz casos de machismo y abuso sexual. De acuerdo a entrevistas con más de 200 ejecutivas del mundo de la tecnología recogidas en el estudio 'Elephant in the Valley', ni una sola se había librado de una interacción con tinte sexista a lo largo de su carrera. El 60% dijo haber sufrido acoso sexual, al 75% le preguntaron sobre su estado civil, sus hijos y su vida familiar durante una entrevista de trabajo, y al 88% las evitaron en reuniones haciendo a sus compañeros hombres las preguntas que en realidad les correspondían a ellas por cargo. Todo esto llevó a la prestigiosa revista The Atlantic a preguntarse en una portada "¿Por qué es tan malo Silicon Valley con las mujeres?".

Y prácticamente lo mismo ocurre en la meca financiera: en Wall Street, Diana Kim, 'manager' en una firma financiera, asegura que lleva mucho tiempo siendo testigo de comentarios fuera de tono por parte de hombres hacia mujeres. "En mis 14 años aquí he visto a muchos tipos a los que les parecía gracioso pasarse de la raya y esperar tu reacción para ver si te consideraban aceptable o no. Todo ello en un entorno claramente dominado por los hombres", cuenta. Sin embargo, otra ejecutiva, Kim, de origen coreano, cree que ahora todo está cambiando, quizá debido precisamente al 'Efecto Pence': "Los hombres se han vuelto mucho más cuidadosos, y ya era hora. No es que haya sido un cambio drástico, pero se escuchan menos comentarios. Tienen miedo hasta de otros hombres, por si los acaban denunciando ante el departamento de recursos humanos. Muchos se han vuelto paranoicos", mantiene.

Y esa forma de pensar parece haberse extendido por otras zonas del país. No solo en los tradicionales bastiones republicanos, sino en zonas rurales en general, en el sur y el medio oeste del país, entre personas sin estudios universitarios y aquellos considerados como muy religiosos, especialmente los cristianos evangélicos. De esos, un 34% consideró inapropiado tener una reunión a solas con una persona del sexo opuesto frente al 16% de ateos confesos.

Y de fondo en todo este debate están las denuncias laborales, que en 2017 ascendieron a casi 3.000 millones de euros a nivel mundial. "Las compañías están tan preocupadas con la exposición a demandas que no se enfocan en cómo reducir el acoso y al mismo tiempo enseñar a hombres y mujeres a tener relaciones laborales con personas del sexo opuesto", explicaba Kim Elsesser, autor de 'Sex and the Office: Women, Men ad the Sex Partition That's Dividing the Workplace' (Sexo en la oficina: mujeres, hombres y la separación por sexos que está dividiendo los lugares de trabajo). En el fondo, ese parece ser el meollo de todo este asunto.



PABLO SCARPELLINI
19 MAY. 2019
https://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2019/05/19/5cd92bbefc6c832a5b8b4613.html

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