martes, 21 de mayo de 2019

Menos oro en la torre Trump

Menos oro en la torre Trump

La fachada de la torre Trump, en Nueva York, en una imagen de noviembre del 2016 
(Darren Ornitz / Reuters)


Cae el valor de los apartamentos y de las oficinas del rascacielos que simboliza el poder del presidente


La torre Trump se ha transformado en una Babel moderna. Se hablan todos los idiomas imaginables.
El efecto del apellido del presidente de Estados Unidos hace de este rascacielos de la Quinta Avenida un referente para el turismo, tanto el de la América profunda como el internacional. Es una manera de tocar el poder.
“Mira, salgo de la torre Trump”, le comenta un hombre que se expresa en español, con acento argentino, a la pantalla gigante de su teléfono móvil, donde al otro lado se atisba a un niño en movimiento. El visitante, cargado de compras, prosigue en su descripción del lugar y remata con una broma. “He preguntado por Trump pero me han dicho que estaba muy ocupado. Me parece que el muy boludo se ha buscado una excusa para no verme”.
El rascacielos atrae a turistas de la América profunda y del exterior, pero los vecinos lo rechazan

Este es el fenómeno, constatado el pasado sábado. Mientras que los foráneos –predominan los asiáticos– tienen este enclave de oropel en su ruta por Nueva York, los locales, en una ciudad liberal poco propensa al trumpismo, sienten poca atracción por este edificio que para muchos representa lo peor del actual presidente.
La torre Trump emerge, además, como un símbolo de una contradicción personal. El presidente se cuelga todas las medallas por la marcha de la economía del país –según sus palabras, jamás en la historia había funcionado tan bien–, pero sus negocios no experimentan ese impulso y muestran una caída en las cifras de facturación. Y sus rascacielos, la joya de su corona, que en un tiempo fue uno de los lugares buscados por famosos, figura ahora como uno de los edificios menos deseados entre las propiedades de lujo con que cuenta en Manhattan.
Convertido en una especie de fortaleza, con barricadas, policías armados para la guerra y controles de seguridad estilo aeroportuario, Bloomberg informa que los propietarios de apartamentos han visto cómo su valor caía un 20% en estos dos últimos años.
En el resto de la isla, si alguna propiedad residencial ha perdido en cuanto a su precio, esta depreciación se queda en el 0,23%.
La porción dedicada al comercio tampoco pasa por una época mejor. La ocupación ha ido del 99% al 83%. La empresa lucha por intentar llenar más de 4.000 metros cuadrados de espacio para oficinas. No lo consiguen a pesar de lanzar ofertas que están bastante por debajo de la media de la zona.
La pérdida de ingresos se ha paliado en buena medida por lo que el equipo de campaña de Trump paga de alquiler por tener ahí su cuartel general. Han abonado
un millón de dólares desde el 2017. Pese a esto, los ingresos son un 26% inferiores a lo previsto en una auditoría bancaria cuando en el 2012 concedieron un préstamo a Trump de 100 millones de dólares.
Esta pasada semana se hicieron públicas las cifras del negocio del presidente en el 2018. En general registran una caída de ingresos. Propiedades como Mar-a-Lago, su mansión y club de golf de Florida, experimentaron un retroceso, pero en cambio su hotel de Washington, convertido en punto de encuentro de republicanos, lobbistas y diplomáticos que buscan la gracia presidencial, ha ido incrementando su cuenta.
La torre que en su día atrajo a Michael Jackson o Steven Spielberg es hoy más conocida entre los neoyorquinos por ser el lugar donde miembros de la campaña Trump –su hijo Don jr. o su yerno, Jared Kushner– se reunieron con los rusos en junio del 2016.
La manera de hacer política de Trump ha provocado el rechazo. Su nombre sigue en la fachada, a diferencia de otros edificios, como los del frente del río Hudson, en el Upper West Side, que han luchado con éxito para eliminarlo. Les daba mal fario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.