lunes, 27 de mayo de 2019

Los cruceros quieren ser ciudades flotantes

Los cruceros quieren ser ciudades flotantes

Freedom Ship, el proyecto de crucero más grande del mundo (© 2018 Freedom Cruise Line International, Inc. dba Freedom Ship-City at Sea.)

No son más que proyectos, y quizás no vean la luz, pero navegar en grandes barcos se puede parecer cada vez más a vivir en una pequeña localidad


Puede parecer una locura, y si lo parece seguramente lo es, pero la compañía Freedom Cruise Line planea construir un barco que podrá albergar hasta 100.000 personas. Roger Gooch, su director ejecutivo, explica a La Vanguardia por correo electrónico que la nave –cuyo coste aproximado se sitúa en los 10.000 millones de euros– “se empezará a construir, en las fases iniciales de diseño, este mismo año, y esperamos que la construcción se alargue durante dos o tres años más”. De todos modos, el Freedom Ship , que es como se tiene que llamar, no será un megacrucero al uso, ni por sus dimensiones ni por las instalaciones con las que contará ni, sobre todo, por el tipo de operativa que va a llevar a cabo.
La eslora de este gigacrucero, de 1,3 km, hará imposible que atraque en ningún puerto del mundo, por lo que deberá fondear para poder ser reabastecido con los suministros que necesitarán sus habitantes, y que además se complementará “con varios alimentos producidos a través de nuestros propios procesos de acuicultura a bordo”, dice Gooch. Y la referencia a sus pasajeros como habitantes es de lo más pertinente.

Si se llega a construir, el ‘Freedom Ship’ podrá albergar a 100.000 personas


Desde Freedom Cruise Line explican que han pensado su barco como “una auténtica comunidad flotante –que contará con su propio aeropuerto, hospital y farmacia, entre otras instalaciones–, en la que la gente podrá vivir, trabajar, alojarse como en un hotel o irlo a visitar”. La nave dará la vuelta al mundo de forma permanente y realizará siete escalas, en las que permanecerá fondeado durante una semana. De momento, Freedom Cruise Line no explica nada sobre precios.
Sobre el sistema de impulsión que usará el barco, Gooch dice que se está terminando de decidir “entre un sistema convencional con un motor de combustible fósil o un reactor nuclear”. El director ejecutivo –que asegura que “tenemos asegurados inversionistas de capital privado para financiar las primeras fases de construcción”– explica que a pesar de la novedad de su planteamiento, “de acuerdo con la demografía actual, parece que actualmente hay una demanda potencial de tres buques de esta naturaleza, en base a la demanda de estilos de vida alternativos y potencial de comercio global”.
Sobre la seguridad, Gooch promete que “el Freedom ship cumplirá con las normas mundiales de seguridad marítima SOLAS”, y que para deshacerse de los residuos que generará su enorme población –todos los habitantes de Sant Cugat del Vallès o de Santiago de Compostela cabrían en él– “según las regulaciones marítimas, gran parte de los residuos se incinerarán y /o almacenarán hasta que puedan descargarse de manera apropiada”.

Desde el 2002, ya existe algo similar con ‘The World’, embarcación en multipropiedad


Por extraña que parezca, la idea de Gooch no es tan nueva. Des del año 2002 navega por el mundo The World , una comunidad flotante, en una nave de apenas 200 metros de eslora y 45.000 toneladas, que se publicita “como el mayor barco residencial de propiedad privada del mundo”. La multipropiedad de lujo trasladada al mar o una comunidad de vecinos en alta mar, con 165 viviendas –que no camarotes–, cuyos propietarios pueden optar por vivir en ellas todo el año o bien ir ocasionalmente a pasar una temporada, como quien tiene una segunda residencia en la playa. El precio de estas viviendas está entre 1 millón y los casi 7 millones de euros.
Para Ricard Santomà –decano de la Facultad de Turismo y Dirección Hotelera Sant Ignasi URL– lo del Freedom Ship “es una extravagancia, porque que los barcos de crucero sean cada vez más grandes no quiere decir que se vaya a generar un nuevo estilo de vida. Los cruceros aún siguen asociados a un modo de hacer turismo, y a vivir de una forma distinta durante unos días, que no necesariamente se va a transformar en un modo de vida”, por muchos fanáticos que tenga este modo de viajar, sino “como hay gente que va cada verano al mismo hotel”, dice Santomà.
Es cierto que cada vez más “en los cruceros es más importante lo que pasa dentro del barco y mucho menos las excursiones y lo que pasa fuera” –dice Santomà– y eso quizás a alguno le puede dar la sensación que la gente busca un nuevo espacio para socializar y hacer vida en común con otras personas, pero al final “no es muy diferente de ir a un hotel de los de todo incluido”.

Las grandes naves de pasajeros presentan dudas por su impacto medioambiental


Por otro lado, y a pesar de las aseveraciones de Roger Gooch sobre las bondades para el clima de su barco, Santomà recuerda que precisamente “el impacto medioambiental es el gran reto de la industria de los cruceros”, que a pesar de las innovaciones y de las nuevas botaduras “aún cuenta
con muchos barcos antiguos en la flota”.

Es verdad que en el futuro la forma en la que trabajamos se va a transformar, gracias a la tecnología, y de hecho ya están aquí “los nómadas digitales, que combinan trabajo y turismo, porque hoy en día con un ordenador y un teléfono móvil se puede trabajar desde cualquier lugar”, pero tampoco parece que eso vaya a ser suficiente para que haya mucha gente dispuesta a vivir permanentemente embarcada.
Y si hablamos de extravagancias, atención a los yates que propone la empresa Yatch Island, que promete convertir en embarcación de lujo, cualquier idea que puedan tener sus futuros clientes. De momento ofrecen varios modelos, entre los cuales uno que reproduce la arquitectura de las calles del principado de Mónaco, y otro que recrea una isla tropical con su volcán y su cascada incluidas. De precios ni hablan, porque ya se sabe que los caprichos se
pagan.


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